capítulo 6.

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Capítulo 6.

Justin se levantó violentamente de la silla al oír a Helena gritar al otro lado de la puerta. Su impulso fue ir deprisa para ver qué ocurría pero entonces África se interpuso en su camino.

—Señor Bieber —dijo con mucho respeto—. No puedo dejarle pasar. Helena estará unos días muy delicada pero volverá a la normalidad mientras que sus huesos se adaptan al frío.

—Eso no es normal —dijo Justin—. Tengo que entrar.

—Lo siento —vuelve a decir—. Además Helena me pidió expresamente que sea por lo que sea, nunca deje pasar a nadie a verla.

Helena estaba en su momento más vulnerable. Un fisioterapeuta iba muy lento con ella doblándole la pierna pero era suficiente para que pareciera que Helena estaba de parto. Sus huesos estaban tiesos y su carne se resistía a recibirlos.

—No puedo más —jadea Helena con la rodilla ya en el pecho. El hecho de estirar la pierna iba a ser lo peor que le podría pasar en la vida—. No puedo, no puedo, no puedo... —dijo entrando en bucle y en una negación constante mientras que lloraba.

—Vamos, Helena —dijo con voz tranquilizadora el terapeuta. Es más, a pesar de que él veía lo grave de la situación, no podía reflejar pánico en ningún momento más que nada, por la salud mental de Helena—, ayer no podías ni doblar la pierna, mira lo que has conseguido, ahora hay que volver a ponerla en su sitio.

—¿Me voy a morir? Me voy a morir —dice entrando en pánico.

Está roja del cansancio, del esfuerzo, del llanto... Despeinada porque cuando no tiene a qué adherirse, se cubre la cabeza con las manos... Llena de lágrimas y ciega por las mismas. Apenas puede moverse, apenas puede...

—Helena, por favor. Aguanta un poco, te estiro la pierna y podrás irte a casa, ¿vale?

—¿No me puedo ir así?

—Helena, ¿cómo te vas a ir así? Tienes la rodilla completamente doblada, es humanamente imposible que te puedas ir...

—¡Puedo ponerme en posición fetal! ¡Eso, eso! Y... No lo hagas por favor que me...

El fisioterapeuta le tomó el tobillo y empezó a tirar con delicadeza. Desde donde estaba, incluso Helena con la ropa puesta, podía ver que se marcaba el momento en el que el hueso de su cadera se acomodaba gráficamente. Era una imagen devastadora y quien no tuviera ojo experto, se desmayaría. Además de escuchar un "crack", seguido de un lamento de Helena y un llanto sonoro.

—Ya está, ya está, ya está —le dice el fisioterapeuta calmándola al dejarle la pierna estirada.

—¡Que alguien me corte esta puta pierna!

—No digas palabrotas, Helena. No es necesario. ¿Puedes sentarte?

—No sé si puedo respirar siquiera —dice como si le costara mantenerse despierta y en cualquier momento va a desmayarse.

—Vale, necesito que te calmes e intentes andar, o si no... Tendremos que repetir el ejercici...

Antes de acabar la frase vio que Helena se ponía de pie estrepitosamente. Sonrió al ver que le costaba sostener el peso en su pierna mala, pues tanto dolor, era como si hubiese dejado agotada la extremidad.

—Me voy a casa —dice cojeando hasta la puerta.

—Adiós, Helena.

—Adiós, adiós.

Apenas cierra la puerta, se echa a llorar porque le recorría el cuerpo un dolor intenso y agudo que no se detenía ni con el más potente analgésico. Estaba devastada mientras que veía borroso. Se pasó la mano por la cara para quitarse las lágrimas casi con ira...

Olympus: Apolo 《j.b》 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora