Prólogo

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     La negrura de las nubes tormentosas había opacado completamente la luz de la luna, el torrencial aguacero inundaba las calles irregulares de la ciudad colapsando los pozos y las alcantarillas y el repicar de las miles de millones de gotas ensordecía casi cualquier otro sonido en la capital, descontando los ocasionales truenos cuyas atronadoras explosiones hacían retumbar hasta los mismos cimientos del corazón del país.

     No había casa que no estuviese completamente asegurada por regias tablas de madera tachonadas a las puertas y ventanas por gruesos clavos de hierro en un intento desesperado de sus dueños para que los hogares resistiesen esa tempestad asoladora. Sin embargo eso no lograba impedir que las tejas, las desvencijadas señales de madera en los cruces de caminos, los oxidados metales en donde se colgaban las cuerdas para tender la ropa y la basura acumulada en los callejones más recónditos saliesen volando en todas direcciones a manos de un viento tan potente como caprichoso... o ya de lleno fuesen lanzados contra el suelo de forma brutal y despiadada.

     Cualquiera que hubiese tenido valor de salir o siquiera de abrir la ventana y asomarse a la calle en esa situación de profunda oscuridad con objetos contundentes volando aleatoriamente bajo esa lluvia impredecible y aquel viento irrefrenable capaz de arrastrar a cualquier hombre malaventurado habría sido tachado de loco o de irremediablemente estúpido. No obstante, también era la ocasión perfecta para cometer actos que la ciudadanía no debería de ver jamás, actos reprochables pero necesarios para la supervivencia del imperio que podrían resultar escandalosos para el ignorante e inocente populacho. En esta ocasión, el crimen no era sino el asesinato silencioso y despreciable de un inocente cuya vida comprometía acuerdos entre el reino de Harkenia y el organismo continental de hechicería.

     La ciudad capital de Harkenia siempre había estado llena de vagabundos, locos, drogadictos violentos y dependientes de potentes estupefacientes y víctimas de enfermedades cutáneas desagradables que eran apartados como parias del resto de la sociedad, viendose obligados a vivir en el interior de las alcantarillas o en destartalados albergues de dudosa legalidad en los recónditos más marginales y sucios de la ciudad, a no ser que la guardia prefiriese divertirse practicando sus hechizos contra ellos, arrojándoles bolas de fuego o lanzando semillas encantadas que se adherían a sus pieles y que una vez implantadas comenzaban a crecer dentro de su carne hasta convertir el cuerpo del desdichado en una maceta, huelga decir que el destino de los que padecían esto estaban condenados a una muerte tan larga como dolorosa.

     Pocas eran las almas caritativas que decidían ayudar a esas almas en pena aisladas del resto de la sociedad pues además de la violencia de la que hacían gala las fuerzas del orden el resto de habitantes de Harkenia hacían oídos sordos e ignoraban los lamentos de los desdichados como si evitando los males del país estos simplemente dejasen de existir, pero había un pequeño grupo que se había consagrado a sanar los cuerpos y espíritus de los repudiados: los magos de sangre, también llamados despectivamente como los "cabello escarlata".

     Esos hechiceros tan temidos como poderosos no eran otra cosa que monjes que se habían criado lejos de la sociedad bajo unos preceptos de humildad y del amor al prójimo, al mismo tiempo que sus maestros les mostraban los secretos de la sangre, un arte que podía curar absolutamente cualquier aflicción física; miembros amputados, enfermedades, infecciones e incluso deficiencias mentales. Pero también era un poder que habría podido llegar a ser muy peligroso en caso de que por cualquier factor se hubiese descontrolado, por eso la disciplina de sangre había sido prohibida, al menos esa fue la justificación que expuso la corona contra unos hechiceros que únicamente hacían el bien... pero prohibir una magia no servía de nada: los que sabían usarla seguirían sabiéndolo aún después de la prohibición, eso haría a los monjes de sangre aún más peligrosos.

Cazador de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora