Capítulo III

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Olivia y yo salíamos del hotel para dar una vuelta por Sidney, era nuestro penúltimo día en Australia.

Fuimos a hacer turismo. Estuvimos en el edificio de la ópera de Sidney, en la playa y por sitios turísticos dentro de la ciudad.

Después de comer, sobre las cinco, nos metimos en un Starbucks (estaban es todas partes, como en Dublín). Aquella cafetería que tiene precios de oro, pero los Frapuccinos están tan ricos...

Nos sentamos en una mesa con nuestros Frapuccinos.

—¿Así que has conocido a un chico? —dijo, cruzando las piernas, con un tono de voz picaresco—. Ya tardas en contarme qué pasó en Dublín.

—Olivia, eres una cotilla y lo sabes... —dije, intentando que dejara de preguntarme por John. Me costaba más hablar sobre esas cosas que a ella.

—Emma Saoirse Connolly —me señaló con un dedo, diciendo mi nombre completo—. Cuenta ahora mismo qué pasó.

—Pues trabajamos juntos y me cayó muy bien, aunque un poco rarito era... —empecé a decir, pero Olivia me interrumpió.

—Tú también eres un poco rara —soltó.

—¡Oye! —grité. La gente que estaba allí se giró para mirarnos.

—Era un broma —dijo—. Continua con la historia.

—Bueno, por la noche quedamos y fuimos a un pub. Al día siguiente le enseñé cosas turísticas de Dublín. Le pedí sí podíamos mantenernos en contacto y él dijo que sí ––añadí.

—¿Y pasó algo? —preguntó Oliva tan romanticona como siempre.

— No —solté una pequeña carcajada. No me estaba riendo de John, pero en la vida me vería con él como pareja. No me gustaban ese tipo de chicos como novio. Como amigos sí, pero como pareja no—. No es mi tipo de chico.

—Eso significa que es muy feo 

—No, es muy atractivo —esbocé una pequeña sonrisa, acordándome de sus preciosos ojos. Eran de color gris. En lo primero que me fijaba de un hombre eran sus ojos.

—Pues entonces, Emma, no te entiendo... —frunció el ceño—. Sí es guapo y te cae bien, ¿por qué no te gusta?

—No lo sé —dije sinceramente—. C'est la vie.

—¿Y cómo os manteneis en contacto? —preguntó muy interesada.

—Por carta.

—¿En serio? —asentí—. Sí que es un poco ratito, sí, pero a la vez es mono. Lo que daría yo porque me escribieran una carta... No le dejes escapar.

—¡Y dale! —estaba muy pesada con el tema. Ella era así, tenía que buscarle pareja a todo el mundo––. Olivia, te lo estoy diciendo seriamente, lo conozco desde hace como dos semanas y solo nos hemos visto en persona dos días. Así que, ¿cómo me va a gustar?

—Vale, tienes razón —aceptó finalmente—. Pero te estaré vigilando, Emma, te estaré vigilando.

—Eso no suena acosador ni nada... —dije, preocupada, más porque la locura de Olivia iba en aumento que por otra cosa
—Tranquila, es que siempre he querido decir eso —dijo ella con una sonrisa de oreja a oreja—. Suena muy de película.

—Pues no lo vuelvas a hacer sí no quieres que llame a la policía —las dos nos echamos a reír.

—Vale, vale —alzó las manos—. Ya encontaré una frase desconcertante...

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—Sidney, ¿eh? —murmuré para mí al ver de dónde había llegado la carta—. ¿Y se puede saber que hace allí, Emma?

Me senté en frente a la mesa de la cocina y garabateé, aún medio dormido, una respuesta, después de acabar de leerla.

Londres, 22 de Mayo de 2010

Señorita Emma,

Hay varias cosas que tengo que decirle, y son tantas que ni siquiera sé por dónde empezar.

No sé si habrá regresado a Dublín, pero por si acaso le enviaré la carta allí.

Lamento que tuviera que marcharse a Sidney tan precipitadamente. Aún así, Australia es un país bastante curioso y estoy seguro de que disfrutará de su estancia allí. Que extraña es su amiga Olivia... Y sí que se parece un poco a Alexander.

Por supuesto que he leído 1984, George Orwell es uno de mis escritores favoritos. Es normal que Nosotros le recuerde a ese libro, Orwell se inspiró en él para escribir el suyo.

No se puede llamar "aventuras" a las cosas que hice en Estados Unidos. Pero si que es cierto que tengo algunas cosas que contarle.

Entre otras cosas, ya que usted me ha hablado sobre su amiga, me gustaría contarle un poco sobre Alexander. Nos conocimos hace unos años en Rusia. No se puede decir que pasemos mucho tiempo juntos, él es corresponsal de guerra (me pregunto qué clase de loco lo enviaría a informar a un sitio dónde hubiese conflicto, es un peligro para él mismo y para los demás, además de un excéntrico).

Para ponerle un ejemplo de esto último, le diré que durante toda mi estancia en Nueva York me obligó a despertarme a las 6 de la mañana. Si no me levantaba por mi propia voluntad, él encontraba formas de hacer que me viese obligado a ello. Todo esto lo hizo como venganza porque no le agradecí que viniera a por mí cuando llegué al aeropuerto. Mis ganas de estrangularlo rozaron limites impensados.

Un cordial saludo,

Jonh Andersson

P.D: Aún no he podido leer el libro que me regaló, lo lamento. No quise leer cuando estuve de viaje, ya que deseaba aprovechar el tiempo con mi amigo, a pesar de lo molesto que es a veces, dado que no lo volveré a ver probablemente hasta dentro de unos meses.

        

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