⛅ 5 ; Cicatrices.

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Pareja: Izuku x Toga.

Sinopsis breve: El mapa de sus manos eran incomparable con aquel planisferio de mentiras.

Separador hecho por yeuxdor.

⛅ Separador hecho por yeuxdor

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Izuku se deshizo de su camiseta —alborotando su cabello más de lo que ya estaba— y la dejó en el cesto de la ropa sucia. Hizo un ademán para desabrochar el cinturón de su vaquero, mas se detuvo cuando la puerta del tocador se abrió bruscamente, dejando ver a una joven de cabello rubio recogido en dos bollos desordenados.

—¡Izuku, olvidaste tu toa...! —Se interrumpió al ver al muchacho semidesnudo. No había pasado ni una semana desde que comenzaron a ser pareja oficialmente, por lo que era la primera vez que veía tanta piel de su novio expuesta.

Él envolvió automáticamente sus manos sobre su pecho, mientras en su rostro se instalaba un rubor.

—¡H-Himiko! —exclamó con voz trémula, lanzándole una mirada de «haz lo que debas y déjame ducharme».

Mas ella no le prestaba atención al torso de Izuku, ni a su ombligo o bíceps al descubierto, sino a sus manos. No había escrutado con tanto detenimiento aquellas extremidades, por lo que recién se percataba de las cicatrices que las envolvían. Dejó la toalla en el lavamanos, dio unos pasos hacia adelante —poniendo nervioso al pecoso, que farfullaba sinsentidos—, y llevó sus manos hacia las de él, tomándolas delicadamente.

—¿Pa-pasa algo...? —preguntó Midoriya, sorprendido por la repentina y sosegada acción de Toga.

En los labios de la chica se dibujó una de sus características sonrisas de punta en punta, mientras recorría las marcas del chico con sendos pulgares.

—¡Tienes una bonitas cicatrices, Izuku! Muy, muy, muy bonitas.

—¿De verdad crees eso? —preguntó él, destensándose.

—¡Sí, sí! Yo también tengo cicatrices —dijo ella con un entusiasmo auténtico. Sus ojos resplandecían—. ¿Quieres verlas?

—Claro, sí —aceptó Izuku, sonriendo. No tenía idea de que a Toga le fascinaban tanto las cicatrices, era algo nuevo que iría a la carpeta de «Cosas sobre Himiko» que tenía en su cerebro. Tampoco sabía que ella tuviera marcas en la piel. «Probablemente las tenga en las manos, como yo», pensó. Aunque no recordaba haberlas visto.

No obstante, se equivocaba. Midoriya agrandó los ojos y aplastó las manos contra su cara, haciéndose daño, cuando la rubia se quitó la camiseta, quedándose con el torso casi desnudo. Él esperó unos segundos y, cuando oyó la voz de la chica llamándolo, alejó las manos de su cara. Ignoró el hecho de que su novia estuviera de espaldas a él, con la parte trasera del sostén y la espalda a la vista, pues había algo más en aquello que llamaba su atención y lo dejó estupefacto.

El lomo de Himiko no tenía dos o tres cicatrices pequeñas, como conjeturó en un comienzo. Largas y rojizas marcas surcabas su piel, de arriba abajo, como dibujadas por látigos u objetos filosos.

—¿Qué sucede, bebé? ¿No... No te gustan? —inquirió la rubia, con su tono teñido de decepción—. ¿Por qué no dices nada? ¿Acaso mis cicatrices no son bonitas?

—Himiko... ¿Quién te hizo esto? —Una nube había oscurecido el semblante de Izuku. Apretaba los puños, dejando blancos sus nudillos.

La chica ladeó la cabeza hacia la izquierda y se volvió para mirar al chico. Estaba desconcertada.

—Fue hace mucho, Izuku. Mi ex pareja me las hizo —respondió atropelladamente. Midoriya no había respondido sus preguntas y eso le molestaba—. No entiendo, ¿por qué no dices que te gustan? A mí me gustan las tuyas, a él le gustaban las mías. Decía que eran preciosas y que debía tener muchas para lucir mejor.

—¿Dónde está él?

—No lo sé, un día vi que se lo llevaba la policía. Supuse que lo contrataron para dibujar a otras personas o algo así. —Llevó su diestra a su barbilla, acariciándola—. Cuando lo vi irse, sólo me quedé en mi departamento, esperando a que regresara, pero no lo hizo. Seguro triunfó en su nuevo trabajo y tuvo que irse del país.

Izuku liberó sus manos y soltó un furtivo suspiro. Sus emociones ambulaban; sentía lástima por su novia, por lo que había sufrido y las mentiras que creyó. Por otro lado, repugnancia hacia aquel tipo que la sometió a todo aquello. Decidido, levantó la mirada y rodeó a la chica con sus brazos, dándole un fuerte abrazo, tratando de transmitirle todo el apoyo posible.

Toga quedó atónita ante la precipitaba acción, que correspondió con vacilación. Abrió la boca para preguntarle qué sucedía, pero él la cortó apretándola más y murmurando por lo bajo:

—Siento que hayas tenido que sufrir todo eso, Himiko. —Le dio un casto beso en el cuello antes de separarse de ella. Le dedicó una mirada, transmitiéndole sinceridad y seguridad—. Él te mintió, nada de lo que te hizo estuvo bien.

—¿De qué hablas, Izuku? —preguntó ella con voz afectada. Luego, sonrió dejando a la vista todos sus dientes y soltó una carcajada—. ¡Ya entiendo, es una broma!

Tan rápido como llegó, la sonrisa de Himiko se desvaneció al advertir cómo su pareja no sonreía. En sus luceros verdes percibía la seriedad de sus palabras.

—Himiko, lastimar el cuerpo de las demás personas no está bien. Te lavó el cerebro, siento mucho que nadie te lo haya dicho antes. Claro que tus cicatrices son bonitas, son el mapa que me indica que pudiste sobrevivir a muchas cosas. Que eres fuerte. Pero ya no piensen que ese tipo hizo bien, porque no lo hizo.

Las palabras penetraron lentamente en el cerebro de Toga, el cual trabajaba a toda máquina; rememorando el pasado y relacionándolo con todo lo que Izuku le dijo, tratando de buscar la incongruencia en sus palabras, pero era imposible; tenía razón, y ella había sido cegada por su ex pareja. Todas esas palabras afectivas, todos esos momentos de «amor» eran falsos, solo buscaban lavar su cerebro para llegar fácilmente a ella y herirla. Y cayó en sus falaces brazos, engañada por sus aterciopeladas palabras, creyendo todas y cada una de sus mentiras. Dejando su cuerpo y cordura a merced de aquel villano sin oponer resistencia, gozando de lo erróneo.

Todo esto fue como un balde de agua fría para Himiko, que comenzó a llorar desconsoladamente. Izuku volvió a rodearla con sus brazos, apretándola fuertemente.

Ella correspondió el abrazo, ciñéndose al muchacho con desesperación.

—Él era un monstruo, y yo caí. Soy una estúpida, una imbécil.

—Himiko, todo está bien, no eres una imbécil. Lo entendiste, y eso te hace inteligente. Yo estoy aquí, él ya no lo está. No piensen en eso, ¿sí?

La rubia hizo sonar su nariz, se alejó lentamente del chico y se secó las lágrimas con el brazo.

—Supongo...

Él le dedicó una sonrisa y le dio un casto beso en la nariz.

—Ahora, ¿me dejas bañarme? —preguntó un tanto avergonzado.

Toga se ruborizó tenuemente y seguidamente abrió la puerta del baño.

—Gracias —susurró casi imperceptiblemente, para luego salir por completo del lavabo.

un lindo shipp con poco material. amé escribir esto, creo que el resultado fue positivo.

¿qué les pareció? uvu

¡gracias por leer! ♥

Relatos fugaces | BNHA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora