MINE

Capítulo Uno.

Camila's POV.

El hombre en la mesa de operaciones gimió suavemente y se agitó, con los ojos aún cerrados. Una gorra de plástico azul cubría su cabello y una sábana de plástico blanco cubría su cuerpo. Las únicas cosas expuestas eran su cara y su pecho, además de las correas que lo sujetaban firmemente.

—Está casi despierto —dijo Shawn. Estaba de pie al otro lado de la mesa del quirófano.

—Dame esa hipodérmica, ¿quieres?

Shawn se inclinó y me dio la aguja. La inserté en la vena de la muñeca del hombre. Ahora que estaba bien amarrado a la mesa, con una mordaza en la boca, podía sacarlo de la anestesia limpiamente.

Era temprano en la mañana, y el quirófano estaba oscuro, como a mí me gustaba. El jazz ligero flotaba a través de la sala desde el equipo de música. Música que me ponía de humor para asesinar.

Cuando el estimulante corrió por las venas del hombre, sus ojos se abrieron. Me miró y luego intentó mover el brazo. Por supuesto, no pudo.

—¿Qué tipo de correas son esas? —preguntó Shawn.

—Nylon estándar —le dije—. Las compro en línea al mayoreo.

—Hmm. ¿No es cuero?

—Solía utilizarlo. Sin embargo, es difícil sacar la sangre.

—Cierto. Olvidé que los traes aquí cuando todavía están conscientes.

Los ojos del hombre pasaron de un lado a otro entre Shawn y yo, confundido. Pude ver el miedo comenzando a aparecer en su rostro. Él sabía que este no era un procedimiento operativo normal para una cirugía plástica. Abrió la boca para hablar, y metí la mordaza un poco más en su boca.

—No te preocupes. Este es sólo un amigo mío. Va a estar aquí para la cirugía. Espero que no te moleste.

El hombre frunció el ceño y gritó algo a través de la mordaza.

—Lo siento, Bob. No puedo escucharte.

—¿Se llama Bob? —preguntó Shawn.

—¿A quién le importa? Estará muerto en unos minutos.

Bob chilló detrás de la tela. Me volví hacia Shawn.

—Las correas de nylon... puedo prestarte algunas si las necesitas. Si decides volver al negocio.

Shawn suspiró y miró al hombre en la mesa. Bob estaba tratando de hablar, pero la mordaza en su boca lo hacía terriblemente difícil. Si tuviera que adivinar por la expresión de su rostro, diría que estaba suplicando.

—Lo tendré en cuenta —dijo—. Pero en realidad, esta vez voy a dejarlo para siempre.

—¿Dejar de matar por una chica? Dime que no es así, Shawn. ¿Por una chica?

—No la conoces —dijo, sonriendo. Me extendió un bisturí, el más grande, para el corte inicial.

—¿Quieres hacer los honores?

Shawn miró a Bob, quien en ese momento se había dado cuenta de que no iba a recibir el tipo de servicio al cliente que los hombres de su estado normalmente recibían cuando se sometían a una cirugía plástica. Sus gritos ahogados se elevaron aún más fuerte detrás de la mordaza. Cogí el control remoto del estéreo y subí el volumen del jazz.

—Probablemente no debería —Shawn respondió. Su lengua lamió su labio inferior, y supe que quería hacerlo.

—Venga. Sólo un pequeño corte.