Capítulo 10: Compañía...

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-Goku, me hiciste tanta falta...

-Lo siento Chi, pero era necesario...

-Prométeme que volverás, prométemelo, por favor Goku...

------------ (Por Goku)

Un leve sonido me hizo despertar, meneándome entre las sábanas hasta volver a hundir mi cara entre las almohadas, pero no pasaron ni dos segundos cuando ese leve golpeteo volvió a hacerse presente, logrando hacer que el sueño terminara por escapárseme. Abrí los ojos de manera cansada, parpadeando un par de veces hasta que distinguí la pared a un lado de mi cama. Giré sobre el colchón y viajé mi brazo a un lado, esperando encontrarme con ese cuerpo cálido y suave, pero solo encontré un hueco y la frialdad del vacío.

Contemplé la almohada vacía al lado de mí, recapitulando todo nuevamente, donde a pesar de haber huido de casa hace ya tres meses, seguía buscando su compañía inconscientemente. Estaba realmente solo. Miré en todas direcciones volviendo lentamente a la realidad, despertando de esos dulces sueños en donde todo seguía bien y las cosas marchaban como si nada, pero a mí alrededor solo había paredes blancas y modernas de un reducido cuarto, con adornos incomprensibles, los cuales venían incluidos cuando Bulma me la dio.

Me senté en la orilla de la cama y fue cuando el motivo de mi conciencia volvió a sonar, prestando más atención y cayendo en cuenta que se trataba únicamente del golpe de un animal recolectando sus alimentos en los alrededores. Quizá siempre había vivido en el bosque, pero pasar los días al lado de las risas y gritos de mi familia, me había hecho perder la percepción del ruido que generaba la naturaleza. Últimamente las cosas estaban muy silenciosas.

Llegué hasta el cuarto de al lado, igual de reducido que el anterior, pero incluía lo necesario para sentirse a gusto. Miré la cocina y añoré una vez más la comida humeante esperándome cada mañana en la mesa, acompañada de esas sonrisas que me compartían un cálido: buenos días. Ahora solo el sonido de mis pasos hacía eco en las paredes de la habitación. En realidad no utilizaba la cocina, prefería cazar y freír mis propios alimentos en la intemperie, siempre buscando una manera para distraerme y no volverme loco ahí encerrado.

Me vestí con mi traje de entrenamiento normal y salí al exterior velozmente, alzando el vuelo a través de las montañas, utilizando solo el ki necesario para no llamar mucho la atención, aunque en realidad ya no hacía mucha falta. Tanto Vegeta como el resto, conocían ya mi ubicación actual, mucho más después de que Bulma me regaló la casa y terminaba por relajarme en las noches o me perdía en mis entrenamientos.

Vegeta fue el que me sugirió tratar de continuar como si nada, después de pasar un mes tirado en el suelo casi al otro lado del mundo llorando y lamentándome, él se encargó de golpearme ---literalmente--- y convencerme de que debía continuar a pesar de todo, me persuadió para visitar a mis hijos en primer lugar, y vaya que si funcionó, debía seguir en pie por ellos, y por el resto de los que confiaban en mí.

Después de eso decidí pasar las horas meditando, cazando, durmiendo, pero igualmente prefería pasarla en el anonimato, convencido esta vez por mi hijo, y por mi propia razón, para superar el asunto finalmente. De acuerdo, no lo había superado aun, es decir, abandonar todo de un día para otro no es muy fácil, tampoco es sencillo tratar de aceptar la situación así como así, pero al menos la parte más difícil ya estaba en pie. Empezar otra vez.

Al término de dos meses intentando mentalizar los hechos, caí en muchos resultados y conclusiones, no era fácil para mí, pero seguramente para ella tampoco. Además, dejando a un lado el pensamiento egoísta, estaba el hecho de que era lo mejor, para los dos en realidad. Mi casa, esa casa donde pasé tantas cosas, últimamente se había convertido en mi prisión de barrotes de hielo, y con ella, Chi, la desconocida con la que me tenía que vivir.

Tocando en las puertas del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora