Cuatro.

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Estuve a punto de decirle a Alba que no quería ir a cenar a su casa varias veces, primero porque me sentía mal, al final era su casa, y segundo porque estaba agotada, pero claro cómo le dices que no a esa carita...

Llegué sobre las nueve de la noche a su casa y até la bicicleta al primer árbol que vi, después toqué su timbre. Creo que me contestó su hermana, porque tan solo escuché una risita de fondo.

— ¡Eilan! —exclamó felizmente mientras se acercaba a mi con los brazos abiertos. — Dijimos pizza así que he hecho una yo.

— ¡Genial! —respondí antes de abrazarla y dejar un tierno beso en su cabeza. Vi a la hermana de fondo y le guiñé el ojo, pero no en plan ligar con ella ni nada de eso... De manera cómplice. A ver, no ligo con todo el mundo.

— Pasa y te enseño mi habitación. Comemos allí antes de que la Rafi te vea y te haga un interrogatorio.

Me hacía tanta gracia que la rubia llamase a su madre "La Rafi".

Caminé tras ella y dejé mi chaqueta a un lado en cuanto vi algo de espacio, porque después del trayecto en bici estaba algo acalorada.

— Tienes un cuarto que te pega mucho.

El dormitorio estaba pintado de color blanco, pero quizá era lo único blanco de la habitación, porque había lienzos por todas partes, todos diferentes, además de algún material que podía decir que era de la misma temática. Por lo demás, tenía una cama y un escritorio no muy amplio, de madera.

— Lo he ordenado antes de que llegases —bromeó aparentando estar orgullosa.

Me senté ligeramente sobre su cama, por apoyarme en algún sitio, pero no sabía si aquello le molestaba.

— ¿De qué es la pizza? —pregunté curiosa.

— De champiñones, por supuesto.

— Claro, no iba a ser de calabaza —bromeé.

— Demasiado dulce para una pizza, ¿no crees?

Me dio un beso en la mejilla y salió de la habitación. Supuse que iría por la pizza así que fui detrás de ella para ayudarla a traer los platos. Miré curiosa a mi alrededor, aunque solo pasamos por el pasillo hasta llegar a la cocina. Pude distinguir cómo su hermana parecía mirar desde la puerta, y cómo otras dos siluetas lo hacían desde lo que parecía ser el salón. En el fondo aquella situación me hacía gracia. Parecía que Alba también se había dado cuenta porque soltó un suspiro y negó con la cabeza.

— ¡Rafi, te quiero! —exclamó, y yo me eché a reír. — Pero la pizza es nuestra.

— ¿A tu padre le llamas por su nombre también?

— Claro, el Miguelito. No, no, que raro. A mi padre le digo papá.

— No entiendo nada, así que voy a coger los vasos y los voy a dejar sutilmente en tu cuarto ¿Vale? Vale —puse una mueca graciosa en mi rostro e hice lo mencionado.

— Somos un circo, ya lo sé. Pero debería presentarte a mi madre, ¿no?

— Claro, claro. Intenta arreglarlo ahora... —salí del cuarto y me encontré a la famosa Rafi en la entrada de la cocina.

— Hola corazón, soy Rafi —se acercó a mí de la misma manera que cuando conocí a Alba y me dio dos sonoros besos en las mejillas. — Deberías haber venido a comer con nosotros. Alba me lo contó después, sino te habríamos invitado.

— Yo Eilan... Digo Natalia. Por culpa de la gente ya no sé ni como me llamo.

Escuché como Alba se reía mientras caminaba por el pasillo. Estaba llevando los platos y los cubiertos a la habitación pero no tardó en volver. Esperaba que para rescatarme de la suegra, quiero decir... de su madre.

Mas allá de ti  | Albalia AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora