Capítulo 15

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—¡Necesitamos las llaves! —gritó April, lanzándose al agua varios metros antes de que la lancha alcanzara la orilla.

Ayulen, que estaba sentada sobre la arena, inmersa en su sudoku y desconociendo totalmente el ajetreo que sucedía en el océano, levantó la cabeza cuando April pasó junto a ella como un rayo y mandando gotas a su juego mental.

—¿Algún problema? —preguntó a Konrad con mesura sin desbaratar su posición de piernas cruzadas.

—Egea está en problemas —contestó él, ya dentro del agua y dándole la vuelta a la lancha.

Las piernas de Ayulen se desataron y tomó los binoculares para observar hacia la lejanía. En medio del océano se peleaban dos grandes cosas que difícilmente podía describir más allá de decir que se veían peligrosas.

—¿Egea está entre esas bestias?

—Peor. Está intentando combatirlas.

—Pues no creo que sobreviva...

—Esperemos que sí —dijo Konrad y se montó en la lancha a la que solo le faltaba una cosa para arrancar, las llaves.

—Supongo que encontraron problemas de sobra... por lo cual supongo también que encontraron lo que buscaban.

—No. Solo lo primero.

—¿Y están pensando en volver para rescatar a la sirena? —Konrad asintió, fehaciente —. ¿Y con qué piensan combatir a esas criaturas? April es la única que tiene oportunidad con el agua, si es que esas cosas no son inmunes a ese elemento. Tú eres inútil con tu fuego.

La infalible afirmación de Ayulen incomodó a Konrad, en especial por su tono desinteresado que restaba demasiada importancia a una situación de vida o muerte.

—No sabemos cómo combatirlas, pero Egea está en aprietos por nosotros y no la podemos abandonar.

—Tampoco es muy inteligente volver. Pueden morir los tres...

—¡Por las aguas de Uspiam, Ayulen! —exclamó Konrad, irritado —. Deja de hacer preguntas a las que no tengo una respuesta, porque si tan interesada estás deberías venir aquí a ayudarnos y no estar ahí sentada pensando en la altura del roble mientras llenas tu sudoku.

—Ya te había dicho que no los volvería a ayudar. No debo jugar con mi seguridad.

—Por la seguridad de Egea es que estamos volviendo y...

—Está bien, los ayudaré —afirmó Ayulen. No lo hizo por Egea o por Konrad, lo hizo por ella misma. Esa adrenalina que sentía al estar cerca de las criaturas fantásticas no se comparaba con nada, era como estar dentro de los videojuegos de los que tanto disfrutaba. Se puso en pie ante Konrad, quien no pronosticaba esa respuesta. Pasó por entre el agua poco honda y se subió a la lancha —. Esto tiene que tener un compartimiento para... ¡Sí, este es! —exclamó, abriendo una guantera alucinantemente oculta y buscando algo dentro.

April volvió, y sin decir palabra y omitiendo la presencia de Ayulen, subió a la lancha con su corazón a mil por hora. Temblando, trató de introducir las llaves en la ranura, pero solo lo logró hasta que Konrad le ayudó.

Después de girar las llaves, April movió la palanca aceleradora hacia abajo con ímpetu y la lancha arrancó tan violentamente de un tirón que ambos perdieron el equilibrio y cayeron sobre Ayulen que seguía registrando la guantera.

—¡Cuidado! —gritó Ayulen y los dos chicos recompusieron su posición.

—Esperemos que esto sea lo suficientemente rápido —dijo April, agarrando el timón para dirigir su rumbo.

Las Profundidades De Uspiam (Las Gemas De Uspiam II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora