Toris se dejó caer tembloroso sobre la cama, cerrando los ojos tras cambiarse al pijama y cenar apenas. Todo le daba vueltas. Desde que la puerta se había cerrado tras él, había esperado a la vuelta del vaticano. Sin embargo pasaron las horas y la celda seguía vacía. Llegó la comida y nada. Llegó la cena, y todo seguía igual. Le angustiaba pensar que estaba sucediendo. A lo largo de aquel día no se había siquiera atrevido a hablar con Lily, la cual lucía feliz con un nuevo vestido que aquella pareja de casados debía haberla traído. Y finalmente las luces fueron apagándose lentamente, hasta que todo quedó a oscuras, mandando la hora de dormir. Sin embargo no se veía capaz. Aquella escena se repetía una y otra vez. Por mucho que se esforzase en cerrar los ojos, era absolutamente incapaz de conciliar el sueño. Ni siquiera tenía fuerzas para levantarse y coger un libro. Se quedó quieto, con la mirada perdida en la oscuridad de aquella celda durante algunas horas. Al menos hasta que una pequeña pero repentina luz le hizo cerrar los ojos. Era la luz de lectura de Andrea. Pero a medida que se iba acostumbrando, pudo ver, con horror, a lo que parecía un guardia entrar en la celda de Andrea con este en brazos, inconsciente, con un pijama limpio cubriendo toda herida que pudiera haber en su cuerpo. Sin embargo aún así pudo adivinar el ligero relieve de las vendas cubriendo su torso. Era un tipo de vendaje que ya había sufrido antes. Pero no a tal nivel. No era capaz de imaginarse el sufrimiento ajeno. El hombre le tumbó en la cama con cuidado, para salir enseguida apagando la luz y dejando todo de nuevo en la oscuridad más absoluta. Tragó saliva, incapaz de ver nada. Y tampoco quería encender su luz, temeroso de despertar a Lily. Por lo que se quedó como estaba, incapaz de dormir. Las horas pasaron silenciosamente, en las que dio vueltas sobre si mismo de vez en cuanto, asustado. Finalmente, en lo que le pareció una noche eterna, las luces se encendieron. Sin embargo aquella mañana no imitó su usual rutina. Se sentó en la cama, apoyado contra la pared, abrazándose a si mismo. Pero para su sorpresa, pudo ver como Andrea se levantaba con algo de dificultad. Y pese al daño que había visto que le era infligido, y que si bien su curación era rápida tampoco tanto, parecía ocultar sorprendentemente bien el dolor. Únicamente mostraba una ligera cojera. Pudo ver como se metía en el baño para cambiarse, con la mirada gacha, evidentemente cansado. Tras lo que había visto le sorprendía incluso que hubiera sido capaz de despertar. Tomó aire, y le imitó en ir a vestirse. Cómo días anteriores, no se puso la ropa al completo. Únicamente zapatos pantalones y blusa. No se sentía con fuerza de ponerse el resto de decoraciones que confeccionaba sus ropas antiguas. No tardó mucho. Se aseo rápidamente, y finalmente salió, viendo que el desayuno, igual que siempre, ya preparado. No tenía hambre. Sentía de nuevo que si comía vomitaría. Pero aún así no tardó en sentarse en silencio, tomando un poco con lentitud. Dejó todo a mitad. No podía más. Se quedó un rato así, hasta que vio como la comida desaparecía por aquel pequeño montacargas, y finalmente suspiró cansado, alzando la mirada. Todos habían terminado de desayunar. Y Andrea se había puesto en pie, igual que todas las mañanas, vestido ahora con su hábito y alzacuellos. Toris, sin entender realmente de donde sacaba la fuerza moral de seguir con aquello tras lo vivido el día anterior, fue al frente como solía hacer en cada misa. Sin embargo aquella vez, cuando Andrea comenzó, no le quitó ojo de encima. Si bien su expresión era tranquila pudo notar enseguida cierta rigidez en sus brazos. Cómo si le doliera moverlos. Y no le extrañaba. Todos rezaron en silencio, a sus respectivas formas, y en su caso, acabó pidiendo auxilio por su amigo. Desconocía si le iba a oír. Pero prefería intentarlo. Lo último que debía perder era la fe. Fe en que saldrían, fe en que le escuchasen, fe en que juntarse de manos todas las mañanas sirviera de algo. Cuando terminaron tardó unos segundos en levantarse, pero al hacerlo pudo notar que Andrea se había sentado de rodillas frente al cristal, mirándole preocupado. Enseguida, al verle así, recordó lo visto el día anterior, pero enseguida intentó quitarse la imagen de la mente y se sentó frente a él con las piernas cruzadas.
- "Tienes mala cara. ¿Estas bien?" - preguntó enseguida Andrea.
Todavía no entendía de donde sacaba las fuerzas para mostrarse tan sereno, para preocuparse de tal forma por todos a su alrededor. Sonrió como buenamente pudo, asintiendo.
- "Si, solo estoy algo cansado" - respondió enseguida, sin querer decirle la verdad - "¿Cómo estás tú? Me preocupé al ver que no volvías"
Andrea negó enseguida, mostrando a su turno una débil sonrisa, carente de fuerza y sinceridad.
- "Estoy bien, cansado también. No tienes que preocuparte, pero gracias aún así"
Toris notó enseguida que estaba omitiendo lo que realmente había sucedido. Cualquiera se habría preocupado al no verle en todo el día. Pero no dijo más al respecto. Sencillamente asintió. Andrea se puso en pie, y cantando por lo bajo, o al menos eso parecía por el leve movimiento de su boca, se fue a coger su Biblia y se sentó en la mesa con disimulada dificultad. Toris tragó saliva, poniéndose en pie a su turno para irse directo al baño, sentándose en el váter cerrado, y finalmente hundir su rostro entre sus manos, dejando escapar algo parecido a un grito ahogado. Le costaba respirar. Y antes de poder darse siquiera cuenta sentía lágrimas comenzar a caer por sus ojos. Pero entonces un ligero cosquilleo en el pie le sobresaltó. Allí, en mitad del suelo, había una diminuta rama de donde empezaba a crecer una pequeña pero hermosa rosa roja como la sangre. No se atrevió a arrancarla, pero sabía bien que solo una persona podía haberla enviado. Limpiándose torpemente las lágrimas salió del baño, dirigiendo su mirada enseguida a la celda de Vlad e Ion, llena de ramas y flores como siempre. Sin embargo Vlad tan solo estaba jugando con su hermano entre risas, sin hacerle el mínimo caso. Confundido tragó saliva, incapaz de saber quién más podría haber hecho aquello. Pero entonces, cuando ya no podía estar más confundido, Vlad le dirigió una fugaz y amarga sonrisa, levantándose para dejar al pequeño en la cama para que no viese lo que iba a decir. Desconocía que habría podido significar. Incluso se preguntaba cómo era posible que hiciera crecer la rosa tan lejos. Pero entonces recordó aquel primer día donde había tirado el vaso contra el cristal y el agua derramada se había filtrado por el suelo. Tal vez todas las celdas estaban conectadas parcialmente por aquel subsuelo. Pero si había usado aquello para hacer pasar una flor y no para intentar escapar, era que lo que hubiera bajo el suelo no serviría para tal propósito. Vlad, tras asegurarse que Andrea no miraba, alzó sus manos para comenzar a hablar.
- "Roja, por el amor y la caridad con que consintió a la llamada del Padre y por el dolor sufrido al ver al Hijo en la cruz"
Aquello fue lo único que dijo, y de alguna forma lo reconoció enseguida. Era un extracto de De Corona Virginis. Lo había leído hacía mucho tiempo. Agradeció, sin terminar de comprender el significado, pero a sabiendas de que lo habría hecho para dar apoyo. Vlad sonrió levemente, y enseguida volvió con su hermano entre risas que no era capaz de oír. Verles jugar en cierta forma le relajaba, incluso le hacía feliz. Era como ver un pequeño atisbo de normalidad alegría e inocencia en aquel lugar. Verles reír, ver como Ion era alzado por los aires por su hermano, ver como jugaban, le hizo sonreír, y al mismo tiempo recordar décadas atrás, cuando vivían juntos en la URSS, bajo el mandato de Rusia. Era aquella misma situación. Aquel sentimiento de que nunca iban a salir de allí, y aquella extraña alegría al verles jugar pese a que sabía que el rumano lo había pasado excepcionalmente mal esos años. Tanto en algunos momentos que le sorprendía que fuera capaz de jugar con tanta naturalidad con el pequeño, riendo como si nada pasara. De repente comprendió, e inconscientemente dirigió su mirada a Andrea, el cual se había quedado dormido con la Biblia entre sus manos a causa del cansancio y el dolor, al mismo tiempo que recordaba lo que le había dicho Andrea días atrás. Qué hacía más bien allí dentro que fuera. Comprendió por qué ambos habían sido capaces de mostrarse ajenos al dolor. Había gente que les necesitaba, que dependían de ellos, alguien frente al cual mostrarse fuerte. Ion en el caso de Vlad. Todos los que no habían perdido la fe en el caso de Andrea. Necesitaban apoyarse en quienes se apoyaban en ellos. Sonrió tristemente, y finalmente fue a sentarse a la cama, clavando su mirada en el techo, para finalmente cerrar los ojos. No oía las risas de Ion y Vlad. Pero no le fue difícil imaginarlas, recordarlas de cuando les veía jugar en el jardín de la mansión de Moscú. Y poco a poco fue cayendo en un profundo sueño, de los pocos en condiciones que había tenido desde que había llegado.
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Curiosas Criaturas - {{ Hetalia Fanfic }} {{Finalizado}}
FanficTW: Secuestro, tortura, violación CW: Religión Las representaciones están desapareciendo, y nadie sabe que ocurre. Los jefes de Estado, de los pocos conocedores de sus existencias, están en pie de alerta, al igual que quienes están amenazados. {{ Pr...