C a p í t u l o VI

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A Sam le dieron el alta, así que volvimos para nuestro apartamento. Lo único bueno que pudimos sacar de toda esta mierda fue que Helena la haya corrido de la casa, al menos podría estar con mi hermana, cuidardarla en serio.

Estaba dañada, más psicológicamente que físicamente. Era tanta la vergüenza que sentía hacia si misma, era tanto el asco que se tenía que apenas podía mirarse el espejo, sentía culpa y yo no lograba entender por qué, si la menos culpable en todo esto era ella.

Cuando llegamos a casa entró corriendo al baño, estuvo encerrada por dos horas, quizá más.  Ella decía que se estaba bañando, pero en realidad se estaba intentando quitar todo el peso de encima y no lograba tener éxito.

Me dolía verla así y no poder hacer nada, me dejaba nervioso y muy preocupado cuando pasaba mucho tiempo encerrada, yo no tenía idea sobre lo que pasaba por su mente, cómo se sentía en realidad con respecto a todo.
La quise llevar a un psicólogo pero se negó rotundamente, me gritó y suplicó llorando que no la llevara, no quería hablar más del tema, estaba harta.

Cuando tenía tiempo libre del trabajo le cocinaba su comida favorita, papas fritas con milanesas y puré o le hacía algún espagueti con tuco o queso, todo lo que le encantaba, todo con tal de verla sonreír aunque fuera un rato.

La invité a comer a McDonald's y rechazó. Se abrazaba a sí misma y decía que no estaba lista para salir aún, ver más gente, ver a más hombres. Me confesó que confiaba sólo en mí, en nadie más, tenía miedo de todos. Pude comprender su sentimiento, si nuestra propia madre fue una hija de puta con ella, ¿qué podíamos esperar del resto? Yo me sentía igual, me dejaba más tranquilo tenerla cerca de mí que en otro lugar. Incluso que fuera a clases me preocupaba.
Sam sentía que todo el mundo ya sabía lo sucedido y que la iban a señalar, llamar de puta, humillar, o sentir pena, sentía que le iban a hacer preguntas, que la iban a tratar diferente; eso la hacía refugiarse más en sí misma y no querer salir.
Yo sabía que estaba mal su encierro y querer mantenerla así, pero tampoco podía confiar en nadie.

Le regalé una computadora portátil, para que pudiera entretenerse leyendo sus historias en Internet, jugando, escuchando música, mirando películas, etc. Le prestaba la mía siempre, pero por el tema de mi trabajo tenía que estar pidiéndosela a cada rato y no me gustaba.

El tema con Helena aún no había terminado, en mis planes estaba acabar con ella y con el hijo de puta que violó a Sam. Estaba pensando como, buscando una estrategia, tenía que salir todo bien, yo no podía ir a prisión y dejar a mí hermana sola, por ese motivo me estaba tardando tanto.

Tenía un conocido, se llamaba Ismael, estaba en el tema del narcotráfico, logré conocerlo gracias a Moira. El tipo a pesar de su "trabajo" era buena persona y muy amigable, tanto que nos hicimos compañeros.

Logré hablar con él sobre lo sucedido, dentro suyo brotó una ira enorme. Ismael tenía una hija de ocho años, se puso en mi lugar y me comprendió, si alguien tocaba a su pequeña él era capaz de buscar a esa persona hasta por debajo de las piedras y si tenía que matar a medio mundo, lo haría.

Le pedí ayuda para desaparecer al tipo y me la concedió. Helena también era un caso para Ismael, pero para ella  tenía planeado algo mejor que una simple muerte.

Él puso a un subordinado suyo para vigilar la casa de mi madre y para vigilar al tipo. Yo sabía quién era, por lo que se hizo más sencillo, ya que la perra de Helena no paraba con hombre, cambiaba siempre.

Controlaba sus horarios de salida y de llegada, controlaba si estaba ebrio o sobrio.
La investigación dio en la casualidad que el tipo le debía a Ismael una suma bastante importante de dinero, por las drogas. Y este, para él, sería el momento perfecto para cobrarle.

La vida de C a s t i a n  Mancini © [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora