No soy para ti → jenlisa

El farmacéutico.

Mismo día por la tarde.

Oficina de Jennie.

—Así como lo oyes, Casandra, así como lo oyes —le aseguró Jisoo a través del manos libres de su celular.

La surcoreana había tenido varios asuntos que atender hasta el mediodía, pero ya por la tarde, iba rumbo a la oficina con todas las intenciones de indagar a su socia acerca de los acontecimientos de la noche anterior.

— ¿Cómo qué si estoy segura de lo que digo, Casandra? —Jisoo estaba poniendo al tanto a la señora Kim de la información que manejaba—. ¿Tengo que repetírtelo? Dios. Rosé me hizo explicarle mis deducciones como tres veces esta mañana. Bien —se resignó—. Abre bien tus viejas orejas porque la evidencia número uno es que—empezaba el recuento de la investigación realizada por Jisoo—, las últimas en dejar el edificio la noche anterior fuimos Joy y yo —aseguró—. Y cuando nos fuimos, la rarita—

Jisoo giró los ojos ante el reproche de la madre de su mejor amiga.

—Sí, sí, lo que sea. ¡No! Bueno, está bien. Lisa —destacó— la rarita —murmuró para sí misma, no había otra forma de reconocer a la rubia para la surcoreana que no sea esa— seguía esperando a la testaruda de tu hija en el lobby, y estoy muy segura de que no se iba a mover de ahí hasta no verla.

De hecho, ella misma le había dado permiso para que se quedara siempre y cuando Jisoo pudiera pasar a ver al Mercedes Brabus, pero esa extorsión no tenía por qué saberla nadie más que ella y la rarita.

—Sí, sí, ya sé que la culona de tu hija —automáticamente Jisoo frenó el auto para ver si no estaba Lisa para corregirla—. ¡Dios! La rari me ha vuelto una psicótica perseguida, ahora no puedo hacer mis bromas sobre el trasero de Jennie sin pensar que en cualquier momento la rari me corta por partes y me mete en unos de sus freezers —y dale con eso—. Como sea, ya sé que la pelinegra culona de tu hija estaba enojada con ella, que se encerró en su oficina sin querer ver a nadie y que no hay nadie más cabeza dura en el mundo que Jennie, pero... —y esto era muy importante—, Casandra, la rari es el virus que atraviesa absolutamente todas las paredes protectoras que tiene Jennie en sus sistema.

Jisoo estaba actualizada.

—Y cuando digo todas, me refiero a absolutamente todas. ¡Por Dios, Casandra! Tú viste con tus propios ojos la cara de tonta enamorada que pone cada vez que la rarita está cerca. ¡Exacto! —al parecer la señora Kim le había dado la razón—. Y eso que ni siquiera la viste toda verde defendiendo su territorio el otro día.

Por otro día se refería a aquella tarde en que ella y Jennie fueron a ver los nuevos inquilinos de Lisa y se encontraron con una pequeña sorpresa.

—La tendrías que haber visto en ese modo celosa, Casandra, más que Hulk era "La increíble Jennie". No paró hasta que todas las maletas de la chica nueva estuvieran afuera del edificio, y la rari la miraba con su cara torcida y toda confundida. ¿El chico? —Casandra, que al parecer estaba muy al tanto de la situación, preguntaba por el otro inquilino—. Por favor... —Jisoo soltó una carcajada mientras entraba a la cochera del edificio—. Después de que vio como Jen echaba a patadas a la otra tipa, salió espantado de allí —al parecer la rubia se había quedado de nuevo sola en su departamento—. En fin —la conversación se había desviado—. Evidencia número dos, tu hija no volvió a dormir al departamento y... —Jisoo giró los ojos—. ¿Puedes ser más negativa? ¿Cómo que se puede haber quedado llorando en la oficina? —Casandra no quería ilusionarse—. Primero, todavía no sabemos si tu hija es capaz de llorar y no derretirse, y segundo, uno de los principios supremos e inquebrantables de Jennie es: "Tu casa es mi casa, pero mi oficina no es tu casa".