Capitulo 11

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—¿Minerva?

La joven de ojos verdes se levantó de el sillón para verme bien.

—¿Qu-Qué haces aquí? -Cuestiono confundida.

Pero mi mirada bajó hasta su pie, el cual se encontraba rojo y un poco hinchado, fue cuando también pude notar una mueca de dolor en su cara al estar parada.

—¿Qué te ha pasado Artemis? -Dejé el maletín en el suelo y me acerque lo más rápido a ella–. Vamos, recuestate.

Pude ver la desconfianza en sus ojos al verme sentada junto a ella y en como temblaba cuando la toqué.

—¡Oh! -se quejó en cuanto acaricie su pie.

—Lo siento. Está muy hinchado Artemis, déjame ir por un poco de hielo.

Me levanté antes de que ella pudiera decir algo y comencé a caminar hacía donde yo supuse se encontraba la cocina, sin embargo antes de que pudiera cruzar la puerta choque con una mujer de cabellos blancos y ojos color miel.

—Señora, como lo siento -se disculpó conmigo–, estaba por ir en busca de la joven Artemis para llevarle esto.

—¡Yo lo llevó! -Quizá mi voz salió con más entusiasmo del esperado debido a la confusión en los ojos de la mujer mayor– Digo... yo he venido a verla, con gusto puedo llevarlo.

Ella asintió confundida entregándome el pañuelo con trozos de hielo en él, le agradecí antes de dar la vuelta y regresar a el lugar en donde la joven de ojos verdes me esperaba.

—Nanna iba a traerlo -musitó en cuanto lo coloqué en su pie–, no tienes porqué hacerlo, deberías de estar en tú casa arreglandote.

—Respecto a eso -fije mi mirada en ella nuevamente–, siento la escena de hace unas horas.

—No, no tiene...

—Sí, claro que te debo una disculpa -la interrumpí–, no fue la manera correcta, no fue ético y fue hacer un espectáculo sin razón alguna. Tenía que darte explicaciones y además ayudarte con psicología, lo prometí.

—No tienes que hacerlo, no hoy -podía notar el enfado en su voz–. Puedes irte.

—Estoy bien aquí, no me voy a ir Artemis -murmure mantenidome en mi lugar– ¿Cómo te haz hecho esto?

—Me encontraba en la piscina, necesitaba tomar algo y resbale al salir.

Por primera vez desde que había llegado mi mirada se centró en lo que ella llevaba puesto, aquél traje de baño de una pieza, el cuál debido a el agua se pegaba a su cuerpo. Su piel era blanca y suave eso ya lo había comprobado, su cintura era pequeña y muy bien definida, tenía piernas delgadas al igual que sus brazos y pechos pequeños al...

—Oh -me sentí como una pervertida al verla y al pensar de esa forma–... haberse secado con una toalla antes no hubiera estado mal Sarmiento.

—Lo sé.

El silencio se hizo presente entre nosotras nuevamente, vários sonidos provenientes de la cocina cortaban la tensión entre ambas en algunos momentos, pero fuera de ello solo nuestras respiraciones descompensadas se escuchaban.

—¿Y tus padres?

—Ellos seguramente están en la firma, hoy llegarán tarde y mi hermana está en sus clases extraescolares -Respondio ella–. Se supone que estaría sola hoy.

La fulmine con la mirada.

—Se que estás enfadada porque estoy aquí contigo y no con mi esposo -su cara se comenzaba tornar roja–, pero van a haber muchos más aniversarios, más años juntos, en cambio, esta es una oportunidad única.

El Último AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora