• Textures •

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Y se hizo luz cuando vi
que sonrías en la distancia,
distancia que aglomeraba segundos,
segundos que masticaban recuerdos,
recuerdos que morían por ti.

Y desde entonces,
te besé como un loco,
loco sediento del amor,
amor colorido
en referencia a tu arcoíris,
arcoíris que en cada instante,
me deleita inesperadamente.

Y te tomé de la mano
como el que anhela
que nunca sea soltada,
soltar no por algo mejor,
sino por algo diferente,
nosotros.

Y nos sentamos al lado del uno al otro como aquellos que perciben
la complicidad como algo divino,
divino como tu belleza interior,
interior que contiene
una colina de girasoles.

Y nos hicimos caricias como
si se nos viniera el mundo encima;
como si,
en ellos,
estuviera la gloria,
-que lo está-;
como si,
en ellos,
fuera más fácil sobrellevar
la aflicción cotidiana;
como si,
en ellos,
no tuviera temor.

Y te toqué como si del mar se tratase;
y te miré como si del cielo se tratase;
y me iluminaste como si del sol se tratase; y hiciste resplandor la noche
y te convertiste en luna.

Y me quedé atolondrado cuando
me percaté de que te comías el mundo
sin importar los murmullos
de los transeúntes,
transeúntes que asfixiaban tu luz interior,
interior curtido de texturas del universo, universo realizado por sus manos.

Diciembre: TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora