La camioneta arrancó y en unos minutos estuvo fuera del colegio. Tomó el Bulevar Komorebi a toda velocidad. El calor seguía presente, y las ventanas abajo no lograban diezmarlo del todo.
—No estoy segura de que sea inteligente escaparnos a la mitad de la jornada escolar.
—Debemos aprovechar la luz del sol, April. Si dejamos que anochezca será peor.
—Lo entiendo, Konrad. Solo digo que no va a ser difícil comprender que nos escapamos todos. La directora no va a creer que coincidencialmente faltaron Konrad Brunner, Ayulen Kuyentray, Belmont Storgard y April Crimson a las mismas horas de clase.
—Todo sea por Verónica —respondió Konrad, acelerando más, luego de que había girado para avanzar por la Avenida 27 de Junio. Iban hacia el norte.
Alfdis ya les había dado la ubicación de las criaturas que tenían a Verónica. Estaban en un lugar del bosque que jamás habían pisado. La parte de la reserva que quedaba al oeste de la carretera y terminaba con el océano. Belmont les había dicho que era una parte de la reserva mucho más bella que la oriental, cosa que contuvo su ansiedad de cierta manera.
El auto se detuvo a un lado de la carretera. Todos bajaron rápidamente. El elfo no demoró en golpear el suelo. Sus flechas y su arco salieron de la tierra y él los tomó con agilidad. La ropa que llevaban ese día no era especialmente apta para el bosque, pero igualmente debían aventurarse.
April llevaba un corto vestido azul cielo que combinaba con sus ojos. Konrad pantalones de mezclilla negros con un suéter del mismo color. Ayulen vestía una blusa holgada con unos shorts. Belmont era el único que parecía un poco listo para la naturaleza, tenía botines, un pantalón de dril y una camiseta roja, además del carcaj que iba en su espalda resguardando las flechas y el arco que llevaba en su mano.
—Los yocoima son pacíficos y civilizados. Jamás he escuchado de historias donde atacaran —contó Belmont mientras caminaban por el bosque que aún no tenía nada extraño respecto al bosque que conocían —. Adoran a la tierra. Es muy sagrada para ellos. Por eso no cultivan, solo cazan. Disponen de los animales a voluntad, sus habilidades les permiten controlarlos. He escuchado historias de un yocoima que podía controlar hasta 10 animales al mismo tiempo ¡Increíble!
—Con que por eso nos atacó todo lo que vivía en este bosque —suspiró April, avanzando. Iba tomada de la mano de Belmont, quien guiaba el camino.
—Son poderosos. El problema, como decía, es que jamás toman partido en la guerra. Además de controlar a los animales, son muy buenos en el combate con sus armas.
—Espero no decidan atacarnos a nosotros —dijo Konrad. Ya se le escapaba el aliento. Empezaba a estar cansado.
Un río se cruzó en su camino. Era caudaloso. Nadie lo reconoció. Seguramente desembocaba en el océano antes de llegar a Uspiam.
—He tenido experiencias bastante malas cruzando agua —dijo April.
—¿Puedes armar un camino? —preguntó Belmont. Era el único de los cuatro que no había sudado ni una gota. Se veía radiante.
—¿No hay otra forma de cruzar? —respondió ella —. La última vez que intenté hacer un camino con agua Vero terminó capturada.
—No veo otra forma de cruzar —dijo Konrad.
—Me sentaré mientras discuten —afirmó Ayulen. Se sentó bajo un árbol intentado encontrar algo de frescura.
—Yo sé que puedes, April —dijo Belmont, sonriéndole.
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Las Profundidades De Uspiam (Las Gemas De Uspiam II)
FantasyLa segunda parte de Las Gemas De Uspiam. Sídney, Konrad, April y Verónica regresan para descubrir más misterios, aprender más de sí mismos y combatir todo lo que desea hacerles daño.