🍷 Sinopsis breve: El primer cumpleaños que Camie pasará con su novio, ¿le tendrá algo preparado?
🍷 Créditos al fanart del separador (que fue hecho por yeuxdor) a Nugget de Posho.
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Camie cazcaleaba en su habitación; adecentaba sus libros, alisaba su cama o entraba al tocador para atusar su cabello o ver cómo se encontraba su apariencia frente al espejo. Era un día especial para ella, por lo que tenía que verse impecable. Echaba un vistazo al reloj a cada rato, impaciente. Recién eran las seis de la tarde y debía esperar dos horas más para que su pareja llegara.
Cuando se cansó de hacer tonterías innecesarias, bajó al primer piso de su departamento y, en cuanto puso la cafetera en marcha, tomó su teléfono para volver a leer el mensaje con el que se había levantado esa madrugada.
Bakubro ♥
Tarada, a las putas ocho de la noche te quiero lista o patearé la puerta de tu casa y te mataré hasta que despiertes.
Yo
¡Está bien, Katsuki! ♥
Utsushimi dibujó una sonrisa alegre en su rostro y salió del chat para responder otros mensajes de amigos y familiares, todos con el mismo objetivo: saludarla por su cumpleaños número diecinueve. Cuando advirtió que el café estaba listo, se lo sirvió en una taza y buscó tostadas y manteca para merendar.
Mientras se zampaba la merienda, veía videos de mininos haciendo bobadas o bloopers que la hacían carcajearse hasta que su estómago doliera. Por consiguiente, las dos horas pasaron rápido y tuvo que guardar todo a las apuradas, pues sabía muy bien que a su «gruñón» no le gustaba esperar.
A las dos en punto, oyó una bocina fuera de su hogar y salió de este para encontrarse con un convertible rojo y la característica cabellera rubia de su novio –que tomaba el volante con una mano y descansaba el otro brazo fuera del auto–.
—¡Apúrate, rubia! No tengo todo el jodido tiempo del mundo.
La muchacha sonrió y fue brincando hacia el auto. Cuando subió, dejó su bolso a su derecho y le dio un beso en la mejilla al chico.
—La rubia aquí eres tú —murmuró en tono burlón y cantarín.
Bakugō se limitó a bufar y arrancó el auto, sin mirar a la chica. Ella, con su habitual personalidad curiosa, comenzó a preguntarle a dónde se dirigían, a lo que el rubio respondía «No te lo diré, no me jodas». Camie nunca cedía cuando quería saber algo, por lo que estuvo inquiriendo todo el recorrido —siendo olímpicamente ignorada—.
Finalmente dieron con su destino; una zona alejada de la ciudad, llena de árboles, césped y un cristalino lago iluminado por la luna fulgente. La rubia se apeó sin decir nada, maravillada por la vista que la naturaleza le otorgaba. Percibió a Katsuki cerrando la puerta del coche y caminando hacia ella, por lo que viró su cuerpo para mirarlo con sus claros ojos, que resplandecían. Hizo un ademán con la boca para exclamar algo, pero fue interrumpida por el rubio.
—No digas nada, señorita ilusión.
Él no paró de caminar, dirigiéndose hacia la orilla del lago. Ella lo siguió, hasta percatarse de que en el suelo había una manta roja a cuadros —rojos y blancos—, una canasta llena de comida, platos, utensilios y dos copas con vino. Bakugō se sentó bruscamente encima del mantel y Camie lo imitó.
—¿Cómo lo...?
Se calló al oír un rumor cerca de los árboles y, al girar y amusgar, ver cuatro siluetas que desaparecían velozmente. Una risilla escapó de sus labios; el grupo de amigos de su pareja le caían muy bien. Se volvió hacia el muchacho, que tenía su copa en mano y la elevaba hacia ella.
—Feliz cumpleaños, y toda esa mierda.
Utsushimi esbozó su más afectuosa sonrisa, tomó la copa y la alzó.
—¡Chinchín!
—Bah.
Sus copas chocaron, dando inicio a la cena de cumpleaños más maravillosa que Camie había tenido.
