capítulo 5

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Capítulo 5.

Helena buscaba desesperadamente a Justin entre la gente. Se les estaba volviendo parte de la rutina volver casa de Helena juntos después de las clases e irla a buscar por la noche al fisioterapeuta.

Helena estaba emocionado por verlo. Habían hecho una lectura dramatizada de Shakespiere y él había robado muchos suspiros al lanzar monólogos tan románticos y tan intensos y poderosos...

—¿Me buscabas?

Helena jadeó siendo arrancada de su idilio y se dio la vuelta para ver al profesor con una enorme sonrisa, como si le divirtiera.

—Te he traído esto —le dio una pequeña flor perteneciente a los jardines del Olympus. Justin mandó a plantar flores que sobreviven en invierno, manteniendo los jardines poblados, verdes, coloridos y bellos.
—Gracias —dijo Helena poniéndose roja como una manzana. Sonrió hacia Justin y se acomodó la mochila en el hombro izquierdo dispuesta a marcharse.
—Espera —dijo Justin dejando su maletín en el suelo para arrodillarse ante Helena y atarle los zapatos—. No quiero que te caigas por esto.
—Pu-Puedo hacerlo yo sola —tartamudeó.
—No quiero comprobarlo —sonrió Justin acabando de atarle bien el zapato—. Ahora sí. Andando, que Helios debe estar como loco por salir a la calle.

Helena cojeando, se acercó al coche de Justin. Él correteó para abrirle la puerta, la dejó entrar y cerró con cuidado. Después volvió a su sitio.

—¿Qué te pareció la clase de hoy?
—Maravillosa —suspira Helena abrazando su mochila.
—¿Te ha gustado? ¿de verdad? Te confieso que sentí que fue una clase bastante floja, a mí me gusta oíros hablar... ¿sabes? Dicen que los dioses se enamoran de los humanos porque son seres temporales, saben que están aquí por un suspiro, y después morirán, así que procuran vivir la vida de la manera más bella posible. Creo que por eso me gusta escucharos, no es que sea un dios, ni mucho menos, pero he vivido más que todos vosotros y escuchar a gente que lleva tan poco viviendo, aprendiendo y hablando puede ser fascinante.
—¿Tú crees? Nadie se toma en serio nuestra generación...
—¡Lo creo! —jadea Justin—. Para mí, sois una de las generaciones más preparadas que jamás se han visto. Me la tomo muy en serio y sobre todo viendo que esa generación tiene a gente como tú, pequeña —le pellizcó dulcemente la mejilla—. Yo creo que mis chicos son maravillosos. Ya te has visto, eres una lectora ideal, eres atenta y analítica, te gusta culturizarte y sobre todo, eres muy trabajadora, llegarás lejos, lejos, Helena.

Roja de la vergüenza se esconde apoyando una mano en su mejilla. La otra parte de su cara la oculta su pelo largo, Justin no se cansa de verla. Es perfectamente armónica y bella. ¿No les pasa que mientras ven algo que les gusta se les hace más y más bello? Era lo que estaba pasándole con Helena. Antes la veía perfecta y ahora era una mezcla idónea entre perfección, belleza, armonía y proporción. Jamás se había enfrentado a algo así...

Bueno, una vez, y acabó muy mal.

Llegando a la casa de Helena, Justin la deja en la puerta después de saludar a los padres de la menor. La deja ir y se dirige a su casa. Al llegar, parpadea varias veces al oír que había alguien en su casa.

Hace los ojos en blanco, como quien dice que se metieron en el sitio equivocado. Camina con parsimonia, como si no se hubiese dado cuenta que había alguien.

—Hola, Hermano —dice Justin al ver al sujeto de pie cerca de la pecera. Helios estaba debajo de la mesa—. Más te vale no haber tocado a mi perro.
—Ese chucho está mal adiestrado. Deja que me lo lleve unos cuantos días y te lo arreglo.
—Ni lo sueñes —dice Justin un poco revuelto—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a ver a mi hermanito, ¿acaso no puedo?

Olympus: Apolo 《j.b》 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora