Capítulo 05 - Primera Señal.

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 Capítulo 05 –  Primera Señal.

Las calles de Pentreath estaban inundadas de sangre, los gritos de mujeres y niños se escuchaban desde cada rincón del pueblo al ver como las llamas consumían las pequeñas casas que tanto los había costado construir, y así mismo, llevándose consigo las vidas de algunos desesperados seres queridos.

En hogar de los Blavatsky era unos más de los que estaba a punto de colapsar por las llamas, y el joven de ojos grises, Alois, había desaparecido antes de poder escapar de semejante atrocidad.

¡Alois! Caroline tomo en brazos a la pequeña de Dorothy y dirigiendo su mirada hacia atrás intento divisar a su hermano. ¡Alois! ¿Dónde estás? ¡Contesta, por favor! las lágrimas recorrieron las mejillas de Caroline, el fuego cada vez se expandía más y pronto, su hogar se derrumbaría.

Unos débiles pasos se escucharon, y Caroline, esperanzada, espero divisar a su queridohermano. La sombra cada vez tomaba una mejor forma y antes de que el rostro se hiciese completamente visible, Dorothy chillo de miedo. La silueta no era perteneciente a Alois, sino que, en su lugar, apareció uno de los extraños que habían atacado el pueblo.

La perturbadora sonrisa del desconocido ocasiono un congelamiento corporal en Caroline, el miedo le estaba consumiendo por completo y antes de que pudiese correr en conjunto a la pequeña, el intruso le tomo del brazo y la lanzo contra la pared.

Debiste correr cuando se te dio la verdadera oportunidad dijo el hombre entre maniacas risas.

 No nos hagas daño… por favor suplico Caroline cubriendo a Dorothy con sus brazos.

El extraño frunció el ceño con ironía y mirando las uñas de sus manos volvió a reír.

Lo siento, pero ya dije que debiste haber huido antes una afilada cuchilla de carnicero, bañada en sangre, hizo su aparición Tu sangre… los enormes ojos del desconocido parecieron sonreír y lamiendo  el arma termino la frase. ¿Sera tan roja como las demás?

El grito de desesperación dado por la niña le despertó del tenebroso sueño, y con el cuerpo empapado en sudor se zafó de las sábanas. A unos cuantos centímetros de distancia, aun se encontraban durmiendo Camila, Francisca y Paola en las tibias camas.

El frio de la noche le obligo a ponerse el suéter que traía puesto consigo el día anterior y dando un bostezo se marchó de la habitación. En el cuarto que se encontraban los jóvenes, solo Jonathan y Raphael yacían en sus camas, en cambio, Simon, desde la llegada a la cabaña, había desaparecido.

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¿No estaba contigo? pregunto Francisca mientras se ponía la pijama.

No, ni siquiera le vi bajar alguna maleta Verónica miro a su amiga con preocupación.

Esto es raro Francisca se lanzó a la cama y agrego–. Estoy segura que le vi…

¡¿Y si se perdió?! chillo Paola agitada.

Verónica miro a sus amigas espantada, pues se trataba de su mejor amigo y no se animaba a perderle en un viaje como este.

No creo dijo Camila. Cuando se trata de orientación, Simon es el mejor de todos señaló con nerviosismo.

Dios ¿Dónde demonios esta ese imbécil? Bufo Paola. No puedo imaginármelo perdido o secuestrado agrego. ¡Estamos hablando de Simon! Se dijo a sí misma para intentar calmarse ¡Joder, maldición!

Francisca empuño sus manos y tapándose con las sabanas dio por terminada la conversación– Busquémosle mañana… los chicos nos ayudaran –las luces de la habitación fueron apagadas para que así pudiesen dormir sin problema alguno entre las penumbras de la noche.

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Mientras la tostadora calentaba el pan, verónica se apoyó sobre la pared con los ojos entrecerrados, el sueño le invadía el cuerpo, pero la pesadilla que había tenido anteriormente y la desaparición de Simon no le daban tranquilidad alguna.

Los hechos ocurridos en su cabeza le parecían tan reales como se sentían, el “Cachan” de la tostadora le hizo dar un pequeño saltito de susto y vacilando se dispuso a preparar el alimento. La mantequilla que había sido esparcida en el pan se derretía con rapidez y dándole un mordisco a este se acercó a la ventana para admirar el paisaje nocturno que le brindaba la naturaleza del bosque y así pudiese despejarse de los pensamientos que invadían su cabeza.

Entre las ramas de los árboles unos tristes ojos le observaban con disimulo, pero la curiosidad de Verónica le hizo percatarse de ello.

—¿Quién eres? —pregunto la chica con voz curiosa y asustada la vez.

Los ojos dieron un pestañeo y observaron hacia la derecha como si quisieran dale un mensaje.

—Te hice una pregunta —Verónica empuño sus manos con miedo—. ¿Quién eres y que haces aquí? —los extraños ojos se cerraron y desaparecieron entre las sombras sin responder a la pregunta dada, con las piernas temblorosas la chica decidió ir al exterior y ver el lugar.

La sangre de su cuerpo se congelo por completo al ver que las ventanas del automóvil en el que habían llegado estaban manchadas con un espeso líquido rojizo, el cual, siniestramente, tenía un mensaje plasmado.

“Luego de eso… no habrá marcha atrás”

La respiración de la chica se detuvo por unos segundos, su mente le hizo creer que semejante cosa solo era un tipo de broma realizada por algún pueblerino cercano, y mientras se reía de ella misma por caer en eso, un agudo chillido lleno de terror, proveniente de la cabaña, le hizo reaccionar.

Al abrir la puerta noto que Francisca, tirada en el suelo y cubierta de sangre extraña le miro con lágrimas en los ojos.

—¡¿Qué es esto?! —Chillo la chica acariciando el frio cuerpo que yacía en sus piernas—. ¡¿Qué es… que es?! —sus lágrimas cayeron lentamente por las mejillas.

—Simon… —la temblorosa voz de Verónica sonó fría y distanciada, como si no quisiese aceptar la realidad en la que se encontraba.

—¿Porque? ¿Porque? —Repetía Francisca mientras despojaba las lágrimas de lugar—. Mierda… —sus ojos miraron hacia la ventana—. No es gracioso atacar a los demás de esa manera —la chica dejo el cuerpo a un lado y se levantó–. ¿A qué se debe esto? —el sol mañanero se dignó a hacer su aparición y decidido alumbro el frio rostro de Simon.

—H-huyan —dijo el chico al recuperar la poca conciencia que le quedaba mientras vomitaba sangre a un lado– Hay que… escapar —su débil voz apenas resonó en las paredes y cayendo desmayado acelero el susto de sus compañeras.

Los jóvenes que les habían acompañado en el viaje aparecieron en el pasillo, y asustados ante la escena ayudaron a Simon a levantarse para así llevarlo al cuarto y sanar las profundas heridas encontradas en él.

Ninguno de ellos sabía que acababa de suceder, menos Verónica, quien como un cachorro sin madre miraba el azulado cielo y se preguntaba, si realmente, sería un verano inolvidable como Francisca lo había mencionado antes de llegar.

H de SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora