Unstoppable.

545 52 4
                                    



La manada yacía en el suelo, cada uno de sus integrantes portaban heridas graves en su piel.

En esos momentos es que agradecían el no haber traído al humano, pues si así quedaron ellos siendo sobrenaturales, no querían pensar en cómo pudo haber terminado Stiles siendo un simple humano.

Una sonrisa burlona estaba plasmada en la cara del enemigo. La sangre de sus oponentes manchaba su blanca cara, también esta caía por sus dedos en formas de garras, los filosos dientes sobresalían de su boca.

Los demás monstruos rodeaban a los sobrenaturales, porque eso eran, eran monstruos, no tuvieron piedad alguna, ni siquiera cuando la manada prometió dejarlos vivir si se iban en paz de Beacon Hills.

Los ojos rojos de las criaturas brillaron con mayor intensidad.

Lydia podía sentir como la muerte venía por ellos, quería gritar.

Pero la voz no le salía.

Una grave herida adornaba su cuello, a su lado Isaac trataba de absorber el dolor de la chica, sin embargo no parecía funcionar del todo, pues el también portaba varias heridas que sanaban muy lento.

—Mátenlos —ordenó. La voz del demonio era gruesa y atravesaba el alma de cualquiera que se le pusiera enfrente, la sonrisa burlona jamás abandonó su cara—. Y no dejen a nadie vivo —concluyó serio.

El horror se reflejo en cara de toda la manada.

Morirían y no podrían ver a sus ser queridos. Lo sabían.

Los demás monstruos avanzaron con lentitud, mientras la manada retrocedía todo lo que podía, no querían morir.

Estaban apunto de atacar y matarlos cuando una suave voz resonó por todo el bosque.

Voy a sonreír —un chico de melodiosa voz se asomaba por los árboles—. Sé lo qué necesitas para engañar a este pueblo —no sabían quien era su salvador. No se llegaba a ver su cara—. Lo haré hasta que caiga el sol —el misterioso chico portaba una chamarra roja, unos pantalones ajustados negros y unas Converse blancas—, y durante toda la noche, oh, sí —el pañuelo que cubría su boca y nariz, y la capucha que no permitía ver sus ojos impidió que alguno de los presentes lo reconociera—. Oh, sí, te diré lo que quieres oír —la armoniosa voz salía sin filtro por su garganta. "¿Quién es?" se preguntaban—. Detén mis gafas de sol mientras derramo una lágrima —el dolor de la manada comenzaba a desaparecer—. Nunca es el momento adecuado —las heridas causadas también empezaron a desaparecer. Comenzaron a sanar—. Me pondré mi armadura, te mostraré que tan fuerte soy —la voz del chico subió—. Me pondré mi armadura. Te mostraré que lo soy —los demonios estaban perplejos, una fuerza evitaba que se movieran—. Soy imparable —la manada, poco a poco, comenzaron a levantarse sorprendidos al ver como, con tan sólo el dulce y violento catar el chico, sus heridas empezaban a desaparecer—. Soy un Porsche sin frenos —la fuerza comenzó a llegar—. Soy invencible —el misterioso chico comenzó ascender hacia el cielo—. Sí, voy a ganar cada juego —la luz lunar brilló con intensidad alumbrando al chico que parecía ángel—. Soy tan poderoso. No necesito baterías para jugar—ángel que sin saberlo, estaba con ellos, siempre, en cada instante, en cada minuto—. Soy tan seguro —el chico estiró sus manos, la magia que salía de su cuerpo se pasaba a la manada, su manada—. Soy imparable hoy —la oleada de fuerza y seguridad de que ganarían esta batalla llegó a ellos como tsunami—. Soy imparable hoy. Soy imparable hoy —la manda se puso de pie. Ni un sólo rasguño había en su piel—. Soy imparable hoy —todos agradecieron en silencio al ángel que vino a salvarlos—. Soy imparable hoy —"¡Luchen!" resonó fuerte en la cabeza de cada uno—. Desplomado, únicamente solo, voy a llorar en voz alta —Derek alzó la mirada hacia los demonios, en sus furiosos ojos decoraba el color azul eléctrico, si bien ya no era un Alfa, aún peleaba como uno—. Nunca verás lo que está escondido —el frío viento mecía el cabello que sobre salía del gorro del Ángel—. Escondido en el fondo... —un fuerte rugido acompañó su canto—. Lo sé, he escuchado eso de que dejar ver tus sentimientos... —una pulsera hecha de ceniza de montaña decoraba la muñeca del chico—. Es la única manera de hacer crecer una amistad —detrás de toda esa ropa se escondía un niño lleno de lunares—, pero tengo tanto miedo ahora —y detrás de esas melodiosas palabras que iluminaban el sendero de la manda había mucho dolor disfrazado de alegría—. Me pondré mi armadura, te mostraré qué tan fuerte soy —el sufrimiento silencioso corría sin piedad por las venas el niño perdido—. Me pondré mi armadura, te mostraré que lo soy —la luna lloraba por él—. Soy imparable. Soy un Porsche sin frenos —sin embargo se sentía orgullosa, pues sabía que él es fuerte—. Soy invencible —él es capaz de levantarse, él es la luz de ellos, es su plataforma, su soporte, su cordura—. Sí, voy a ganar cada juego —la fuerza que mantenía a los demonios se fue, se esfumó con el viento—. Soy tan poderoso. No necesito baterías para jugar —verdades disfrazadas en canciones—. Soy tan seguro. Soy imparable hoy —la batalla comenzó de nuevo—. Soy imparable hoy. Soy imparable hoy —pero esta vez, los buenos tenían más fuerza—. Soy imparable hoy —gracias a su ángel—. Soy imparable hoy —pero eso, ellos no lo sabían—. Soy imparable hoy —pues la pulsera que se encontraba en su muñeca impedía que los sobrenaturales supieran quién es él—. Soy imparable hoy. Soy imparable hoy —la suave brisa acarició su ropa, su chamarra abierta, dejaba ver una camisa blanca con las líneas del cuello negras—. Soy imparable hoy —la adrenalina corría sin frenos por las venas de todos—. Me pondré mi armadura, te mostraré qué tan fuerte soy —lo demonios cada vez eran menos—. Me pondré mi armadura, te mostraré que lo soy... —la sangre ahora no era de los buenos, ahora era de los malos—. Soy imparable. Soy un Porsche sin frenos —el terror ahora adornaba las caras de los demonios—. Soy invencible. Sí, soy a ganar cada juego —el campo de batalla cada vez estaba más vació—. Soy tan poderoso —el rey flotaba sobre ellos—. No necesito baterías para jugar —él no juzgaba, él felicitaba—. Soy tan seguro. Soy invencible —hoy ellos ganaban—. Soy imparable hoy. Soy imparable hoy —hoy la victoria es de ellos, porque se la merecían—. Soy imparable hoy —la luna iluminaba al chico con más intensidad—. Soy imparable hoy —el último enemigo los mira aterrorizados—. Soy imparable hoy. Soy imparable hoy. Soy imparable hoy —el demonio mira al ángel en el cielo, los ojos del chico brillan—. Soy imparable hoy... —pero no brillan de maldad, sino de felicidad.

El demonio cae sin vida al suelo.

La manda mira a su ángel.

Pero él ya no está.

Fin del capítulo.
Editado.
(Si hay algún error, díganmelo. Gracias.)

S.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora