sabela
────「 ♪ 」────Dios mío, esta chica me da pena. Y mira que creía que la ridícula de la situación iba a ser yo.
- María, la has dejado a cuadros. - la otra chica del pelo precioso seguía riéndose. Debían ser compañeras de trabajo, y amigas.
- Hostia, tía, me ha salido solo - le contestó, moviendo los brazos para enfatizar más. Me miró directamente, que ojeras -. Oye, que perdón si te ha molestado.
Llevé los ojos de una otra. Nunca había ansiado tanto teletransportarme. Marina (o María, yo que sé) estaba sorprendentemente más serena que la chicha de la barra. No sabía que el turno de tarde era tan turbio, el chico de las mañanas es un amor.
- Bueno, yo me voy ya. Si os queréis quedar a jugar al silencio no tengo problema, pero apagad las luces y cerrad bien. - dicho eso, se puso el abrigo, agarró su bolso y se fue por la puerta de atrás.
Debería haberme ido antes de que empezara a llover a cántaros. La rubia me miró otra vez y suspiró. Me pasó las llaves que su compañera había dejado sobre la barra.
- Hazme el favor de cerrar la puerta, que estás más cerca - mientras hacía lo que me pidió, ella se acercó al panel de luces del local -. Venga, salimos por atrás y te llevo a tu casa en el coche. No es plan que te vayas así con la que está cayendo.
Me dirigí a la puerta sin rechistar. La loca esta no tiene pinta de asesina en serie, a lo mejor de otra cosa sí, pero asesina no. Espero.
Cuando llegué a su lado, apagó los interruptores y encendió el pasillo hasta la puerta trasera. Sacó las llaves de un coche del bolsillo y empezó a hablarme. Se volvió a disculpar por la impertinencia de antes y me contó algo sobre que si ella le parecía una consumidora su novio parecía un camello.
- A veces contamos que nos conocimos porque mi anterior proveedor se jubiló y que me recomendó que fuera a él, que lo suyo era de calidad. Mira tía, que risas en noche vieja. Pero tranquila que solo son coñas. Y... Eh... Me llamo María.
Sonreí. La verdad es que la loca no era para nada aburrida. Y mierda no se llama Marina.
- Yo soy Sabela. No sabía que podía llover así en Madrid, perdón - María se giró. Había arqueado las cejas, incrédula por lo que había dicho -. En Galicia nos reímos de vuestras gotitas, no me esperaba esto.
Se volvió a girar para mirar hacia delante y abrir la puerta. Me advirtió de que teníamos que correr para no empaparnos más de lo que nos íbamos a empapar sí o sí. A la de tres corrimos las dos hasta el único coche que quedaba en el pequeño aparcamiento de empleados. La rubia iba muy lenta. Abrió el vehículo y me metí. Unos segundos después, ella abrió la puerta del conductor y tomo aire.
- Madre mía, yo esto lo llevo muy mal. - si ella fuera Marilia, se abrirá reído y puesto su cara de ratoncito. Arrancó el coche y fue marcha atrás hacia la salida. Iba muy concentrada, no creí que fuera a hablarme más. - ¿Entonces eres de Galicia? Buah, tía que lujazo, tiene que ser precioso. Julia, la bajita de antes, aunque pone acento madrileño es de Cádiz. Me quedé flipando, te lo juro.
Salimos del aparcamiento. Me miré las uñas, de tanta angustia por no saber cómo volver a mi casa, había acabando devorándome el dedo anular. Espero que Marilia no esté preocupada por mi, lleva todo el fin de semana fuera, deseando volver a casa, y justo yo no estoy.
- Oye... Esto... Isa, ¿Dónde vives? - sin soltar las manos del volante, me echó una mirada rápida.
- Vivo bastante cerca de aquí. Al lado de la biblioteca aquella, la que tiene los ladrillos de colores. - se quedó pensativa. Si ella es de aquí seguro que sabe a cuál me refiero, es muy bonita. Cuando ubicó el sitio, abrió los ojos y suspiró un "Ahhh". - ¿Me has llamado Isa?
Enarcó las cejas. Parece que no se ha enterado muy bien de mi nombre. Hizo un paréntesis en la conversación cuando llegó la rotonda, leyó los carteles y salió por la segunda salida. Volvió a lo nuestro.
- Sí. ¿Qué pasa? - me eché a reír. Marilia se iba a tronchar muchísimo de esto, con lo que le costó a ella dejar de llamarme "Bella".
Cuando iba a contestar, me pidió que me callara, necesitaba concentración. No me puedo creer que se le dé tan mal conducir como para que necesite este nivel de silencio. Me vibra el móvil. Es Marilia, me dice que llegó a casa hace una hora y que todavía no llego yo. Lo sabía. Tecleo super rápido que estoy bien, que una loca me está llevando a casa. «Una loca!!!!!», me río. Le respondo que luego le cuento todo, que se va a reír muchísimo de mi.
María suspira, aliviada de no haber hecho algo mal, supongo. Me mira para que continúe con lo que iba a decir.
- Me llamo Sabela, no Isabel. - le aclaro.
- Mierda - se disculpa -. Me vas a acabar odiando. - Se ríe por lo bajo y para frente a la biblioteca. - Bueno, a partir de ahora me tienes que indicar.
- Todo recto, y la segunda calle a la izquierd sigues recto recto y listo. - me hace caso, pero decide ir a paso de tortuga. "Ya sabes, por si acaso se me pasa", se excusa.
Al fin llegamos, y mientras escribo a Marilia para que me abra la puerta, María añade que es una casaza.
- ¿Pero esto de quién es? - Le cuento la historia resumida: que es la casa de el padre mi hermanastra, las dos vivimos juntas desde que vine aquí a estudiar el máster. - ¿Y no puedo entrar?
La miro, flipando. Antes de que diga nada, la puerta de la entrada se abre y aparece Marilia. Tiene los ojos como platos, pero al ver que la persona que me trae a casa no lleva una camisa de fuerza y solo es una rubia mal teñida con las uñas llenas de pedrolos, se relaja.
- Bueno, muchas gracias, en serio. - María se queda mirado a mi hermana, y luego reacciona para despedirse de mi.
Nos volvemos a mirar como en la cafetería, completamente en silencio y expectantes a lo que pueda pasar. Las ojeras le quedan muy bien. Y el pelo mal teñido. Las uñas me dan más grimilla. Suena un pitido, Marilia a pulsado el timbre de la puerta para llamar mi atención.
- Eh... Sí, claro, no ha sido nada. - abro la puerta del coche y cuando estoy a punto de cerrar suelta: - Bueno, ya nos veremos.
Sonrío, estaría guay ser amiga de la loca. Cierro del todo y me dirijo a la puerta, tras cruzar la cerca subo las escaleras.
- Me lo tendrás que contar todo. ¿No? - le echo una última mirada al coche de María, ya ha arrancado.
- Claro, te lo cuento todo mientras me ayudas a hacerle una pulsera al paraguas. - me mira extrañada. - Es broma, mejor cenamos.
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Me lo he pasado súper bien
escribiendo este capítulo, no
sé porqué.¿Hay gente por aquí?
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cuatro cafés y un bollo {ot2018}
Fanfiction- Otro café, por favor. - Llevas cuatro. Afuera llovía muchísimo. Y menos mal que llovía, porque sino, yo no te estaría contando esta historia. ☄️; estrella galicia