capítulo 9

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Llamaron a la puerta del camerino de Yao y el delgado hombre chino se volvió hacia el sonido. Se levantó con gracia y abrió la puerta para revelar a Ivan que estaba allí esperando a que lo dejaran entrar. El hombre grande se deslizó en la habitación sin decir nada y cerró la puerta, girándose para mirar a Yao. Se alzaba sobre el hombre más pequeño con su altura superior. Se acercaron el uno al otro e Iván deslizó sus brazos alrededor de la cintura de Yao. Sus labios se apretaron suavemente e Ivan se estiró para pasar sus manos por el pelo sedoso de Yao.

-¿Estas listo para esta noche?- Ivan se apartó y miró a los ojos de Yao.

-Como siempre- dijo Yao, sonriéndole. Estaban tocando un espectáculo esa noche. Era el primer show que habían realizado desde que se anuncio las noticias de Alfred y Arthur. Los dos hombres se habían estado evitando el uno al otro y los otros miembros del grupo. Desde el día de esa fatídica foto del tabloide, ambos habían estado saltando los ensayos y nadie estaba seguro de cómo se vería el espectáculo esa noche.

-¿Alguna vez querrías que el mundo supiera que eres mío?- Preguntó Iván, con el rostro serio.

Yao negó con la cabeza y dio un paso atrás. -Sabes que no podemos. El público. Mi padre. No es posible.

-No me importa ninguna de esas cosas, solo tú- insistió Iván. Habían estado teniendo esta conversación durante días y Yao no se estaba de acuerdo. Había visto lo que les había pasado a Alfred y Arthur y no iba a caer en la misma trampa. Además había que pensar en su familia. Ellos nunca lo aprobarían.

-¿No estás listo?- dijo finalmente Iván. -No volveré a hablar de esto esta noche. Pero esta conversación no ha terminado. Un día, tendremos que definir qué es esto, y no me gusta guardar secretos.

Yao asintió en silencio y se puso de puntillas, inclinándose hacia Ivan para otro dulce beso. Al menos a puerta cerrada podía hacer lo que quisiera, olvidando todo lo demás.

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Alfred se armó de valor y abrió la puerta del baño público a lo largo del pasillo que conducía al escenario. Sabía que Arthur estaba allí. Había visto al otro hombre meterse en la habitación cuando levantó la vista y vio a Alfred al final del pasillo. Se habían estado evitando como la plaga. Cuando Arthur hizo contacto visual con él e inmediatamente se metió en el baño, Alfred entrecerró los ojos y caminó por el pasillo. Abrió la puerta y vio a Arthur parado en el fregadero mirando hacia el gran espejo que corría a lo largo de la habitación.

-¿Qué deseas?- Arthur dijo, con su voz de confrontación y cansado al mismo tiempo.

-Quiero hablar contigo- dijo Alfred, cerrando la puerta detrás de él.

No había nadie más en la habitación. Estuvieron solos por primera vez en dos semanas. Fue emocionante y Alfred quería estar más cerca del cuerpo de Arthur. Lo había extrañado tanto y se lo había dicho al otro hombre. -Sólo quiero estar contigo.

-No podemos- Arthur miró hacia el suelo. -Sabes que no podemos. Lo han prohibido.

-No me importa- insistió Alfred, dando otro paso hacia Arthur. -No me importa lo que digan los demás, solo te quiero en mi vida. Quiero abrazarte y hacerte el amor cada noche y estar contigo siempre.

Arthur lo miró y sus ojos se encontraron. Era eléctrico lo que pasaba entre ellos. Sin palabras, se cayeron en los brazos del otro, sus bocas chocando. Las manos de Arthur tiraron de la cabeza de Alfred hacia él y Alfred envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Arthur. Sus cuerpos encajan perfectamente y sus palmas deambulan sobre la piel del otro. Alfred estaba en el cielo. Los besos eran intensos y primitivos. Se necesitaban mutuamente como necesitaban aire. La separación forzada sólo había hecho más fuerte su deseo.

Doing it in secretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora