La primera vez

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5 de febrero de 2018

—¡Ago, ¿vamos juntos?! —Imita una voz mucho más aguda que la suya.

—Te odio mucho —refunfuña el rubio, mientras abre la puerta de la habitación de su novio—. O sea, sabes la vergüenza que me ha dado, pero a pesar de eso te sigues burlando.

—Pero ¡a ver si te crees que a mí no me ha dado vergüenza, mi niño! ¡Que no sabía dónde meterme cuando te ha entrado el ataque de encoñamiento delante de toda la clase!

Raoul suspira, masajeándose la frente y sentándose sobre la cama de Agoney, que deja la mochila en una esquina y se cruza de brazos, a la espera de que su chico lo mire. Acaban de volver de la biblioteca después de una tarde intensa de estudio, y han acabado hasta cenando con Nerea y Alfred.

—Y lo peor —Raoul levanta la cabeza— es que ahora todo el mundo me lo va a recordar para siempre. Vamos, no ha pasado ni medio día y Alfred ya me lo ha recordado cuatro veces. Me quiero morir.

—No sé si lo sabes, pero... —Agoney se agacha para estar a su altura—, se supone que hay nervios que conectan tu boca con tu cerebro. Deberías empezar a usarlos, y pensar un poco antes de soltar eso.

El rubio lo fulmina con la mirada, pero Agoney sonríe y deja un beso en su barbilla. Esto consigue el efecto deseado, que los ojos de Raoul se iluminen como un árbol de Navidad. El catalán acuna con una mano su mejilla para volver a besarlo, cerrando los ojos y mordiendo al finalizar el labio inferior del contrario.

—Me apetece enseñarte una cosa. —Agoney abre los ojos, totalmente embobado con el movimiento de los labios de su chico.

—Pues venga. —Le da un golpecito en el muslo antes de levantarse para dejar que salga de la cama.

Raoul va directo al teclado que el canario tiene puesto contra la pared. Se sienta en el taburete cutre que Agoney se propuso cambiar por algo más sofisticado, pero que sigue ahí por falta de tiempo y de ganas de buscar algo distinto.

Se acerca a él, apoyando sus manos sobre los hombros contrarios, y empezando a acariciarlos, sin llegar a masajearlos. Raoul toca notas al azar, abstraído.

—¿Qué canción quieres enseñarme? —susurra para no interrumpir su concentración.

Raoul suspira y cesa de tocar.

Writing's on the wall.

—Tu canción para la Batalla... —Aprieta sus hombros, haciendo que el rubio eche la cabeza hacia atrás. Le da un pico que lo hace sonreír—. ¿Vas a tocar el piano?

—Allí no. —Menea la cabeza—. Pero sí que me la he aprendido. Y me apetece enseñártela.

Agoney asiente y deja que su novio lo transporte a otra dimensión. Una de las mejores partes de haber admitido lo que siente por él es que ahora pueden compartir de todo, incluso música, y puede recrearse en los increíbles sonidos que salen de la boca de su novio.

Cuando finaliza con las últimas notas, Agoney solo puede lanzar un silbido de impresión. Realmente su novio tiene esa voz.

—Vas a ganar la Batalla sin haberte presentado a ella.

—Exagerada... —Menea la cabeza con una sonrisa.

Deja sus hombros cuando intuye que Raoul quiere darse la vuelta. Este se queda sentado en el taburete frente a él, que por una vez tiene que agacharse para estar a su altura. Ninguno de los dos dice nada, pues solo les importa besarse, estar con el otro aquí y ahora, porque sienten que es lo que merecen en ese momento.

Sueña-One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora