Acoso

250 18 5
                                    


—Hola mi amor... he venido a verte, no olvidé tu gran día. ¿Estás bien...?

—Sí, Queenie. Vivo. Ya puedes volver a esa cueva de revolucionarios.

—¿Por qué estás enfadado conmigo?

—¿Perdona? —frunció el ceño y cerró un cajón de golpe, encarándola. Tina y Newt prefirieron esperar fuera— ¿cómo puedes preguntarme eso? No paras de dejarme solo. Los motivos por los que crees estar luchando son muy arriesgados. Seraphina Picquery os está buscando y como dé con Grindelwald, acabará también con todos sus secuaces. ¿No ves que lo que haces es una...?

—Una locura —completó ella. Odiaba que la llamara loca. Su rostro volvió a enfriarse y se distanció de él. — Necesito que vengas conmigo, no quiero seguir sola allí. Se supone que nos amamos y que debemos luchar por nuestra causa.

—He tenido demasiado tiempo para pensar noche tras noche. Y no estoy dispuesto a ver cómo mueres por seguir la senda equivocada. Él quiere acabar con los no-maj, o bien esclavizarnos. A ti no te sirve nuestra realidad.

—¿¡Nuestra realidad!? Ni siquiera podemos salir juntos a la calle sin ser vistos por otro mago, sin ser acusados. ¡Se me encarcelaría! Y me despojarían de mi varita.

—Tendríamos cuidado para no ser vistos, pero en la intimidad estaríamos juntos.

—Yo quiero formar una familia, Jacob. ¿Qué pasará si tengo un hijo humano? ¿También tendré que ocultarlo? ¿Y qué dirás tú, que su madre nunca puede salir con él por algún tipo de enfermedad? ¡¡Por qué eres tan cobarde!!

Los gritos se escuchaban desde fuera.

—Podemos tratar de movilizar a los magos de otra manera, no necesariamente con muertes.

—Yo no deseo la muerte. Pero para cambiar mentes se necesita el poder. Es un paso adelante, al menos que la gente nos escuche. Jacob... por favor, debes venir conmigo. Será como vivir juntos. Y mil veces más fácil.

—No lo haré, Queenie. Lo siento.

Al verle recoger no pudo evitar volver a hacerlo. Extrajo la varita de su capa y dijo las palabras frívolamente para hipnotizarle, una vez más. No iba a tolerar su rechazo, ¿por qué redimirse, si estaba en su mano hacer todo lo necesario para que ambos fueran felices? Las palabras de Grindelwald cobraban vida en su cabeza. Hechizó su mente y su voluntad y Jacob quedó petrificado los primeros segundos.

—Lo siento, mi vida... no puedo seguir en este sinvivir.

—¿Queenie? Cariño... venga, vámonos a casa. —Se abrazaron y la bruja se sintió fatal de un momento a otro, tener que recurrir a aquello para que no se le escapara. No iba a renunciar al único hombre por el que había sentido algo tan precioso y menos cuando sus intenciones eran las de poder consolidar una realidad juntos. Dos sentimientos enfrentados chocaban en su mente, como si lo que hiciera estuviese bien y mal al mismo tiempo. No sabía qué lado tenía más razón que otro.

—Pediré un préstamo al banco para comprar nuestra propia casa, mi pequeño... ya verás lo felices que seremos —Jacob casi se le cae encima, algo mareado por la fuerza con la que el hechizo revertía sus propios pensamientos, le anulaba como persona. Queenie le puso el abrigo y se arregló los rizos antes de salir a la calle, donde estaban Newt y su hermana. Apretó fuerte el brazo de su novio para que no se separara, pero Tina pareció algo contrariada.

—¿Os vais juntos?

—¡Sí! Se lo ha pensado mejor y me acompañará unos días.

Newt sacó la varita dispuesto a desencantarle, se había dado cuenta en seguida de que Jacob no era completamente Jacob. No era la primera vez que le veía así; aún recordaba cuando Queenie les dio la noticia de que iban a casarse en Londres. Mismo hechizo, misma mirada perdida de su amigo. Antes de lograr apuntarle Queenie sacó también su varita y ambos se apuntaron, mirándose de hito en hito.

Ven conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora