Cuarto capítulo: Recuerdos grises

25 3 1
                                    

—La cena ya está servida —avisó con voz monótona el hechicero de roca desde el marco enmohecido de la habitación del invitado de su ama.

     El susodicho apartó la mirada de la pared marcada por la humedad y el descuido de los años y observó directamente los ojos muertos y vacíos del reanimado.

—No tengo hambre —respondió con tono seco.

—La señorita Tryss fue tajante, tienes que venir.

     El capitán bufó y se levantó con desgana. Bajó al primer piso y ahí se encontró con la embarazada decapitada, la nigromante, el tétrico Umre y con otras dos personas más, todos alrededor mesa: una de esas personas era un bebé que reposaba en brazos de Tryss abrazado a uno de sus pechos, mientras que la otra persona era nada más y nada menos que Joyd.

—¿Joyd?

—¿No esperabas verme de nuevo en el mundo de los vivos? —preguntó con sarcasmo.

—La verdad es que no... me alegro muchísimo de verte... no-muerto.

    El antiguo capitán se acercó a su amigo de la infancia y le abrazó con fuerza.

—Ya estamos todos —comenzó Tryss—, así que escuchad antes de comer; mañana estarán puestas todas las alarmas en la capital y habrá un gran número de guardias y hechiceros desplegados por toda la ciudad buscando a nuestro amigo, mientras que otra gran parte del ejército disponible estará en la entrada para que nadie pueda entrar o salir sin ser revisado. Actualmente las fuerzas de la capital son limitadas, la mayoría están desplegadas en las fronteras con la Unión Imperial y no tienen capacidad para protegerlo todo, aprovecharemos eso. Nadie podría esperarse que alguien recien fugado de la cárcel volviese a ella.

—¿Qué es lo que pretendes?

—La mayoría de presos de Harkenia son ladronzuelos con mala suerte, pero otros son soldados imperiales y bluxanos muy poderosos que mantienen para las negociaciones o para torturarles a cambio de información valiosa, su escape provocará el caos en toda la ciudad. Entonces podrás cumplir tu venganza y matar a los que te hicieron caer.

     Grisam rió forzosamente.

—¿Harkenia exhibiendo un error públicamente? No. Lo primero que harán será ocultar las pruebas de que alguien ha escapado. —Grisam se puso en pie y extendió los brazos sobre la mesa dirigiéndose directamente a Tryss—. ¿Quieres sumir a la capital de Harkenia en el caos más absoluto, no? Atacar directamente no servirá pues los hechiceros de Harkenia son letales y además cuentan con un veneno especial capaz de neutralizar la magia. Empieza por arrasar sus cimientos y todo lo que haya encima se desplomará como un dominó sin necesidad de arriesgarse.

—Adelante, te escucho atentamente.

—Durante todos mis años de capitán he visto qué es Harkenia de verdad y cómo se sustentan los habitantes más pudientes del país. La clave está en controlar los barrios bajos de la ciudad, y eso es algo que se me da bastante bien —decía Grisam mientras jugaba con el tenedor clavándolo en la mesa una y otra vez—. Hay una organización que se encarga del trabajo sucio de la nobleza como el cobro de impuestos o la adquisición de veneno mágico. Si me cubrís las espaldas, reduciré a cenizas la ciudad.

—Por supuesto, tú eres el veterano aquí. —El hechicero de roca había comenzado a traer platos de comida mientras hablaban que por el olor Grisam ya supo que se trataba de liebre antes de que colocase la comida delante de él—. Gracias, Ulises. Por ahora si no os parece mal, comamos.

     No tuvo que decirlo dos veces y tanto los no-muertos como Tryss comenzaron a devorar la comida.

—¿Cómo va a comer la embarazada? —preguntó el capitán algo inquieto mirando a la cabeza decapitada y al cuello suturado de la mujer.

Cazador de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora