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La oscuridad del bosque era lo que lo acompañaba, la fauna a su alrededor estaba muerta, los animales estaban convertidos en polvo mientras el viento se llevaba lo último que quedaban de ellos; una sonrisa dibujo su rostro, aquel que aún no podía verse más sin embargo comenzaba a formarse, estaba ganando fuerzas y poco faltaba para su batalla final.

El ciclo seguía y lo amaba, amaba ver sufrir a su contraparte, amaba ser quien lo destrozara una y otra vez ¿Porque? Esa fue la última pregunta que una vez le hizo, Shadow solo negó al recordarlo, no le respondió y no lo haría, no tenía sentido si él no lo averiguaba pero sabía que incluso aunque lo supiera nada cambiaría, el ciclo volvería a repetirse y sus manos que ahora estaban tomando forma se mancharian de sangre nuevamente.

Shadow aún recordaba la primera vez que tomo su forma definitiva, su forma original cabe destacar; la primera vez que la tuvo lo sintió, sintió aquel miedo y dudas que carcomía a su contraparte y eso le agrado, algo en su interior le dijo que debía acabar con la luz que habitaba en el otro y sin dudarlo lo hizo, la risa que soltó hizo que incluso la luna se tiñera de rojo mientras los Dioses a los que alguna vez la luz alabo con fervor.

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Había visto cada uno de sus movimientos, le había provocado heridas y pesadillas pero seguía sonriendo, en ese tiempo su contraparte había sido un pequeño ciervo o al menos parte de ello mientras que la persona que alguna vez amo era un cazador sin escrúpulos, claro así era hasta que se conocieron ambos y se enamoraron.

Recordaba la primera vez que le vio, el pequeño ciervo aún era una cría de 10 años y esté tenía miedo de cerrar los ojos, siempre que su amiga la sirena le preguntaba la razón de esto él contestaba "mi madre solía decir que al cerrar los ojos nuestro cuerpo muere por un momento." Pero él bien sabía que el pequeño mentía, después de todo aquella criatura había nacido con un fragmento de su vida pasada.

Cuando observaba al cervantillo mientras retomaba fuerzas llegaba a escuchar la conversación del jefe de la manada.

—nuestra familia fue bendecida por las estrellas.

—siempre lo dices Kuroba.

—porque es algo que jamás debes olvidar. —mirando al chico. —el cielo estrellado es un regalo para nosotros quiénes protegemos al bosque.

—¿A dónde quieres llegar realmente?

—tú eres especial, naciste con la constelación de la osa, las estrellas te eligieron a tí para que seas nuestro líder. —deteniéndose.

El castaño jamás creía en ello y siguió sin hacerlo pero eso nunca dejó que sus ojos dejarán de mirar aquel cielo que siempre amo.

el límite es el cielo, así que estemos donde estemos siempre estaremos conectados por el cielo. —admirando el manto estrellado de la noche. —supongo que es en lo único que puedo creer ahora y siempre.

Los años pasaron, el cervantillo había crecido, con sus 17 años estaba preparándose para ser el jefe de la manada, aún tenía una prueba que pasar pero siempre era evitada por él mismo; la sombra que siempre lo seguía había comenzado a hacerle ver que su futuro terminaría antes de siquiera comenzar y eso le asustaba.

Una noche de búsqueda, caminaba por el bosque en busca de despejar su mente, la sorpresa se la llevó cuando callo en la trampa del cazador, aquel que siempre se llevaba a las hadas y las quemaba, despiadado solía pensar pero muchos agradecían que se deshiciera de ellas. Con miedo intentó escapar pero la voz del cazador le heló la sangre.

Error. [PAUSADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora