—He visto que te han llevado flores a la escuela -Fernando murmuró con la vista en el camino–... ¿en donde estan?
—Eran para Julieta -contesto la maestra–, es el cumpleaños de Artemisa y le pedí que se las diera en mi nombre.
Por el rabillo del ojo pudo ver a su esposo apretar el volante hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Suspiró frustrada y se recargo en la ventana sin ganas de dar explicaciones acerca del porque lo había hecho.
—Maravilloso... -sin embargo el tono empleado por Fernando al responder le ordenaba que lo hiciera.
—Era lo menos que podía hacer para disculparme por la escena que armaste ayer días.
—Pasas mas tiempo con tu alumna que conmigo Minerva. -Reclamó él.
—Porque es mi trabajo darle clases extracurriculares, no porque yo quiera estar con ella -Minerva comenzaba a exasperarse–. Tus celos comienzan a colmar mi paciencia Fernando, ella es mi alumna, arriesgaria mi trabajo haciendo lo que tú imaginas, es imposible.
Imposible.
La tristeza la había invadido al decir eso.
¿Qué era lo que estaba pasando con ella?—De cualquier forma -El hombre aclaró la garganta tratando de llamar su atención–... es molesto Minerva.
—Estoy cansada de hablar de esto -murmuro Minerva tomando su bolso y bajando del automóvil el cuál ya estaba aparcado en la cochera de su casa–, tengo que planear mis clases, tengo mucho trabajo.
—Min...
—Si me necesitas estaré en mi oficina. -interrumpió ella abriendo la puerta de su casa y entrando sin mirar atrás.
.
—¿Qué es lo qué pasa? -Artemisa le preguntó a su padre al verlo regresar a la fiesta con el teléfono en la mano.
—Era Fernando -Artemisa palidecio–, al parecer las cosas entre él y Minerva no estan bien y ninguno vendrá a la fiesta.
—Oh... -Murmuró su hija entregandole su copa.
—Tu y Minerva son cercanas ¿no?
—Bueno, no es como si fueramos amigas papá -Respondió la joven– ¿por?
—¿Tu sabes acaso que...?
—No trates de ser la doctora corazón -Su madre la rescato–, estoy segura de que Artemisa no tiene porque enterarse de la vida privada de sus maestros.
—Cierto... Lo lamento.
—Descuida papá.
—Emma y Ernest dijeron que habían mandado algo para ti por paqueteri y Omi y Papu también mandaron algo desde Francia. -su madre le informó con una sonrisa.
—Los llamaré por la mañana.
—He visto las flores que te han mandado Artemis -su padre quería seguir hablando–, son hermosas ¿Quién las ha enviado?
—Oh, una amiga de la escuela -Respondio rápidamente–. De hecho una maestra -sin embargo sabía que si no les decía la verdad se entrarían por otra fuente y cuestionarian el porque de su mentira. Pero ciertamente ella sabía que no podía decirles la verdad sobre el motivo de esas flores--... Amanda, es nueva pero ha sido de gran apoyo con lo de la universidad y la beca.
—Oh si... Basinas, es ella Rubén.
Artemisa frunció el ceño al ver a su padre asentir como su la conociera.
—Óptimo. Debiste de invitarla, nos encantaría agradecerle.
Al parecer aquella mentira le costaría muy caro.
—En la cena de la firma la invitaras ¿entendido? -Su madre comentó sonriendo–, ahora vete y disfruta de tu fiesta.
Acomodandose el vestido y con cuidado de no pisar la falda, Artemisa le dedico una ultima mirada a sus padres y dio media vuelta en dirección a su casa. Cuido que nadie la viera o siguiera, no quería una reprimenda sobre que hacía adentro y no conversando con sus invitados.
Tomo una copa de vino blanco de la cocina y se adentro en la biblioteca cerrando la puerta con seguro y pensando en lo que acababa de hacer.
—Seguro eres la idiota mas grande del mundo Artemisa. -Murmuró para si misma dándole un largo sorbo a su copa.
.
En cuanto Minerva escucho la puerta principal de la casa cerrarse, cerró la puerta de su oficina, la tristeza hizo acto de presencia, las lágrimas amenazaban con bajar y un fuerte dolor de cabeza comenzaba a aparecer.
¿Por qué iba a llorar?
No había razón alguna para hacerlo, había sido una simple discusión como las demás.Se había acostado en el pequeño diván que ahí se encontraba, en su mano derecha se encontraba su teléfono mientras que la izquierda reposaba en su frente.
Todo ese drama comenzaba a enfermarla, ¿acaso él no podía entender qué por razones lógicas nada podía pasar entre su alumna y ella?.Fernando tenía la impresión de que ella no estaba haciendo lo suficiente para encajar nuevamente en aquella vida y cuando ella parecia hacerlo, no era la forma correcta.
Pero lo intentaba, vaya que lo intentaba.
Minerva odia aquellas fiesta de alta sociedad, sin embargo lo terminaba acompañando porque por fin -y al menos el último mes- había encontrado a una confidente que la entendía y le hacía compañía cuando su esposo se alejaba con sus amigos. Artemisa la entendía, entendía lo tedioso que era estar en esas reuniones, lo horrible que era usar aquellos vestidos de noche en el cesped, lo doloroso de los tacones y en especial lo irritante que era sonreír todo el tiempo y fingir interes en los demás invitados y sus platicas.Ella la comprendía y ahora el quería alejarlas por simples celos. Quería alejar a su compañera.
Su compañera.
Nunca había pensado o tomado a Artemisa de esa forma, sin embargo lo era, en los pocos meses que llevaban conociéndose, se habían vuelto cercanas y de gran ayuda la una para la otra.La tristeza volvió se hizo presente nuevamente, las lagrimas la amenazaron y la presión en el pecho apareció.
¿Acaso era por eso?
Ella lo sabía, lo sabía aunque quisiera negarse.
Era ella. Ella era su problema.
El teléfono en su mano vibró y cansada miro la pantalla leyendo el mensaje.
“Las flores son maravillosas, gracias.”
-A.Pero... ¿Qué esta permitido hacer por amor?.
Amor... Minerva se llevo su otra mano a la frente cerrando los ojos comprendiendo todo.
Amor.
—¿Qué es lo qué me hiciste Sarmiento? ¿Qué es lo qué he hecho?
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El Último Año
Romance¿Qué estarías dispuesto a hacer por amor? Esa era una pregunta que Artemisa se formulaba todos los días al verla. ¿Qué está permitido hacer por amor? Esa pregunta se robaba los pensamientos de Minerva al estar con ella. Dicen que nadie escoje a su...