Capítulo 11

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─ ¿No te acuerdas de mi Maddyson? ¿No me reconoces?. Eras muy pequeña, pero fuimos muy unidos. ─ dijo ojos océano mientras me miraba asombrado.
Juro que si en este momento intentan sacarme sangre, no me la encuentran en ningún lugar de mi organismo. Ese nombre de nuevo, dos veces en un mismo día… Esto no podía ser bueno. Mi cabeza dolía, lágrimas amenazaban con salir y yo simplemente, sentí miedo.
Realmente no lo recordaba de nada, es más, estaba casi segura de no haberlo visto en mi corta vida, quizás estaba confundido con alguna otra chica que se pareciera a mi, quizás se lo estaba imaginando, o quizás, sólo quizás, estaba enfermo, de ahí el haberlo visto en el psiquiatra. Por fin, tras una larga espera que me parecieron años, reaccione e hice lo único que había aprendido hacer durante todo este tiempo… correr.
Corrí calle arriba, sin destino aparente, a toda prisa, mientras pensaba que Shirak llevaba razón, tendría que haber sido ella la que lidiara con este chico, creía ser más valiente, pero no podía serlo cuando se trataba de ella.

─ Te lo dije Maddy, porque intentas saber algo que te queda demasiado grande. Nunca dudes de mí y jamás, que te quede claro, jamás vuelvas ha impedirme volver a la luz. Nos necesitamos Maddy. Yo te ayudo a ti y tú, haces lo mismo por mí. ─

─ Lo siento Shirak, lo siento. ─ dije mientras corría, buscando algún sitio en el que poder esconderme. Las lágrimas habían hecho una espectacular aparición en mi rostro, mostrando de nuevo mi cobardía, propia de mi en estas situaciones en las que no sabía como afrontar. Lágrimas nacían en mis ojos y morían por mi barbilla, dejando mi rostro con un camino pegajoso y salado. Era demasiado, la situación me sobrepasaba, ¿por qué no era capaz de afrontar esto yo sola?.
Y mientras seguía pensando una y otra vez, que era lo que me había ocurrido en un pasado, el por que no era capaz de recordarlo, había llegado a un claro lleno de césped corto y fresco, con pequeñas flores de pétalos blancos, rodeado de árboles frondosos a una distancia considerable. Aquí nacía el rio que atravesaba el pueblo, lo que significaba que había salido de este, sin darme cuenta, sin haberme parado ha descansar y lo mejor de todo es que ni si quiera estaba cerca de estar cansada, mi respiración era normal y pausada. No podía entender nada de lo que sucedía a mi alrededor. Necesitaba respuestas y las necesitaba ya.

─ Shirak, necesito algunas respuestas, no todas, sólo algunas, aquellas que pueda procesar. ─ le hablaba a Shirak, de manera muy tranquila y cauta, mientras me sentaba en el césped.

─ Sólo si estás dispuesta a escucharlas Maddy, no quieras saber más de lo que puedes enfrentar tu sola. ─ me limité a asentir.

─ ¿Qué somos Shirak? ¿Qué me ocurrió que no puedo recordar? ¿Estoy loca, es eso? ─ dije mientras miraba a la nada, esperando recibir alguna respuesta que me compensara de alguna manera, tanto sufrimiento innecesario.

─ Bien Maddy ha llegado el día, empezaré por el principio, nunca has estado loca, ni lo estás. Siempre has sido una niña muy buena y tranquila. Por causas que ahora mismo no te contare, me ayudaste y me brindaste tu cuerpo de manera inconsciente para que pudiera vivir sin peligro. Si tu pregunta es que soy, aún no puedo revelártelo, se que es poco lo que puedo ofrecerte, salvo mi protección, pero a partir de hoy y quiero que lo repitas conmigo, no vuelvas a llamarte loca. Al cumplir los dieciocho años, yo empiezo a formar parte de ti y ahora, seremos tan sólo una. Empezarás a notar más fuerza y valor, cambios en ti y en tu cuerpo, tan sólo te pido que me dejes ser parte de ti y me dejes actuar en consecuencia. ¿Qué dices Maddy, quieres que me quede contigo y seguir esta aventura juntas? O por el contrario, ¿prefieres que simplemente me marche?

─ No me dejes nunca Shirak, seremos una, no me importa nada más. Pero te pido que me ayudes, ayúdame a recordar y ha saber todo sobre ese chico, sobre lo que me ocurre y ha afrontar a todos y cada uno de los bastardos de este pueblo. ─
Sentí irá, rabia, rencor, dolor, quizás no sabia todas las respuestas, pero creía saber lo suficiente para darme cuenta de que no estaba loca, Shirak existía y no sólo en mi cabeza. La creía a pies juntillas, creía en ella y en sus palabras, al menos ella nunca me había abandonado y aunque a veces era insoportable, era mi amiga y la quería.

─ Bien Maddy eso es lo único que necesitaba oír, te recuerdo que tan sólo tú, eres la única que puede hacer que yo desaparezca, pero eso es algo que ninguna de las dos queremos. Y ahora, tras tu consentimiento, estaremos más unidas que nunca. Pronto empezaremos la aventura para hacerte valer y transformarte en alguien valiente y osada. Sobre lo de ayudarte, jamás dudes de mí, Maddy, tan sólo haz lo que te pida. Todo estará bien a partir de ahora, te daré una prueba de nuestro poder.─ de nuevo Shirak me había vuelto a convencer, no necesitaba escuchar nada más, no quería saber nada más, al menos no por el momento, estando ella, estaba segura.

Y como si del mismísimo milagro de Lourdes se tratara, según terminó Shirak de hablar, empecé a sentirme bien, a sentirme animada, como si algo o alguien segregara endorfinas por todo mi cuerpo. No sentí ganas de llorar, ni sentí miedo hacia ese chico o mi pasado, ni si quiera me importaba donde estuviera mi madre. Era una sensación agradable y contradictoria, como si ya no fuera yo, como si fuera otra persona.

Me levanté del frío y húmedo suelo, sintiendo mi trasero mojado, lo sacudí, intentando eliminar cualquier rastro de hierba fresca o tierra y sin pensarlo demasiado, volví por el mismo camino hacia mi casa, sólo que ahora no me sentía yo, no era Maddy, no la que creía ser, al menos. Me notaba extraña, pero extrañamente bien, viva, audaz, ágil, tanto era así, que sin venir a cuento, mis piernas empezaron a ir más ligeras, más rápidas y sin darme cuenta, estaba corriendo a una velocidad alarmante, saltando obstáculos, grandes piedras y arbustos, dando volteretas en el aire y enganchándome a las ramas de los árboles más altos, mientras caía al suelo de manera perfecta y seguir corriendo. Parecía una gimnasta experimentada, fui tan rápida que en dos minutos exactos estaba en la verja de casa, extraordinaria, eso era la yo de ahora, magnífica e increíble, me encantaba sentirme así, sin miedo, sin temor. No quise apreciar nada a mi alrededor, cosa algo insólita, no mire los árboles, ni las flores, ni las casas de alrededor. Al llegar tan sólo me asomé para averiguar si ese chico de ojos hipnotizantes, azules como el mar, seguía en la puerta de mi casa. Iba hacerle frente, y si aún, no me veía capaz, sabía que Shirak estaría ahí para mi.
Como era de esperar, como si mi historia se hubiera convertido en un tópico, no estaba ahí, se había marchado o volatilizado, daba igual, la cuestión era que no se encontraba donde le había dejado. Sentí decepción, al fin estaba preparada para enfrentarlo y él no estaba. Pero el mundo es muy pequeño y como dice Shirak, el mundo es un pañuelo y todos somos mocos. Asquerosa comparativa, pero muy cierta, cuando llegara el momento nos encontraríamos.

Saqué las llaves de mi bolsillo y entré a mi casa, comencé a llamar a mamá, mirando por toda la casa, pero ni rastro de ella, ni una nota, nada. Todo estaba igual que cuando nos fuimos Shirak y yo. Tampoco me importó, subí a mi habitación y como si de algún tipo de ritual extraño se tratara, como si algo me empujara a hacerlo, quise ver mi reflejo en el espejo. Y como si Shirak esperase lo que iba hacer, se mostró ante mi.

─ Por fin puedo verte Shirak. ─ dije emocionada.

─ Y bien Maddy, ¿te gusta lo que ves?. ─ tan sólo pude reír, mientras movía mi cabeza de manera afirmativa, hacia arriba y hacia abajo. Sonreía a Shirak y a mi propio reflejo. Locura... no, satisfacción.
Increíblemente me encantaba en lo que me estaba convirtiendo, no era un monstruo, era la viva imagen de una heroína, lista para enfrentar al mundo que tanto daño me había hecho.

─ ¿Esto es lo que somos siendo una misma persona Shirak? ─

─ Así es Maddy, se acabó la inquietud, tu intranquilidad, tus días de sobresaltos. Se acabó el temer a algo o a alguien. Y mañana en la preparatoria, lo demostrarás. ─ trague duro y me arme de valor.

Esta era la nueva yo, era la nueva Maddy, era Marak.

El ser que habita en mi ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora