Fue la mujer del duque la que abrió la puerta para Grisam, aunque ya no llevaba encima la muñeca. No le dio más importancia y se hizo hacia un lado alargando el brazo hacia el interior como gesto de bienvenida.
—Te estábamos esperando.
Algo en su tono de voz le daba malos augurios, de todas formas entró porque no podía hacer otra cosa. Cuando entró, la madre de Clyo cerró inmediatamente como si temiese que se fuese a escapar. En un principio no entendió por qué lo hizo, pero le bastó una ojeada a la sala para descubrir sus oscuras intenciones.
A un lado estaba su prometido Clyo, mientras que al otro de la estancia se hallaba una criatura de forma humanoide y de tamaño descomunal que sobrepasaba ampliamente los dos metros la cual debía de estar encorvada para no golpearse con el techo. Su torso era relativamente normal en tamaño, lo que despuntaba eran sus extremidades anormalmente largas. Sin ir más lejos sus brazos medían más de la mitad de su tamaño total y sus dedos eran largos y finos como tenebrosos rastrillos vivientes.
Sin embargo eso no era todo; en si misma, la criatura parecía completamente desnutrida con la piel a ras de los huesos y lucía una repugnante piel de color negro brillante surcada por anillos esculpidos en ella, como si fuesen de filigrana. No llevaba ropa, por lo que podía apreciar en su totalidad el aspecto enfermizo de aquella criatura... y si eso ya le parecía asqueroso, era porque no había visto su cabeza.
Igual que los gusanos, su cabeza era alargada, anillada y terminaba en una punta arrugada. Carecía de orejas, de ojos y aparentemente también de boca. Su cabeza entera no era más que un apéndice más de su torso, ni siquiera parecía poseer estructura ósea; era todo cartílago.
—Creo que se os ha metido un bicho en casa —bromeó Grisam, dejando descolocados a Clyo y a sus padres por un segundo. Aquella altanería fue completamente inesperada para todos.
—¡M-mi amor! —exclamó Clyo, intentando acercarse antes de que el larguísimo brazo de la criatura se le pusiese delante.
—No te acerques a ella.
Grisam fue el siguiente en quedar desconcertado por la voz autoritaria que resonó directamente en su cabeza como un eco espectral. No tuvo que ser un detective para saber que aquella voz provenía directamente de la cosa desagradable que había retenido a su pretendiente.
—¿Telepatía? Clyo, ¿qué está pasando?
—¡No preguntes, huye! —suplicó Clyo aferrándose al brazo de su padre.
—No se irá a ninguna parte. Nivia.
—¡Sí! —La mujer aferró los brazos de Grisam creyendo que podría retenerla. Él, aunque podría haberse sobrepuesto a su "suegra", prefirió quedarse de observador.
—No es necesario que colabores, Clyo. ¡Su mente es nuestra y nos obedecerá! —El cuerpo del lanchi resplandeció y en ese momento, Grisam notó un fuerte dolor de cabeza tan intenso que lo habría hecho caer de no estar sujeto.
Sintió como si algo excavase en su cabeza, como si algo estuviese reptando dentro de ella. Perdió la consciencia y, como un flash, comenzó a recordar toda su vida en cuestión de segundos.
El primer recuerdo que le asaltó fue la imagen de Joyd cuando era niño, jugando con él con una pelota desgastada en el patio trasero de la casa de sus padres. A esa imagen la siguió la imagen de su muerte, cuando el hechicero de roca le aplastó el pecho con los nudillos. Luego vio la imagen de sus padres, dos personas que siempre lo habían apoyado alejándose de él... o más bien él alejandose de ellos. Imagen a imagen veía su propia vida ensombreciendose por culpa de sus desafortunadas decisiones.
ESTÁS LEYENDO
Cazador de sangre
FantasiLos "cabello escarlata" son escoria para sus congéneres; un grupo de hechiceros perseguidos por la justicia que poseen un característico color rojizo tiñendo sus ojos y vello. Los cabello escarlata son capaces de manipular a su antojo la misma...