Sorpresa y primera sesión

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11/3/19

Querido diario:

Debido a la costumbre nuevamente me levanté a las cinco A.M. Desayuné en soledad, con tiempo de sobra me duché y acomodé mi habitación.

La caminata a la escuela dura unos treinta minutos, llegué demasiado temprano claramente. En la formación me encontré con Félix, íbamos a la misma clase. Adam no estaba allí.

Las clases fueron intensas, me tranquilicé al saber que todos opinaban lo mismo. En el examen casi obtuve el máximo puntaje, solo estuve a un punto.

En el receso me separé un momento de Félix y su grupo de amigos para ir al baño. Dentro del cubículo escuché como alguien entraba. Salí y me acerqué al lavabo, mi vista se mantenía en mis manos, deslicé mi muñeca para mojar el brazalete. Me resultaba entretenido y algo curioso ver como el rojo se iba contaminando hasta ser bordó.

Un cubículo se abrió, no le presté atención, no tenía razón de hacerlo, pero al notar que no te iba o si quiera se lavaba las manos, alcé mi vista al los espejos. Otra vez, un chico me miraba con sorpresa, y otra vez, yo no sabía quién era.

Sólo bastaron unos segundos para dirigir mi vista a su muñeca. Porque solo había dos personas que me podrían observar de esa forma, y una de ella ya la había encontrado.

Y allí estaba, al igual que en la mía. Su muñeca lucía un brazalete azul, desgastado, pero bien cuidado. Alcé mi brazo y aún sin voltear me reí con los ojos en blanco. Chiclé, dije secándome las manos en una sacudida.

Él parecía haber visto un fantasma, procedí a retirarme en silencio.

El día continuó con normalidad, volví a mi casa, almorcé en soledad nuevamente y esperé a que se hiciera la hora de ver a la doctora.

Ana y Pablo estaban en la universidad, generalmente vuelven luego de las séis al igual que mamá. No estoy muy seguro de qué trabaja pero se ve que no le va mal.

Se hizo la hora y entré a la clínica del centro. La psicóloga era una señora de no más de cuarenta, delgada, cabello rubio ceniza por los hombros, dentadura perfecta y algo miope.

Hablamos sobre mi, intentaría exponerme lo más que pudiese con tal de que mi familia esté bien. También tocamos el tema sobre mi relación con mis hermanos antes y después de la mudanza, al igual sobre mi madre y padre.

Me preguntó acerca de mis hábitos, cuándo había empezado, si tal vez yo sabría la razón. 

Y le conté acerca de mi vida allí, sin lujo de detalles. Agregué que no tenía amigos por el trabajo y el estudio, pero que jamás fui rechazado y que si fuera el caso, no sería el motivo, pues la vida era muy jodida como para darle importancia a eso.

Insinué el estrés y la depresión, el hecho de vivir con un padre alcohólico, drogadicto y golpeador, la impotencia de saber que eso jamás se habría de solucionar, bueno, había que sobrellevarlo de alguna manera...

El diario de Emma (Gay) // FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora