🍬 Sinopsis breve: Las golosinas no serían lo único dulce de aquel Halloween.
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Niños y adolescentes invadiendo las calles con sus disfraces bien elaborados de los icónicos monstruos e íconos del terror conocidos, tocando las puertas de las casas y poniendo su más terrorífica expresión o más convincente sonrisa para robarse el corazón del dueño del lugar y ganar golosinas gratis. Hogares decorados con telarañas, fantasmas de tela, sangre falsa, monstruos falsos y demás artilugios que trataban de crear una atmósfera lo más tétrica posibles para esa noche de Halloween; todo eso y más era el panorama que los ojos castaños y los heterocromáticos de Ochaco y Todoroki presenciaban con emoción —cosa que era más perceptible en la muchacha—.
Habían acordado salir a pedir dulces juntos, estando él disfrazado de un vampiro y ella de una bruja —una combinación extraña, pero ambos se veían bien—, y ser quienes junten más dulces que sus amigos esa noche. Una especie de competencia que acabaría con el premio mayor; dos entradas a la mayor fiesta de Halloween en la ciudad que habían encontrado en el suelo de casualidad.
—¡Vamos a ganar esas entradas, Todoroki! —exclamó Uraraka con entusiasmo. Aún no habían empezado su cacería, ya que habían pautado que todos los equipos lo harían al mismo tiempo a las nueve de la noche. Eran las ocho y cincuenta.
—Seguro que sí —dijo él con un tono neutro. Levantó su brazo para mostrarle su bolsa de sangre falsa a la castaña—. ¿Crees que sea convincente?
—¡Lo es! Además, vas a estar tomándola cosa que queda bien con tu disfraz. ¿Qué me dijiste que era?
—Salsa de tomate. Pero no la del empaque, sino que preparada para que sea más rica —explicó y le dio un sorbo usando el sorbete—. Aún está tibia...
Uraraka no volvió a decir nada y miró su celular. Solo faltaban cinco minutos para que su aventura por todos esos dulces comenzara. Estaba segura de que podrían ganar la competencia, el barrio que les tocó era el suyo y los vecinos la conocían; de seguro le darían dulces de más por toda la ayuda que les había brindado y su hospitalidad incondicional. Tres, dos, uno...
¡Comenzó! Ochaco tomó la mano de Todoroki y lo arrastró hacia la primera casa a la derecha. Antes de tocar la puerta, le dio unos golpecitos a su vestido de bruja por si había alguna arruga. Luego de tres toques suaves, la puerta se abrió y se apareció el primer adulto de la noche; era una señora de probables cuarenta años, con unos grandes anteojos cuadrados.
—¡Dulces o truco! —dijeron Ochaco y Shōto al unísono, levantando con la mano derecha una bolsa negra vacía.
La señora sonrió y escudriñó sus disfraces.
—Una brujita y un vampiro, ¡qué miedo! —exclamó falsamente, para luego reírse—. ¿Eso que traes es sangre, muchacho?
—Sí —respondió normalmente Todoroki, dándole otro sorbo a la salsa.