CAPITULO XXXVII

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El pelirrojo se encontraba aguardando en la el comedor, a la espera de Zhan.

No podía creer que se le hubiera ocurrido llamarlo por el nombre de He Tian, había sido una torpeza de su parte y poniéndose en su lugar, el castaño debería odiarle y no lo culpaba.

Imbécil.

Poniendo las cosas en la balanza, Mo sabía que las cosas no podían seguir así. Todos estos años se había estado engañando y lo peor, había estado engañando a Zhan. No podía seguir de está manera, haciendo como que un día iba a despertar y amaría al castaño como él lo merecía. Eso no iba a pasar.

Por más que hubiera intentado amarle, no lo conseguía. Le tenía una gran aprecio, le debía muchas cosas; cuando su madre murió Zhan estuvo ahí para ser su sostén y durante años siguió siendo su apoyo incondicional pero jamás lo llegó a ver de la manera que él esperaba. 

Tal vez todo lo había hecho mal desde un principio, su error fue confundir la gratitud que sentía por él con un posible sentimiento que no estaba, ni estaría, jamás en su corazón. 

Desgraciadamente para el pelirrojo, su corazón era completamente habitado por He Tian y dudaba mucho que el azabache estuviera dispuesto a ceder su lugar a nadie más. 

Lo odio tanto. 

Era lo que Mo se repetía diario, tal ves si lo repetía lo suficiente, su cerebro empezaría a creérselo; mandaría alguna reacción química o alguna mierda de la que tantas veces le explicaron en Biología y a las que él jamás presto atención. Pero sabía que no era así, su cerebro había hecho tregua con su estúpido corazón. Lo habían condenado entré ambos al tormento eterno, a tener que vivir sin la persona que tanto anhelaba.

A lo mejor Mo había exagerado con He Tian, tal vez los motivos del azabache habían sido válidos para hacer lo que hacía, quizás había sido él el que había errado.

Todas estás cosas surcaban la cabeza del pelirrojo con más fuerza en las madrugadas, cuando el insomnio le atacaba y lo hacía presa de la desesperación. Volteaba a mirar a Zhan quién dormía tranquilo a su lado y era en esos instantes que Mo aprendería que tener un cuerpo al lado no era precisamente la sensación de compañía que a veces uno tanto necesitaba, no.

El cuerpo del pelirrojo podría estar en aquella cama, en aquella casa, en aquella vida que había armado junto al castaño pero, su alma y corazón estaban siempre junto al azabache.

Mo se tomó de los cabellos y los jaló con enojo. 

¿Cómo puedo salir de esto?

Recordaba las palabras que muchas veces le recriminaba su madre, la mujer le decía que su necedad y su testarudez nunca le dejarían nada bueno, ahora sabía que las palabras de una madre son por lo regular acertadas.

Seguía sumido en sus pensamientos cuando escucho la puerta abrirse. Se apresuró y encontró a Zhan parado sin ninguna expresión en la cara, Mo odiaba aquello, jamás sabía lo que pasaba por su mente con sólo mirar sus expresiones. Así que se decidió por preguntar.

-Zhan ¿estás bien?- inmediatamente como salieron las palabras se arrepintió, obvio no estaba bien ¿quién podría estarlo?

-Es claro que no Momo… lo siento Mo, es la costumbre.- dijo el castaño sin mirarle, pasando de largo.

Aquello le dejo un sabor amargo al pelirrojo, el hecho de que Zhan se retractara en su forma de llamarle le desconcertó pero entendió que estaba en todo su derecho.

Dio media vuelta y le siguió al interior de la recámara, una vez adentro pudo verlo sentado en la cama con la cabeza baja. Odiaba que todo eso hubiera salido de aquella manera.

HOPE (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora