⋄Luz

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El acuerdo fue firmado por los asistentes y representantes de los señores feudales en un acto desesperado por obtener el antídoto que curara a los hombres.

Al encuentro con los poderosos líderes fui acompañada por Naruto, Kakashi sensei le permitió ser un escolta para la misión, así como otros miembros shinobis que se encargarían de tomar los reportes necesarios para comenzar el juicio.

Todavía estaba cansada físicamente por no descansar lo suficiente, pero si todo ese sacrificio significaba que Sasuke podría salir de prisión entonces todo valía la pena.

Los seis señores feudales, así como Tomaru y el científico, se encontraban en la residencia feudal del país de la Hierba. Incapaces de trasladarse a sus lugares de origen y en la espera de mi ayuda todos permanecían en sufrimiento. Entrar a ese sitio y verlos derrotados era como saborear la victoria.

Naruto se mantenía a mi lado en todo momento, los ancianos le miraban con debilidad y no pude evitar sonreír, tuve que cubrirme la boca con el dorso de la mano y carraspear para ocultarlo.

—Eres el héroe de la Cuarta Guerra, Naruto Uzumaki —dijo el daimio del país del Agua, sus labios apenas podían abrirse.

—El Hokage ha enviado un buen shinobi, como se esperaba —oí a uno de los súbditos.

Recorrí con la vista a cada uno de los hombres que reposaban en camillas, todos amontonados en una misma sala y acompañados de algunos empleados. Me paré en el centro del lugar y me crucé de brazos, cuando mi mirada llegó hasta Tomaru pensé que me gustaba más verlo en su estado actual, padeciendo lo mismo que le había ocasionado a Sasuke.

—¿Te vas a quedar allí todo el día? El Hokage te envió para que nos cures —dijo un daimio, giré el rostro y le puse toda mi atención— No pierdas el tiempo.

—El Sexto Hokage me envió porque esto es una misión que será pagada, según la hoja llenada y firmada por sus representantes —dije—. Como sabrán, no es mi obligación hacerme cargo de sus problemas.

—Qué mocosa tan insolente.

—Debería guardar sus energías para sobrevivir, señor —dijo Naruto.

—Naruto tiene razón, a menos que desee morir antes que los demás.

Los rostros de angustia de los otros feudales fue una clara muestra del pánico que experimentaban. Un hombre más joven se acercó a mí y tomó una de mis manos, eso fue inesperado. Sus ojos celestes brillaban y me veían.

—Doctora, por favor, ignore las palabras de mi padre y encárguese de su salud. Pagaré más del precio establecido si es necesario.

Aparté mi mano.

—Antes quiero comunicarles que se hará un nuevo juicio para Sasuke Uchiha —expresé en voz alta—, dentro de pocos días el Juez Supremo será quien dictamine el destino de Sasuke.

—Eso no es posible.

Volteé con el daimio del país de la Hierba.

—Sí es posible, es una orden de nuestro Señor Feudal y ustedes nada tienen que reclamar. Nos hemos enterado de la subasta secreta y ¿adivinen qué? ¡Sí! Es ilegal subastar a los presos o parte de ellos.

Tomaru no dejaba de verme, estaba molesto pero no podía reclamarme ya que el dolor del veneno en su cuerpo no le daba oportunidad de intervenir.

—Yuto también participó en la subasta, e incluso ofreció dinero por uno de los ojos del Uchiha —argumentó el anciano—. Él no es quién para juzgarnos si también fue partícipe.

Hito de EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora