Capítulo 12: Princesa

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Finalmente llegó a tiempo, examinando su nueva cara en el poco reflejo que daba el cristal de la tienda. Siquiera su madre tenía maquillaje para tapar eso así que no quedaba más que afrontarlo y salir con esas pintas por la calle.

Dong se había quedado a gusto, y mucho. Puto gorila de mierda, que espécimen más asqueroso por dios, si seguro que estaba lleno de piojos y garrapatas hasta...

Aunque bueno, todo fue por culpa del botellazo que le había propinado a Kwan... sonrió al pensarlo, pues aún y las consecuencias que esa acción había traído consigo, no se arrepentía de nada. Es más, si se repitiera la ocasión lo hubiera vuelto a hacer, todo por la pelirroja la cual, aunque no lo quisiera admitir, la quería como si fuera su propia hermana.

— ¿Qué te ha pasado?— preguntó una chica de tez blanca y pelo oscuro, vestida en chándal, pues ese día no tenía clase y se quedaba a ayudar en la tienda. Lo miraba con el ceño fruncido y ojos preocupados mientras se acercaba tímidamente más a él.

Y aunque ahora fueran "amigos" desde que el chico la había acompañado ese día a llevar los papeles del entierro de su madre, Yong seguía siendo algo tímida respecto a él, pero había mejorado bastante y ya no balbuceaba al hablarle.

Al chico le agradaba. Claro que le gustaba, era demasiado tierna para su corazón, pero él no se sentía compatible con ella. Sabía desde lo más profundo de su mente que no era bueno para ella. No era tierno, ni se preocupaba por las personas que lo rodeaban, ni quería llegar a depender de nadie y mucho menos que alguien llegara a depender de él. Era como un perro callejero, sólo vivía para sobrevivir, y la pelinegra no merecía eso. Aún y así no podía evitar que una estúpida parte de él, la que contenía su ser joven e inmaduro, le insistiera diciéndole que a lo mejor sí que había oportunidades para él. A lo mejor sí podría llegar a cambiar. Por culpa de esa vocecita intentaba mejorar como fuera posible, aunque a veces le resultara demasiado costoso.

— Me... caí— dijo él al darse cuenta de que llevaba un rato en silencio—. Por las escaleras.

Yong lo miraba, tratando de analizar lo que pasaba por su mente, pues en parte no se lo creía. Al ver lo que llevaba el chico en la mano, lo golpeó, molesta, haciendo que el cigarro que antes tenía encendido entre los dedos cayera al suelo.

— Y supongo que te habrás dado en la cabeza, ¿o a lo mejor es por el tabaco?— dijo algo enfadada, pues él nunca le había prometido dejarlo, pero parecía que últimamente estaba olvidando su adicción.

Yoongi rió levemente, pisando el cigarrillo con el pie, apagándolo. Le hacía gracia ver como ella siempre se molestaba al verlo fumando. No había nada que la hiciera ponerse de ese humor excepto ver al pelinegro con un cigarro en su boca.

— Es tabaco, no marihuana— dijo él algo borde, pues aunque no estuviera enfadado con ella, se había despertado de mal humor, y nunca podía estar simpático cuando abría los ojos por la mañana y notaba cómo le escocía la mente, cabreado. No podía evitarlo—. Además, ni uno ni el otro hace que te salgan moratones en la cara— espetó, entrando en la tienda mientras la empujaba levemente con su hombro.

— No creo que caer por las escaleras sea la causa tampoco.

Suga sonrió molesto por la insistencia de la chica y decidió pasar de ella mientras dejaba su pequeña mochila detrás del mostrador. En eso notó otra mirada en él, una que lo acojonó más que la de Yong. A saber cómo saldría de esta. No sabía si valía la pena girarse, o seguir en su puesto y quedarse de espaldas, pues sabía que el padre de la chica había contemplado y escuchado toda la conversación de ambos chicos, cosa que lo ponía aún más nervioso.

Para qué mentir, se sentía más raro... no quería perder ese trabajo, ni loco. Pero ya se había planteado más de una vez dejarlo, y mucho más ahora que estaba de nuevo en las garras de Kwan, trabajando para él. Podría estar exponiendo a esa familia sin quererlo, pues padre e hija no tenían ninguna culpa de que él hubiera nacido envuelto de esa fresca aura caracterizada por tener una suerte de mierda, al igual que una vida de mierda, una familia de mierda y una cara de mierda. Lo único que se salvaba para él era ese trabajo, y eso lo llevaba a querer mantenerlo más que nada pues, para qué mentir, se lo pasaba mejor en éste que en su casa. Incluso había pensado en pedir más horas... con eso ya se podía llegar a definir la diversión de su existencia.

HangsangWhere stories live. Discover now