XI. Siguiendo la pista, vamos a la discoteca

59 9 40
                                    

La pantera y la fresita salieron rápidamente de su hogar, dirigiéndose a la oficina y tomando todo lo necesario para poder ir a ver al sombrerero loco, ambos sintiendo las miradas de sus compañeros sobre ellos.
En su mayoría parecían solamente ignorarles. Algunos los miraban con rabia y cierta soberbia, ya que estaban en la mira del gran Sousuke Aizen, uno de los jefes más reconocidos de todos los cuerpos de policía de la ciudad.
Otros solamente los observaban con burla en sus miradas al percibir la tensión en el cuerpo del chico de cabello naranja, ya que se notaba a leguas que algo sucedía entre ellos.
Y otros solamente les sonreían emocionados, deseándoles suerte ante el gran caso, aunque esas personas que les deseaban lo mejor eran escasas.

Aun así, los compañeros simplemente siguieron su camino. Urahara Kisuke les llamaba para darles pistas, al menos eso esperaban, aunque Ichigo no lo tenía tan claro, puesto que conocía al sombrerero loco y sinceramente podía esperar cualquier cosa de él.

―A lo mejor le tienes que hacer una mamada para que nos de la información que necesitamos ―musitó con esa sorna que le precedía Grimmjow. Haciendo que Ichigo se atragantase con su propia saliva para verle con aquel característico fulgor rabioso en sus ojos.

―Claro que no va a pedir nada de eso. Urahara-san será raro pero no tanto ―dijo él limpiándose sus labios con el dorso de su mano, y allí la mano de su compañero le tomó del mentón y acarició con su pulgar los finos labios del chico. En ese momento Grimmjow sonrió ladinamente, convirtiendo la cara de Ichigo en un lienzo carmesí de la vergüenza.

―No me extrañaría que el viejo te pidiese algo así con unos labios tan coquetos como los tuyos fresita ―dijo con esa característica sonrisa ladeada mientras sus colmillos se mostraban. Ichigo en ese instante solo golpeo la mano ajena para gruñir y desviar su mirada.

―No te suelto una hostia porque podemos tener un accidente y no me da la puta gana estrellarme ―gruñó por lo bajo Ichigo, y al escuchar la gutural risa de su compañero chilló―. ¡Deja de reírte imbécil!

―Si pides lo imposible, claramente no voy a dejar de hacerlo ―sonrió nuevamente el hombre de cabellera azul mientras afilaba su mirada de reojo al chico, pero sin dejar de prestar atención a la carretera.

El menor solo pudo gruñir ante el exasperante comportamiento de su compañero, solo habían pasado un par de horas desde que había huido de las situaciones incómodas de la oficina, y ahora le había tocado volver, recibir miradas inquisitivas de sus otros compañeros y ahora tenia que volver a trabajar sin poder descansar ni una pizca.
Su cabeza palpitaba con fuerza. Una sensación punzante y desagradable, un dolor de cabeza doloroso y del cual solo era responsable una persona: Su maldito compañero.

Aunque el dolor era lo de menos, pues lo peor de todo era tener que soportar la burlona y socarrona sonrisa de Grimmjow. El malnacido, cada vez que Ichigo le miraba con rabia, o de reojo, solo sonreía más ampliamente, mostrando su perfecta dentadura en aquel bufonesco gesto.
Claro que sí había alguien a quien echarle la culpa de todo, Ichigo sabía a quien culpar, y esa persona era él mismo.

¿A quién se le habría podido ocurrir decirle a una persona como Grimmjow: "¡Él no eres tú!"?

Solo pensar en aquel momento y las consecuencias que ya le estaba trayendo hacía que el pobre chico de cabello naranja se arrepintiese de su yo de unas horas atrás.

―Kurosaki ―, llamaron su atención, haciendo que un pesaroso suspiro escapase de sus labios para mirar a Grimmjow―. Dejando las coñas de lado, debes tener cuidado con Aizen, ese cabrón aunque es mi jefe no se anda con gilipolleces, nos tiene a todos analizados y controlados, así que cubre bien tu espalda o serás una marioneta más como hizo con muchos...

Matched With an Idiot «GrimmIchi»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora