Cuantos días habían pasado era algo que desconocía realmente. Pero no más de una semana. Y aún así se le hacía eterno. Cada segundo se le hacía largo. Aún así había formado una pequeña rutina con tal de hacer algo. Se duchaba; se vestía; se peinaba, a veces una coleta a veces suelto; asistía a la misa de Andrea; leía, en voz alta; comía; leía; rezaba y cenaba. Y de vez en cuando hablaba con Andrea y Lily, quien efectivamente ya conocía bien el lenguaje de signos. Le resultaba relajante hablar de vez en cuando, aún si fuera en absoluto silencio. Aquel día en el que leía un movimiento llamó su atención. Y para su sorpresa pudo ver como la puerta principal se abría, dejando ver a su captor, acompañado de un pequeño grupo de hombres, algunos elegantemente vestidos, otros más estravagantes, pero todos evidentemente gente con dinero. Hablaron un breve rato, y finalmente cada uno se fue hacia una celda, conectando los transmisores que les permitían hablar con quién hubiera en el interior. Pudo ver que uno de ellos se había dirigido a la celda de Andrea, el cual con absoluta naturalidad por la costumbre adquirida comenzó a hablar con él. Pero lo que le sorprendió fue ver como su captor se acercaba a su propia celda, y conectaba el transmisor.

- ¿Logras acostumbrarte?

Al oírle no pudo sino gruñir levemente, molesto, y sentado donde estaba, se levantó finalmente para acercarse al cristal.

- ¿De verdad quiere saber cómo me encuentro?

- Por supuesto, las primeras semanas suelen ser duras. Me preocupo por la salud de mis hermosas criaturas.
No pudo sino chistar, aquel tono condescendiente y tales palabras le causaban repulsión.

- No soy una mera criatura. Nadie de aquí lo es.

- Por supuesto que lo sois. Mientras podáis suplir vuestras necesidades básicas seguiréis viviendo, respirando. En eso sois ligeramente parecidos a los humanos.

- ¿Ligeramente?

- Bueno, es obvio. Sois prácticamente inmortales. Vosotros tenéis ventaja. Es más fácil para vosotros adaptarse, ya que eternamente estáis en la flor de la vida. Tenéis menos necesidades básicas.

- Ser libre es una necesidad básica, maldita sea.

- No - respondió de inmediato para su sorpresa, completamente serio - Ni para nosotros y menos aún para vosotros.

Se disponía a responder cuando algo más llamó su atención. El hombre que hablaba con Andrea se había apartado de la celda para salir de allí, mientras que Andrea, con un ligero temblor en las manos que no pasó desapercibido por Toris, se metía en el baño. Y para su sorpresa, pudo escuchar un ligero sonido proveniente del baño, parecido a un metal deslizándose contra otro. Apenas era audible, sin embargo a falta de sonido normalmente su oído reaccionaba antes.

- ¿Ha salido? - preguntó preocupado.

- Así es.

- ¿Por qué?

- Toris, a veces lo más inteligente es la ignorancia.

- ¡¿Por qué?! - volvió a preguntar esta vez en voz alta, agitado.

El hombre se mantuvo unos segundos en silencio, y finalmente suspiró.

- Andrea te lo contará si así lo desea.

Sin decir más desconectó el transmisor, y se alejó para cruzar la sala y ponerse a hablar con la maltesa. Le costaba respirar. Sus manos habían comenzando a temblar. Y decenas de imágenes causadas por su traicionera imaginación comenzaron a inundar su mente. La falta de respuesta sin duda resultaba peor que saber la realidad. Y no era capaz de imaginarse nada bueno, o mínimamente agradable. Tomó aire varias veces, logrando calmarse por un instante. Pero todo aquello le mareaba. Tembloroso se dejó caer, apoyándose en el cristal, cuando pudo ver a Lily mirándole preocupada.

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