Capítulo IX

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24 de Julio de 2010, Palermo.

Querido John;

Como habrás podido leer estoy en Sicilia, ¿y cómo he llegado aquí? Es una larga historia...

Todo comenzó cuando llegamos a la India. Fueron muchísimas horas de avión y estabamos machacados. Cogimos un taxi hasta nuestro hotel. Me dio muchísima pena ver la enorme diferencia que hay entre ricos y pobres. La India es un país bonito, pero todo es muy diferente allí...

Visitamos algunos templos y lugares turísticos. Y por supuesto el Taj Mahal. Simplemente perfecto.

En cuanto a Austin y a Olivia, cada vez estaban más juntos y eso me alegraba. A ver sí estar juntos  ayuda a esos dos locos. Aunque espero que su locura no vaya a peor.

Todo iba genial hasta que fuimos al aeropuerto para volver a Irlanda.

Había unos hombres forcejenado con una chica, para ya te puedes imaginar qué. Corrimos a ayudarla. Mucha gente lo veía y pasaba de largo, no sé como podían hacer eso.

Austin separó a los hombres de la chica y Olivia y yo nos la llevamos adentro.

La chica se llamaba Daya e iba a coger un vuelo a Inglaterra para estudiar allí. Tenía una beca. Nos dio las gracias por haberla ayudado. También nos dijo que cosas así ocurrían todos los días.

Es espantoso. ¿Cómo les pueden hacer eso a unas pobres chicas?

Nos dio las gracias de nuevo y se fue a su vuelo. 

Esa no había sido una buena forma de terminar unas vacaciones. Así que decidimos que nos irnos a otro sitio. Escogimos Sicilia. Es un lugar precioso y además tenemos familia allí. Mi madre es siciliana.

Cambiamos los billetes y pusimos rumbo a Italia.

Aquí es todo tranquilidad. ¿Has ido a Sicilia? Es uno de los lugares que más me gustan.

Un fuerte abrazo;

                                    Emma

P.D: Seguramente te preguntarás como he recibido tu carta si no he regresado a Irlanda. La respuesta es sencilla: le pedí a mi madre que fuera a mi casa para que me mandara algo de ropa que iba a necesitar en Italia y, como vio que me había llegado una carta, la envió junto con las prendas.

P.D.D: Siento mucho que te hayan encargado entrevistar a ese hombre. 

Ah, y gracias por darme animos con lo del Riverdance, aunque dudo que me cojan.

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El taxi me dejó frente a una casa grande, con un patio cuidado. Hubiese sido una típica casa estadounidense de no ser por los carteles de "God hates fags" o los de "Fags die God laughs"  que habían en el porche delantero. Bienvenido al dulce hogar de los Phelps, pensé, irónico.

Inspiré profundamente y llamé al timbre. Esperaba ser capaz de mantener la compostura. Abrió la puerta una mujer de pelo canoso y bastante largo. La reconocí. Era Shirley, una de las hijas de Fred Phelps. Me presenté y le informé del motivo de mi visita.

––¿Cree que le impotará que hable con él unos minutos? ––odiaba tener que adoptar una actitud cortés con esa mujer, pero me obligué a recordar que todo aquello era por trabajo.

––Solo dispone de un cuarto de hora, como máximo. En media hora debe ir a dar uno de sus sermones.

Pedante, esa es la única palabra que existe para describir su actitud en ese momento. Deseé que su padre no fuera así, aunque algo me decía que era mil veces peor.

Me llevó a la segunda planta de la casa, dónde, según lo que vi, estaba el despacho de Fred Phelps. Entró y le informó a su padre de mi llegada. El hombre, un señor de unos ochenta años con el pelo totalmente blanco y cara seria, me hizo un gesto para que pasase. En la habitación habían otros dos hombres de mediana edad con trajes. Supuse que se trataban de miembros de la Iglesia.

Comencé a hacerle las preguntas que me habían ordenado que le hiciera y que llevaba apuntadas en un bloc de notas. Contestaba a todas según como le conviniese, pero adaptando ligeramente las respuestas no sería demasiado complicado realizar un artículo aceptable. Ni siquiera prestaba atención a lo que decía, no valía la pena, me limitaba a escribir y, aunque a veces no llegue a apuntarlo todo, no me preocupé, pues estaba grabando la entrevista.

––Una última pregunta, ¿todo lo que hacen ustedes, lo que dicen, lo piensan realmente o simplemente lo dicen para llamar la atención?––esa última pregunta no estaba en la lista, la hacía por pura curiosidad.

        

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