Capítulo 06 - El otro lado.

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Capítulo 06 – El otro lado.

Para relajar la tensión que habían tenido desde la mañana, Raphael propuso ir de pesca hasta que la noche cayese. A pesar de que Verónica no estaba muy convencida, tanto por lo sucedido con Simon, como el cansancio que sentía, decidió ir de todas maneras, ya que no quería ser la típica chica aguafiestas que acostumbraba ser.

—¡Pao! —Grito Jonathan mientras sumergía sus pies en el agua—. La caña, la caña —repetía agitando las manos en el aire.

—¡Está allí! —Paola apunto hacia una esquina y bufo—. Ven y tómala —una sonrisa se enmarco en su rostro al notar la mueca de disgusto echa por Jonathan.

El chico, arrastrando los pies sobre las piedras, se acercó a la caña de pescar y le tomo— Gracias —dijo cínicamente.

—No fue nada, My Lady —Paola hizo una reverencia burlona, y corriendo en dirección a Camila grito—. ¡El que tenga más peces gana! ¡Y el que pierde se come los ojos crudos! —su desafiante mirada hizo sonreír al chico, y decidiendo las reglas comenzaron a pescar sin tomar siquiera un mero descanso.

El agua golpeaba las piedrecillas con fuerza, y mientras Francisca, Verónica, Raphael y el herido de Simon observaban el otro extremo del rio para plasmarlo en el pálido papel, una risita tenebrosa inundo el silencio hasta llegar a sus oídos.

—Que mier… —Raphael miro hacia atrás haciendo una mueca.

—Tranquilo —dijo Francisca riendo—. De seguro es un pobre animal pedido —agrego mientras hacia su bosquejo.

—Voy a hacer como que te creo –Raphael dio un suspiro y prosiguió con su dibujo—. Hey, Simon ¿Recuerdas lo de esta madrugada? —al hacer la pregunta recibió una asustada mirada por parte de Francisca y Verónica.

—Hm ¿Qué cosa? —Simon mordió su lápiz sin entender lo que trataba de decir su amigo.

—No, nada… olvídalo —dijo Raphael disculpándose sigilosamente ante las chicas.

Simon arqueo una ceja y rascando una de sus heridas pregunto— ¿Por qué tengo tantas vendas?

—Te caíste, las ramas te hirieron y luego te desmayaste por ver un no sé qué cosa. —dijo Francisca sin sonar convincente—. No más preguntas… —se levantó de lugar y limpiando sus pantalones se marchó en dirección a los demás para sí poder pescar en conjunto a ellos.

Los negros ojos de Simon le siguieron y soltando las palabras dijo— Anda algo rara.

—Pues claro –dijo Raphael—. Si ayer ni mostraste la cara en todo el día —bufo.

—Eso no es cierto —Simon hizo una mueca de disgusto—. Estuve casi todo el día leyendo frente a la cabaña —dijo molesto.

—Dios, Simon —Raphael sonrió con enojo— ¿En serio? —Frunció el ceño—. Viejo, no mientas, si hubieras estado frente a la puta cabaña te hubiésemos visto –se llevó las manos a la cabeza—. No hiciste ni una mierda, desapareces de la nada, luego vienes todo raro y…

—Raphael, ya para. —Verónica le interrumpió antes de que pudiese terminar el sermón—. Si quieres discutir hazlo en privado. —Tomo el cuaderno entre sus manos y dando un suspiro se alejó del grupo.

—Vero, no te enojes –dijo Raphael mientras le seguía y dejaba a Simon atrás—. Lo siento, sé que me pase un poco, pero… –rasco su nuca avergonzado.

—Yo creo... —Verónica mordió sus labios con nerviosismo—. Yo creo que debeos irnos de este lugar.

Raphael frunció el ceño y sonriendo ante lo dicho exclamo— Vero, no digas estupideces.

—No es ninguna estupidez —la chica le miro con seriedad—. ¿No crees que cosas raras están sucediendo?

—¿Te refieres a lo de Simon? —Pregunto—.  Si ese es el caso, pudo haber sido atacado por un oso, además…

—No me refiero a eso. —Verónica negó con la cabeza interrumpiendo al chico mientras tomaba asiento sobre una roca–. Me refiero a lo del auto.

—Hm ¿Qué paso con el auto?  —Raphael entrecerró los ojos con curiosidad mientras soltaba una risita al no entender lo que la chica trataba de decir.

Las carcajeos de los otros chicos llego hasta sus oídos, y sintiendo uno escalofrío a sus espaldas dirigieron sus miradas hacia el otro lado del río. La pegajosa risa de Paola dejo de cesar al escuchar unos desesperantes gritos de un niño, el viento sacudía los arboles con tanta fuerza que las hojas llegaban a volar sobre sus cabezas siniestramente.

—¿Qué fue eso?  —pregunto Simon mientras se acercaba al grupo.

—¡Ni idea! —grito Jonathan mientras observaba la estrepitosa agua helada.

Mientras todos se juntaban y se abrazaban así mismos para protegerse del fuerte viento, los desesperantes y a la vez ahogados gritos se acercaban cada vez más a ellos.

Cada uno de los jóvenes sintió como el aire se les iba al ver al pobre contenedor de los gritos. Los cabellos del ser estaban completamente quemados, al igual que la pálida y cortada piel que tenía,  las vacías cuencas de los ojos estaban dirigidas hacia ellos como si, a pesar de no tener los círculos videntes, les observaran con detenimiento y entusiasmo, los rojizos labios del extraño se movieron sigilosamente, hasta que, el viento, les hizo llegar la palabra.

—C-O-R-R-A-N —decían las letras llegadas a sus oídos.

H de SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora