En teoría, la vida de Terra debería de ser más fácil ahora. Su hermano kanima ya no está, tiene a los mejores amigos del mundo e Isaac está enamorado de ella. Sin embargo, su vida perfecta está a punto de tambalearse.
El pasado ha regresado por ell...
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—¿Qué hay, chicos? ¿Está todo bien? —saludó Terra casualmente apenas sintió la presencia de Scott e Isaac detrás de ella, sin darse la vuelta.
—Terra, ¿qué estás haciendo? —preguntó Scott lentamente, dando un paso hacia ella.
—Lavando mí uniforme, dah —dijo, como si fuera obvio, soltando una risita.
Habían seguido la esencia hasta los baños de los vestidores. Terra estaba en uno de los lavabos, sin levantar el rostro de tal manera que no veían su reflejo, tallando con esfuerzo su uniforme de lacrosse.
Scott hizo ademán de acercarse más, pero Isaac lo detuvo, poniendo una mano sobre su pecho.
—Terra, ¿esa es sangre? —preguntó Isaac cuidadosamente. Terra se tensó completamente, y se quedó quieta por un segundo. Luego, como si nada hubiera pasado, se encogió de hombros.
—No se preocupen, estoy bien —respondió, canturreando, tallando con más fuerza—. Vayan a clase, todo está bien. Todo está bien.
—Scott, ¿puedes irte? —pidió Isaac, casi rogándole. Scott lo miró, sin comprender—. Por favor —añadió.
Scott pareció confiar en Isaac porque asintió, dándose la vuelta y dejándolos solos.
Hubo un instante de silencio en el que ni Isaac ni Terra hablaron, solamente escuchándose a Terra tallar el uniforme y el sonido del agua saliendo de la llave. Lentamente, Isaac se acercó a Terra por detrás. Observó sus manos al instante, notando cómo estaban rojas y cortadas por el esfuerzo al tallar el uniforme.
—Terra, necesitas detenerte —dijo Isaac suavemente. Terra lo ignoró—. Terra.
—Solo necesito limpiar esto —replicó Terra a entredientes.
—Terra —la llamó Isaac, cerrando el grifo del lavamanos. Luego, con delicadeza, tomó las manos de Terra y las alejó del uniforme, tomándolas en sus manos.
La volteó, forzándola a estar frente a él. Terra mantuvo la mirada en el piso, sin atreverse a mirarlo. Era imposible no notar cómo sus manos temblaban, cómo toda ella temblaba, a punto de perder el control.
—No hay nadie aquí —le recordó Isaac suavemente—. Si puedes bajar la guardia, es ahora. Está bien. Solo soy yo.
El labio inferior de Terra comenzó a temblar. Isaac notó por primera vez las marcas de garras en el cuello de Terra, y apenas hizo ademán de alejar las manos de Terra para tener las suyas libres y revisar las heridas, Terra aferró sus manos.
—No me gusta ser débil —susurró Terra, su voz haciendo obvio que estaba conteniendo las lágrimas—. Siempre soy fuerte. No me gusta que él pueda hacerme esto. No es justo. Yo no soy así. Debería de ser capaz de plantármele enfrente y destrozarlo pero no puedo. Me paralizo. Me aterrorizo. Yo no... No soy fuerte.
