⋄Botín de sangre

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Tomaru Namiko, ese era el nombre del hijo del señor feudal del país de la Hierba. Antes de hablar con Kakashi sensei, investigué un poco respecto a este sujeto.

Sai fue mi cómplice en aquella situación de obtención de información. ¿Que era ilegal? Sí, lo era. Pero en este mundo todos los poderosos recurren a sus más sucias técnicas para recolectar datos privados, comparado con sus atrocidades, lo que yo hice era hasta infantil.

Luego de hablar con Kakashi sensei ambos concluimos que en efecto, Tomaru tenía un interés particular por los ojos de Sasuke, su problema de visión era justamente lo que lo motivaba a querer apoderarse de ellos.

Entregué los resultados de los análisis de sangre sin ninguna alteración, no vi la necesidad de hacer tal cosa puesto que Sasuke no estaba en su mejor condición. Y así, el pasar de los días se volvió más doloroso.

Naruto me contó que él también había pedido ver a Sasuke, mas no aprobaron su visita. No hubo un motivo, simplemente nadie podía verlo.

Cuando me relataba tal acontecimiento, mantuve mi silencio ensombrecido y pensé que, aunque Naruto era mi buen amigo y él también quería que Sasuke fuera libre, no podía contarle nada de mis sospechas. Yo no tenía derecho a manchar la reputación del héroe de la Cuarta Guerra.

Considerando que era un candidato para ocupar el puesto de Hokage una vez que Kakashi sensei se retirara, incluirlo en una situación así sería tirar por la borda todos sus esfuerzos y sacrificios. Oír silenciosamente era mi única opción.

Cada mañana frente al espejo veía a una Sakura diferente, una mujer sin ánimos y un par de tristes ojeras; con un vacío doloroso en el alma y sin ganas de continuar. La vida misma era la tortuosa manera en que estaba siendo castigada. 

Mis cortinas siempre estaban cerradas y la oscuridad del departamento se convirtió en mi compañera.

Busqué hasta el cansancio una manera de ayudar a Sasuke, pero mis desvelos estaban siendo en vano. No encontraba manera sana de solucionar las cosas.

En la Academia Ninja fui instruida para defender a mi pueblo, para proteger al señor feudal e incluso sacrificar mi propia vida para protección de mi gente. Lo creí, todos lo creímos, y crecimos escuchando día tras día la voluntad de fuego que se tatuó en nuestra mente impulsándonos a ser grandes shinobis al servicio de una nación.

Pero ¿cómo puede uno mantener ese coraje? Pelear en la guerra fue supervivencia, y la satisfacción de salvar al mundo se convirtió en rencor. Ver los rostros de los aldeanos y hombres poderosos viviendo en felicidad, ignorando el destino de uno de los héroes que estaba escondido en una prisión, sí, oculto como si fuera una vergüenza mostrarlo al mundo y preferir que muriera olvidado.

En mi corazón poco a poco moría ese sentimiento de empatía por los demás, sacrificar tanto para nada no eran deseos muy atractivos. Decidí ser ninja, decidí proteger al pueblo, pero amaba más a mis padres y a Sasuke que a cualquiera de ellos.

Si yo terminara en prisión, estaba segura que ninguno de los aldeanos movería un solo dedo para ayudarme. Ningún hombre poderoso haría algo al respecto porque sus vidas ya estaban servidas en bandeja de plata y no tenían de qué preocuparse, a menos que no encontraran a otro médico lo suficientemente eficiente para curar sus malestares, entonces, muy posiblemente me permitirían ver la luz.

Pero Sasuke era un Uchiha y ellos odiaban ese linaje. Lo único que podían desear era ser dueños de sus ojos.

La razón por la que mi cabeza no podía dejar de pensar en todo esto era debido a la última y más reciente reunión de los acaudalados hombres que manejaban las cinco grandes naciones y un par de daimios de tierras no tan prósperas. 

Hito de EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora