Capítulo 8

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MARÍA

La frustración que sentía empezaba a ser bastante evidente. Tanto que tuve que salir volada de aquella clase porque no podía ni mirar a Marta a los ojos.

Creo que mi cabeza no procesaba bien lo que me había dicho hacia apenas una hora, ¿que yo le gustaba?¿cómo le puedo gustar yo? Una tipa que está a punto de terminar la Universidad, sin dinero, que trabaja a media jornada en Telepizza para poder pagarse unas cervezas el fin de semana. Llena de tatuajes sin sentido y con la mirada de asesina que arrastro todos los días.

Lo único que podía pensar era en alejarme de Marta, no le voy más que a mal influenciar. Ella solo tiene 18 años, acaba de empezar una nueva etapa lejos de su familia, acaba de dejar a su novio. Esta claro que está un poco perdida pero yo soy la última persona con la que quiere estar.

Bien es cierto que hacía ya unas semanas desde que nos conocimos en las pruebas para entrar al coro. Y al principio me parecía la chica más mona e inocente del mundo. Pero desde unos días hasta hoy no podía conciliar el sueño pensando en ella y si lo hacía me despertaba a media noche y me ponía a componer canciones, llegué a la conclusión de que no estaba enferma sino que tenía sentimientos encontrados hacia la malagueña que, obviamente, llevo escondiendo en lo más fondo de mi habitación y que debo de empezar a olvidar por su bien.

Lo que más me asustaba de todo era comparar lo que estaba empezando a sentir por ella con mis sentimientos por mi novio Pablo. Pablo y yo sólo tan iguales que creo que ha llegado un punto en el que somos como hermanos, y me perturba tanto que no puedo pensar en ello porque sé que él me quiere muchísimo. Y ni le merezco a él ni merezco a Marta.

Lo único que quería hacer ahora mismo era irme a dormir antes de empezar mi jornada en la pizzería y fingir que mi vida no es patética.

-¡María! - escuché a unos metros detrás de mí.

Mierda. Me había seguido y seguro que no me iba a dejar marchar. Todo por actuar tan raro. Soy un desastre.

- ¿Ahora quieres hablar? - Le dije para ver si me dejaba. No podía mirarla. Necesitaba estar sola un rato y seguí andando sabiendo que no me iba a dejar.

Me agarró del brazo y me frené.

- A ver, lo siento, fui muy borde antes contigo solo querías ayudarme. - dijo con un tono tranquilo.

Me quité la capucha - Marta...

- No hace falta que digas nada, ya se que tienes novio y seguro que le quieres con todo tu alma y yo me alegro un montón, es que no se que me pasa, no tienes que darme ningún tipo de explicacion de verdad, yo sólo...

Me estaba mareando con tantas palabras asiqué la abracé.

- Vale... - la escuché decir.

Al sentir como apretaba su agarre no pude evitar sentir como me subía un nudo por la garganta. No... No... ahora no...

Pero no pude evitarlo.

Empecé a llorar.

-Hey María - noté que me estaba acariciando el pelo para intentar calmarme- no pasa nada...

Me sentía ridícula y me separé de ella. - Lo siento Marta.

-Noo lo siento yo por haberte hecho sentir así - puso su mano en mi hombro - ¿puedo... acompañarte?

Pese a que quería estar sola en ese instante no podía negarme. Si tenía que estar con alguien era con ella.

- Claro - me acaricio la mejilla y sonrió.

Caminamos juntas y en silencio hasta mi habitación.

Abrí la puerta y deje que pasará primero.

- Siéntate - le ofrecí.

Marta se sentó en mi cama y me senté a su lado.

Seguimos en silencio sin mirarnos.

Me cogió la mano y ahora si que intercambiamos miradas.

Me miró y sonrió, y en ese momento solo existió ella. En mi mundo solo estábamos las dos y mis pensamientos, mirándonos. Como si lo demás se hubiera congelado o fuera a cámara lenta. Creo que no hay momento igual como el qué pasa cuando dos personas se miran, y parece que hacen que el tiempo se congele. Para mí, el hecho de que nos miráramos de esa manera, provocó un caos de emociones en mi cabeza.

Entonces vi como su mirada estaba clavada en mis labios. Y la mía se perdió en los suyos.

Todo ocurrió en un segundo. Me temblaba todo por dentro, me ardían las mejillas y sentía frío en los dedos. Mi estómago dio cinco vueltas y media. Notaba un nudo en la garganta, y no sabía si estaba feliz o asustada. Hubo un momento en el que pensé que me estaba mareando, había tal mix de emociones en mí que no sabía casi ni respirar.

Pero sabía que Marta no iba a dar el primer paso asiqué lo hice yo. Le sujeté con delicadeza el cuello con mi mano.

Y por fin, nos besamos.

Y solo durante un instante me olvidé de todo: de las cincuenta razones por las que no debería hacerlo, de mis inseguridades y de Pablo. La bese, respirando el aroma de su piel, sintiendo su suave pelo bajo mis dedos mientras acariciaba su cabeza... y cuando me devolvió el beso todo desapareció y por fin estábamos Marta y yo en mi cabeza a solas.

Sentí como si nos liberáramos de algo. Un peso, un pensamiento, una duda. La verdad que no lo sé.

Marta tomó mi barbilla entre sus dedos para finalizar el beso que duró varios minutos y me besó tiernamente en la mejilla.

En el momento que abrió los ojos noté su mirada cambiar a arrepentimiento.

- Lo siento María yo no...

- Marta - la interrumpí- fui yo, yo te he besado. - sonreí para tranquilizarla. - tú también me gustas. Mucho. - la cogí de la mano.

MARTIA/ Tu Dedo En Mi EspaldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora