7.- Fuera sutilezas.

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Por un momento me muestro sorprendido, pero el leve ardor en mi mejilla me hace recuperar el hilo de la situación, Merida ríe a carcajadas, con las manos sobre su vientre y con ruiditos de cerdo ocasionales.

-¿Eso te parece divertido?

-Mucho -exclama entre sus risas de puerco.

-Eres terrible ¿lo sabías?

-Y aun así sigues aquí ¿por qué tan interesado en seguir hablando conmigo?

-Tal vez, es porque me gustan las personas terribles -digo acercándome a uno de los caballos, extiendo mi mano para que el animal me acepte la caricia y después de unos segundos coloca su nariz sobre mi palma. Merida me observa detenidamente antes de responder con tono firme.

-Uno se termina acostumbrando a lo que ve en el espejo.

-¿Es tan difícil aceptar a un nuevo amigo en tu vida?

...

-No, no lo es. Pero nunca dije que quisiera ser tu amiga ¿cierto?

Hiccup abre la boca sorprendido.

-¿Y por qué no? ¿En tan poco tiempo ya me odias?

-No te odio Hiccup. Simplemente creo que eres como cualquier otro chico de por aquí -él me mira expectante a mi explicación, doy un pesado suspiro y acaricio al caballo negro que tengo frente a mí antes de responder-. Creído, feliz de ser un príncipe, anhelante de una chica en apuros a la que pueda salvar para que se enamore de ti solo porque la ayudaste una vez. Típico caso del síndrome de la sangre azul.

-Espera... ¿Síndrome de la sangre azul? Te puedo asegurar que no soy de esa clase.

-¿No? -pregunto desdeñosa-. Recapitulemos; me ayudaste después de que me embriague, acto seguido lo usas como excusa para que almorcemos juntos, querías pagarme un café creyendo que eso te haría ver mas "galán" y ahora estás aquí buscándome desesperadamente para ver que otro truco barato puedes intentar para que caiga rendida en tus brazos. Te tengo noticias, esta princesa no necesita de un tonto príncipe que la rescate.

Hiccup aprieta los labios y yo triunfante, recojo mi abrigo de las perchas en la puerta de las caballerizas y me retiro sintiéndome poderosa.

...

Miro a la pelirroja que mira a la ventana. Ella ni siquiera había notado que compartíamos la clase. Desde aquella tarde había mantenido mi distancia, Merida me había abierto los ojos, estaba tratando de conquistarla con formas que no funcionarían con una chica tan especial como ella.

El carraspeo proveniente del maestro Platt llamó la atención de todo el grupo, menos de la chica a la que se suponía iba dirigido. Merida jugaba nerviosa con su bolígrafo, apretaba el botón una y otra vez causando que la punta saliera y entrara rápidamente.

-Señorita Dunbroch –la mirada celeste regreso a la pizarra. El hombre con suéter de punto y chaqueta con parches en los codos habló–. Ya que esta tan distraída con esa ventana me atrevo a afirmar que ya sabe los puntos a considerar cuando se tiene que dar una proclamación de ley ¿cierto?

Merida dudó, no tenía idea de que responder.

-Disculpe ¿qué? –peguntó ella. El señor Platt cruzó los brazos a la espera de la respuesta.

Me quedo ahí viéndola, pensando en que ayudarla solo me haría caer mas en la idea que ella tiene de mí. Que solo busco ayudarla para que así ella me quiera. Pero me siento incomodo de verla sin saber donde meter la cabeza. Levanto la mano rápidamente.

-¿Si joven Haddock? -pregunta el señor Platt, Merida voltea a verme y sé que ella no está feliz.

-Creo que los puntos a considerar sobre una proclamación de ley son...

-Aprecio su interés joven Haddock, pero me temo que la pregunta no iba dirigida a usted. Señorita Dunbroch, aún estoy esperando a su respuesta ¿Puede dármela o me dará pie a que la mande al aula de detención?

No me importó no dar la respuesta, ya que ahora Merida sabe perfectamente que pregunta debe responder. Ella le contesta y satisfecho, más no del todo, Platt regresa a las anotaciones en la pizarra.

No volteo a verla en lo que queda de la clase y me concentro en los protocolos que debemos seguir para dictar una nueva ley y guardo mis cosas en el maletín cuando la clase ha terminado.

Camino para salir del aula y un fuerte brazo me corta el paso cuando llego a la puerta.

-Merida ¿que tal?

-¿Qué fue lo que no te quedo claro de nuestra ultima conversación?

Molesto aparto su brazo de mi camino y la paso de largo en el corredor. No podía discutir con ella. Escucho los pasos apresurados tras de mí y me detengo al llegar a mi casillero.

-¿Ahora me ignoras?

-Simplemente no quiero discutir -digo tomando un par de libros y devolviendo otros. Merida se recarga contra la pared y me escudriña-. ¿Qué? ¿Prefieres que pelee contigo? No veo como eso podría beneficiarme si espero ser tu amigo. Quiero agradarte Merida, y ya que mis primeros acercamientos no funcionaron, tengo que retirarme, revaluar la situación y cambiar el plan de acción.

-¿Tanto molestia solo para que seamos amigos? Me alagas muchacho. Y también confieso que me aterras. ¿No tienes planeado asesinarme cierto?

Cierro fuertemente la puerta de mi casillero y sin pensármelo dos veces sujeto sus mejillas con ambas manos y la beso en los labios. Al principio ella se queda inmóvil debido a la sorpresa pero después responde al beso con la misma intensidad que yo. Después de eternos minutos, nos separamos, con la respiración acelerada y los labios rojos y brillantes.

-No Merida, no es para que seamos amigos.


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⏰ Última actualización: Feb 22, 2020 ⏰

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