Estimado Sr. Engreído,
Se me ha pedido que escriba un informe detallado acerca de la entrevista que se llevó a cabo el día de hoy y no tengo la menor idea de cómo comenzar a escribir la sarta de mentiras que me veré obligada a decir. Porque ¿Quién me creería? ¿Qué pensarían todos si me atreviera a decir que el famoso doctor, el aclamado Heredero de Gales en realidad no es más que un patán, un cretino egocéntrico indigno de ser admirado? Nadie me tomaría en serio, o peor aún: nadie me creería, así que prefiero exorcizar mis demonios siendo jodidamente honesta y escribir estas líneas (que tus preciosos ojos turquesa jamás llegarán a contemplar) diciendo lo que realmente pienso sobre ti. Comenzaré por decir lo mucho que me ha desagradado haberte conocido, fuiste una completa decepción. Ni siquiera tus logros académicos son suficientes para ignorar la calidad de persona que eres. En la vida me he cruzado con alguien tan prepotente, superficial y vanidoso como tú. Honestamente, esperé que una persona con tu educación, alguien que proviene de una de las familias más prestigiosas del continente, se mostrara un poco más humilde, o respetuoso al menos, que podrías fingir cierto grado de empatía hacia el trabajo de otras personas en lugar de pisotearlas como pretendiste hacer conmigo. Tristemente, los soberbios nunca logran bajarse de ese pedestal tan alto en el que ellos mismos se han puesto (sí, me refiero a ti) Tu con esa sonrisa seximente displicente no has hecho más que confirmar lo que ya sospechaba; eres un cabrón seductor que se cree con el derecho de mirarme de esa manera tan desagradable y creer que soy tan tonta como para no darme cuenta de ello, o lo que es mejor: creer que caería rendida a tus pies como si fueras el último hombre apuesto y encantador sobre la faz de la tierra. Pues le tengo una noticia SEÑOR, cualquier atisbo de admiración que pudieras evocar en mí, quedó completamente lastrado en cuanto abriste la maldita boca con esos labios finos... sedosos y malditamente besables... y ese acento, ese jodido acento que me hacía temblar las piernas... (Un momento, creo que me estoy desviando del tema, eso no era lo que quería decir... Como sea, creo que estoy demasiado ebria para ser coherente, el punto aquí es que TE ODIO) Me permito el infinito placer de ser completamente honesta antes de escribir lo que todos ansían escuchar sobre ti, para decirte que ni en mis fantasías más oscuras te permitiría follarme, aunque suplicaras... de rodillas. Si, también puedo ser presumida si lo deseo. No me conoces, ni me interesa conocer nada de ti. Si tengo la mala suerte de que te vuelvas a cruzar en mi camino, espero que pases de mí en absoluto de lo contrario me temo que en un ataque de verborragia terminare por decirte en un tu perfecto y anguloso rostro lo idiota y patético que eres.
Espero que disfrutes tu premio ¡Cabrón!
Con mucho desdén, Angie.
— ¡Eso!
Se felicitó así misma inclinándose un poco hacia atrás para contemplar su obra con el pecho hinchado de orgullo. El texto era lo más crudo y honesto que había escrito en sus cortos veintitrés años, fue grosera y quizás hasta un poco descarada con algunos detalles pero eso no tenía importancia, estaba perfecto. Se sentía tremendamente feliz por lo que había hecho. Simbólicamente le estaba dando a Hannover una dosis doble de su propia medicina porque aun y cuando no llegara a saber todo lo que realmente pensaba sobre él, ella sí lo sabía y era suficiente... por supuesto que era suficiente...sí que lo era... ¡Maldición! ¿Realmente era suficiente? Pensó que tal vez las personas como él necesitaban de alguien como ella que los pusiera en su lugar por lo menos una vez en la vida para variar.
Súbitamente, el germen de una muy terrible idea echó raíz en los pensamientos de Angie ¿Qué pasaría si lo enviaba? ¿Qué tan malo podría ser? ¿Lo leería algún día dentro de algunos veinte años? Recordaría aquella rubia enojada que no se trago sus insultos y se defendió de sus insultos con uñas y dientes ¿Le respondería o algún sistema de seguridad sofisticado bloquearía su correo por ser demasiado ofensivo? Existían un sinfín de posibilidades y la curiosidad fue demasiado para ser soportada.
