Capítulo 36

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Belmont le tapó la boca con la mano y lo alejó de la ventana lo más rápido que pudo. La oscuridad no permitía ver nada en la habitación de Sídney, pero él sabía quién lo había tocado.

—No puedes gritar.

—Pero es Verónica.

—No podemos ir por ella desde acá —dijo Belmont desde alguna parte de la habitación que Sídney no podía ver —. Solo estamos tú y yo, Sídney. No podríamos contra las brujas. Debemos movernos ahora mismo. Si las capturaron a ellas no tardarán en venir por nosotros.

Belmont encendió la linterna y con agilidad buscó la puerta. Se acercó a ella e intentó tumbarla, pero le fue imposible. En verdad estaba asegurada.

—No podrás. Mary Rose Greenhall dijo que era muy segura.

—¿Quién es Mary Rose Greenhall, Sídney? —preguntó Belmont.

—Mi enfermera. La puerta está hecha con la madera más resistente del mundo.

—Entonces debemos agradecer que la tierra no tiene ninguna madera más fuerte que tus poderes. Túmbala.

—No puedo, ya te dije que es muy fuerte...

—Necesitas tumbarla, Sídney. Debemos escondernos para buscar a nuestros amigos. Si también nos capturan no podremos rescatar a Egea y a Verónica. Tú mismo viste como las brujas se las llevaron. Deben estar en algún lugar de este hospital.

Sídney se acercó a la ventana, la abrió y se ubicó recto y firme, mirando hacia la puerta. Tenía que hacerlo, sus amigas lo necesitaban y se habían arriesgado a ir por él. No les podía fallar. Debía escapar y rescatarlas.

La puerta salió volando y causó un gran estruendo al caer al suelo. Belmont pasó la linterna a Sídney para que alumbrara el camino mientras él apuntaba con el arco a cualquier cosa imprevista que pudiese aparecerse.

—¿Sabes adónde las pudieron haber llevado?

—No tengo idea.

—Está bien —suspiró Belmont —. Eso quiere decir que tendremos que improvisar. No nos podemos separar Sídney, estaríamos perdidos si eso llegara a suceder.

El chico y el elfo anduvieron por varios pasillos hasta alejarse de la habitación y se detuvieron tras un gran mueble. Era un buen lugar para ocultarse momentáneamente. Belmont buscó algo en su bolsillo y se hizo con un mapa del lugar que puso en el suelo. Tomó la linterna de la mano de Sídney e iluminó el mapa.

—Presta atención al mapa, Sídney. ¿No hay ningún lugar que funcione como celda? Alguna habitación de la que Verónica y Egea no pudiesen escapar.

—No recuerdo nada con claridad, Belmont. Tampoco sé si tú eres real.

—Eres Sídney Rossell y yo soy Belmont Storgard o Arnwalt. Soy tan real como tus amigos en peligro.

—Hay un lugar... pero no sé si es real. No lo recuerdo del todo. Solo sé que no está en este mapa.

—¿Cuál es ese lugar?

—El sótano.

—¿Sabes cómo llegar allí? —preguntó Belmont y Sídney negó.

—He de suponer que tenemos que bajar escaleras, así que eso haremos.

Los dolorosos chillidos de las brujas se escucharon por el camino que daba a la habitación y Belmont supo que era tiempo de irse. Era peligroso pasar más tiempo ahí. Regresó la linterna a Sídney y juntos avanzaron hasta que encontraron escaleras y descendieron tanto como pudieron. Cuando no pudieron bajar más, Belmont halló una ventana y observó el exterior, por la altura diría que estaban en el segundo piso.

Las Profundidades De Uspiam (Las Gemas De Uspiam II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora