☄️; personajes de altas dimensiones

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sabela
────「 ♪ 」────

La risa de María es lo único que se escucha en la calle, no sé qué coño responderle cada vez que termina una oración y me mira. Es exactamente igual que cuando Miriam y yo nos conocimos, solo que ella no hablaba tanto como María está hablando ahora. No creo que nadie pueda hablar tanto como María.

Casi estamos en la tienda, ando rápido para evitar que me cierren en la cara y me toque volver con las manos vacías. Ya se divisa el cartel, no parece que estén a punto de cerrar. Corro los últimos metros, con la paranoia de llegar demasiado tarde. Por suerte, la cajera aún estaba en su puesto.

– Menos mal. – susurra María detrás de mi.

Entro sin devolverle la mirada y me dirijo al pasillo de los huevos, sin saludar al pasar por delante de la cajera. La malteñida sí la saluda, aunque como yo, ella ha optado por ser una borde y no contestarla. Quiero volver a mi casa, taparme con la mantita y comer patatas fritas mientras vemos otro capítulo de la serie esa que le mola a Marilia. Miro las docenas de huevos con atención, elijo uno que no tiene pinta de tener ninguno roto y lo analizo en profundidad. Está perfecto. Lo agarro y vuelvo hacia las cajas, deposito los huevos encima de la cinta corredera y espero a que la cajera los pase por la máquina para pagar.

Cuando salimos, María no para de insistirme en que quiere llevar ella la bolsa. Resoplo y se la paso, ella sonríe triunfante.

– ¿Y... en qué trabajas tú? – me pregunta. La miro de reojo.

– Pues... Yo principalmente estudio, pero por las tardes soy niñera. – le respondo intentado parecer desganada.

Veo como sonríe con ternura y exclama "¡Qué mona!". No me sorprede, la mayoría reacciona así. Me sigue preguntando sobre lo mismo, y acabo contándole que cuido a unos mellizos y a una niña. Su cara de amor se profundiza hasta un tercer grado. Quién diría que a la fumeta le iban a gustar los niños.

– Bueno, y también vigilo a mi hermana cuando su padre no está. ¿Y tú qué haces aparte de la cafetería? – María me mira y sonríe.

– Pues... Voy de fiesta y a veces pincho. – se ríe y aparta la vista – Suena un poco patético, pero no me veo haciendo otra cosa, me gusta el ambiente de la cafetería. Mi novio me dice que Julia y yo podríamos abrir una por nuestra cuenta algún día... Pero... Es un lío.

Seguimos caminando, María coge carrerilla y de nuevo se pone a hablar sin parar. La escucho atenta. Me vuelve a mencionar a su compañera de piso, que se llama Marta, y de ahí no puede parar de rajar sobre ella porque la ha dejado plantada.

– Porque vamos, yo ya estaba yendo hacia allí cuando me llama y me dice que se raja, que le ha surgido algo con no-sé-quién. – me mira indignada, esperando que la apoye.

Asiento, dándole la razón.

– Mi hermana es igual, está en plena adolescencia y es un poco inaguantable a veces. – me rio, las pataletas de Marilia con su padre, por lo general, me hacen gracia. Es como el malo de 'Toy Story 3'.

María sonríe y mira al suelo.

– Ya, yo a esa edad reventé una fábrica abandonada.

La miro con los ojos como platos, será una broma. Está roja de vergüenza observando sus pies, me echa una mirada rápida. Aguanta la risa durante unos instantes y luego no puede evitar carcajear.

– María, mi hermana tiene 16 años.

– ¡No jodas! Creí que tendría 11 o 12, tiene cara de bebé.

cuatro cafés y un bollo {ot2018}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora