Aquilegia [Meliodas] {Lemmon explícito}

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Por algo le habían puesto Abi, ella siempre había hecho honor a su nombre al ser alegre hasta morir y sin rencores algunos por cualquiera persona, incluso siendo demonio, no odiaba la raza de las diosas. Bueno, por lo menos en ese entonces no las odiaba. 

Ni siquiera cuando Meliodas los traicionó a todos sintió remordimiento, al contrario: quizá sintió  admiración, una raza tan malvada como la de los demonios no tenían porqué pisar el suelo puro de aquella tierra. 

Desde la primera vez que lo vió, pensó que era atractivo, y sus miles de formas de ser descarado lo hacía más atractivo de lo que se supone que debería ser. Todos le conocían y le temían, y con razón, era sádico y no tenía piedad ante quien la necesitara, ella sobretodo admiraba la faceta de no dejarse convencer por cualquiera. 

Por amor a dios, era muy atractivo a sus ojos. Y aunque el amor apendeje, tenía mucha competencia. 

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¿Y cómo no? Era un ser prácticamente perfecto, y aún más ahora que era más fácil de tratar, Abi se había acercado a él lentamente sin dejar ver que era un demonio. Pero por más que siguiera a su lado con el pasar de los años, la misma chica seguía ahí. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había muerto y causado estragos en Meliodas. 

Le dolía verlo así. Y por más que intentara alejarla, no podía separar a esa Diosa de su amado. 

Y estaban ahí aquél día, todos festejando alrededor de una fogata y bebiendo cerveza, un Ban borracho tirado por ahí, King y Diane hablando medio borrachos, igual, Merlin y Escanor sólo estando ahí con el mal trío de Gowther...

Pero de quién nunca quitaría sus ojos sería de su amado Meliodas...y de su inútil acompañante, Elizabeth, quién reía incómoda ante los actos subidos de tono de Meliodas. Ante ver eso, Abi sostenía un puchero en su ya reconocida hermosa cara. 

Se levantó abruptamente llamando la atención de todos, dirigiéndose al mismo lugar en donde se encontraba la pareja última, mirándolos con repugna fingida se puso a la altura de Meliodas- Abi era unos diez centímetros más alta- y le soltó una cachetada. 

-¡¿Hasta cuándo aceptarás que nunca sucederá nada más?! Siempre acabará muerta sin haberte amado como pareja o haciendo algo útil. - soltó con lágrimas en sus ojos caramelo y se largó sin más de ese lugar- ¡Esa estúpida carga!- refunfuñó con coraje mientras se recostaba sobre el pasto y el viento nocturno en su cara. Hace tres mil años que no lloraba gracias a que no quería representar una molestia para Meliodas, y ahora lloraba más porque seguramente Meliodas creía que era fastidiosa. 

Aunque si lo veía por el lado positivo, se sentía realmente bien. 

A la distancia se alcanzó a ver unas siluetas moradas que llamaron su atención, se acercó lentamente a ellas, con cuidado de no hacerles daño. 

Eran flores. Eran sinceramente hermosas y brillaban junto a las estrellas que adornaban el cielo nocturno. 

-Aquilegia. -escuchó detrás de ella, como un susurro del viento en su oído, pero más cálido.-La flor de los celos amorosos.- Lo ronca que se escuchaba la voz de Meliodas contra su oído erizaba todos y cada uno de los bellos de la piel de Abi. 

-No sabía.- trató de disimular su sonrojo y vergüenza por haber llorado. Nunca lo había hecho enfrente de Meliodas.

-No trates de disimular nada- Rió Meliodas.- Creo que en realidad tienes razón...amé a Elizabeth en cada una de sus vidas, y seguramente la seguiría amando...

Abi agachó su cabeza con tristeza, asegurándose de cubrir sus lágrimas con su brillante cabello. Sintió una mano en su mejilla y notó como Meliodas atraía su rostro al suyo, mirándola con galantería en sus preciosos ojos jade. -Dije seguramente, si no hubieses aparecido tú.- susurró con voz ronca. 

Abi no estaba sonrojada, en los tres mil quinientos setenta años que había vivido, millones de hombres habían sido galantes con ella, pero Meliodas era diferente. A él no lo quería golpear.

Lo quería besar. Dicho y hecho, ahora Abi se encontraba encima de Meliodas, besándolo con desespero y ansias, ambos estaban ensimismados uno en el otro, buscando el calor ajeno y sintiéndose cada vez más cerca, no podían estar más juntos pues de así serlo, seguramente se fusionarían. 

Meliodas repartió besos sobre hombro y cuello de Abi, aprisionándola entre sus fuertes brazos y ansiándola, no esperó mucho para arrebatarle la blusa y dejarla únicamente en brasier, con el torso desnudo, observó la magnífica vista que tenía al frente, sus pechos no eran más grandes que los de Elizabeth, pero eran mucho más suaves y redondos. 

Pararon un momento para que Meliodas se recostara entre ellos, usándola como almohada, y repartiendo besos de vez en cuando entre ellos. 

Últimamente había subido de peso pues Ban hacía comida exquisita y no se podía resistir a un sólo plato, pero eso a Meliodas le importó poco y siguió con su camino de besos, más que excitante, era cariñosamente, como mimos para un gatito.

Un largo beso fue lo que más excitado puso a Meliodas, que estaba prendido como un fuego inapagable y no le daba importancia al hecho de que estaban a mitad de una pradera, a punto de hacerlo, entregarse en cuerpo y alma significaba mucho para la raza de los Demonios, aunque éstos no lo demostraran.  

Los besos entre ellos seguían, haciéndose cada vez más fogosos e intensos, ahora quien repartía besos era Abi, quien de una forma muy sensual, detuvo el acto para despojar la camisa de Meliodas, dejándolo a torso desnudo. 

Ese acto hizo que Meliodas no lo aguantara más y bajara las braguetas carmines de su pareja, acariciando el área íntima de la fémina y metiendo dos dedos en un instante. 

Los gemidos tratando de ahogarse como marineros en aguas profundas no se hicieron esperar. Abi gemía con cada roce que Meliodas tenía consigo y sentía que cada contacto con su piel quemaba. Ante la excitación, llevó sus dos manos a la entrepierna de su amado demonio, estimulándolo por encima del pantalón y verificando que estuviera tan dura como ella misma creía que debería de estar.

Y efectivamente lo estaba, Abi sonrió macabramente y metió su mano por debajo del pantalón, descubriendo la punta que sería de un iceberg. 

No aguantó más y bajó el pantalón, Meliodas metió los tres dedos y simuló estocadas, metiendo, sacando, metiendo, sacando. Abi no se quedó atrás y siguió estimulando al ya delirante Meliodas. 

Meliodas besó a Abi dejándola sin aire y bajándose el pantalón con desespero. 

Introdujo su miembro en la húmeda intimidad de la Fémina y ésta soltó un gritillo ahogado que Meliodas logró callar con un beso. 

Las estocadas eran rítmicas y suaves, al principio...

-¡Quiero más!- gritó Abi desesperada- ¡Más, Más, Más!

Se recostó en las piernas de Meliodas haciendo una posición más cómoda y los dos salvajes se unieron como uno solo. 

Rápido, Rápido, Rápido. Fuerte, Fuerte, Fuerte. 

Lo demás es historia.  





NA: ¡Espero te haya gustado! Aunque si te soy sincera, no soy muy buena en hacer lemmon. Cualquier recomendación es bienvenida >u<

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⏰ Última actualización: Dec 04, 2018 ⏰

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