— ¿Dónde estará?
Pensó en voz alta, se rascó la cabeza e intentó recordar dónde el lugar había dejado sus notas, y los documentos del Herald (Posiblemente estaban junto a su cordura) esparcidos entre todo el desastre que reinaba en su pequeña habitación. En medio de los estragos causados por el alcohol viajando en su torrente sanguíneo, se esforzó por hallar una luz en su cerebro que le diera la ubicación de la carpeta, luego de varios minutos de tropezar con sus propios pies y murmurar cosas sin sentido, para su suerte (o desgracia) la encontró.
—Aquí estás... —hipó dejando escapar una risita ebria. Tecleó con rapidez la dirección del receptor y esperó unos segundos a que el arrepentimiento tocara a su puerta y la convenciera de no hacerlo, no pasó— toma eso maldito
La culpa no era suya, no era de su rabia ni siquiera era de Ian, la culpa la tenía ese estúpido Vodka adulterado que consiguió de oferta en el supermercado, su poca tolerancia al alcohol junto al despecho de su ego herido resultaron en una peligrosa combinación. Esos eran los verdaderos culpables de todos sus males y de que hubiera cometido suicidio laboral y académico en una sola noche. Estaba metida en un problema de proporciones gigantescas. Adiós carrera, adiós periodismo, adiós independencia.
Con el horror pintado en su rostro y todas sus neuronas funcionando adecuadamente, Angie pudo terminar de recordar y contarle a Maia todo lo sucedido desde la entrevista con Ian, hacía un poco más de veinticuatro horas bajo los efectos del alcohol. Todos y cada uno de los músculos de su cuerpo se convirtieron en piedra al contemplar lo que hizo, era la cumbre de la estupidez, la epítome de una locura sin remedio ¡Lo envió! El maldito correo tenía destinatario, y por las palabras de Ian estaba completamente segura de que lo había leído, no veinte años después como predijo su alter ego alcohólico ¡No! Lo hizo la misma madrugada... «¿Acaso ese hombre no duerme» Se preguntó «Puedo follarte y muy bien» ¡Por Dios! Por supuesto que lo había leído ¿En qué demonios estaba pensando? Y aun más importante ¿desde cuándo se había convertido en una suicida demente?
«Lo de suicida es debatible» ironizó su subconsciente.
Maia, quien lucía igual de desencajada por los sorpresivos acontecimientos, observó a su mejor amiga como si a esta le hubiera salido un tercer ojo en la frente mientras salían de la lujosa suite hasta la recepción del hospital. Definitivamente el vodka era el verdadero villano de la película por disecar lo poco que quedaba de su extenuado cerebro de su rubia amiga.
—Joder, Angie... que solo te ha faltado cagarte en sus muertos.
—Ay p-por favor — balbuceó— no es para tanto...— Maia Arqueó una ceja. — Además el dijo que no era nadie ¿Cómo se atreve? Soberbio hijo de puta.
— ¿De verdad? ¿Una maldita decepción? ¿Un cretino indigno de ser admirado?— Angie lloriqueó— ¿Dónde has aprendido a insultar de esa forma? Porque yo no te lo he enseñado.
Una mezcolanza de sentimientos bifurcaron dentro de ella, por una parte el pánico de lo que pasaría después de todo la atenazaban de miedo, por otro lado de todos insultos que despotricó (De nuevo) a Ian no parecían molestarle, se divertía con la situación ¿O solo era una fachada? Quizás solo quería que sintiera confianza antes de despedazarla.
La situación ya era bastante complicada y confusa, como para sumarle los ronroneos seductores que había emitido cuando estuvieron solos. La forma en que la cercanía de su cuerpo le alteraba los sentidos ¿Qué carajos le estaba sucediendo?
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La Máscara de Ian Hannover
RomancePara su tesis de grado. Angie Ross, Una estudiante de periodismo tiene la oportunidad de entrar en la vida del heredero más poderoso de Gales. Esto le daría la oportunidad de independizarse de su madre, comenzar una nueva vida lejos de los fantasmas...