Plegaria a un baobab

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Relojero cómplice del tiempo, mausoleo de las eras, verdadero ejemplo de supervivencia, tú que vives desde antes de que del madero hablaran.

En época de angustia acudo a ti oráculo de la sabana; a tu sabiduría milenaria, tú que te deleitas en contemplar de las generaciones su marcha, que para salvación de muchos no rehusaste entregar tu cuerpo.

Con tus brazos apuntando cada uno a una estrella, generoso das posada; cobijo, alimento, bebida y no desdeñas, en ayudar al que te tope, con tu sien envuelta en tierra.

Hoy las bestias de tu corazón hacen paja; se busca sin poder hallar vástago que te remplace, en tu momento final por tus hijos yo te ruego que me hables.

Dime cómo eran las gentes que vivieron y murieron y cómo era el lugar en que habitaban, en qué momento se perdieron y en qué instante la locura se adueñó de las miradas.

Cuéntame del agua y del viento, del calor y ciencia arcana, enséñame a pensar como inmortal, sin desvariar con la cabeza bien plantada, pero líbrame de mi pequeña ventana de tiempo.

Refresca mi inteligencia, dale de beber a mi entendimiento; ¿es esta ventana la que nos restringe y nos empuja a la superstición y negligencia?

Si es así quiero vivir para siempre, perdona mi atrevimiento buen señor, pero en tu lecho de muerte tentaré aún más a mi suerte, pidiendo como castigo por condenar tu simiente, años de vida para ver el final de un camino de ignorancia y negación.

EcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora