El colegio era un lugar tranquilo y apacible. A pesar de haber abusones, profesores malvados e incluso delincuentes por necesidad (sí, te robaban los libros “prestados” del Estado), el colegio no era tan malo. Claro que tenías que proteger tus cosas a capa y espada. Si salías al recreo, mínimo ponías tu candado en la mochila para que no se pierda nada. Sí, a ese extremo llegué. Dejando eso de lado, mamá siempre me apoyaba en la medida de sus posibilidades. Ella trabajaba por las las tardes en el colegio, mientras yo estudiaba en las mañanas. Cuando estaba en primaria era mucho mejor porque íbamos juntos y regresábamos juntos. Recuerdo que hasta nos íbamos al internet y luego a comer. ¡Qué buenos tiempos, caracho! Pero no era genial solo por eso, sino también me dejaba pasar la tarde con ella.
Cuando terminaban las clases, mamá siempre decía que podía quedarme a hacer las tareas, estudiar o simplemente descansar. Ella tenía una oficina pequeña dentro de un espacio más grande. Recuerdo que había como una especie de sala donde yo me acomodaba para hacer mis tareas. Si necesitaba algo como una tijera o lapiceros, bastaba con ir a la librería que estaba en el primer piso; si tenía hambre iba a los kioscos que estaban en el segundo patio del colegio, y si necesitaba copias, también podía hacerlo en el primer piso. Lo tenía todo en un mismo lugar, y la verdad nunca había visto a mi colegio de la misma manera. Cuando me quedaba en casa, a veces tenía que caminar y caminar para conseguir una lámina o figurita de los Incas o del cuerpo humano; si quería comer algo, me preparaba algo con lo que había en casa, o si no mi abuelita preparaba algo para mí.
Recuerdo que una vez hice un trabajo grupal con mis amigos. Nos reunimos en aquel espacio donde yo hacía mis tareas para poder ensayar una obra para la clase de arte. Fue un mate de risa porque nunca entendí de qué se trataba; el título era “el chicle”. Era tan raro que ni diálogos tenía; era algo así como cine mudo. Si Charles Chaplin hubiera visto eso, fácil estaría revolcándose en su tumba.
Mamá siempre escuchaba música del recuerdo. Por aquellas épocas había una radio que se llamaba “Ke Buena” y tenía un programa bien simpático. El desaparecido locutor y actor creo, el “Cachorro” Zavala animaba cada tarde con su inseparable compañero Barney (Sí, el dinosaurio que vive en nuestra mente y es realmente sorprendente). Nunca imaginé que terminaría gustándome ese tipo de música, especialmente porque no era común para un chico de 13 años. Río Verde de Los Iracundos, El Niágara en bicicleta de Juan Luis Guerra y La barca de Luis Miguel fueron canciones que marcaron mi adolescencia y que siempre escuchaba con mucho placer. Incluso cuando regresaba a casa, prendía la radio y ponía esa emisora.
La música del recuerdo me acompañó gran parte de mi secundaria; siempre la escuchaba mientras hacía mis tareas o jugaba en la computadora. Claro que nunca le comenté esto a ninguno de mis amigos, creo que ellos no lo entenderían y simplemente juzgarían ese gusto que tenía. Con el tiempo dejé de escuchar música porque ya había otras responsabilidades además del colegio. Tenía que echarle ganas al inglés y ya no pasaba mucho tiempo en casa; al menos ya no para escuchar la radio. Pero siempre recuerdo con mucha nostalgia aquellas tardes que pasaba en casa escuchando música de aquellas épocas. No sé por qué pero me transmitía una sensación de paz y tranquilidad. Mamá tiene la misma sensación pero con música clásica; ella siempre dice que la música es como una caricia en el oído izquierdo. Yo nunca entendí eso hasta que lo encontré en internet. En realidad lo encontré en un meme, pero esa es otra historia.
La música tiene el poder de transmitir sentimientos y emociones. No importa si se trata de una canción de ahora o de hace 20 años. La música del recuerdo me acompañó por algunos años, luego ya empecé a escuchar otros géneros como rock o punk; algo más acorde a mi generación. Claro que me doy la oportunidad de volver a escuchar aquellas canciones, cada vez que puedo. Después de todo, aún siguen siendo mis favoritas.
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Short StoryEl autor nos sumerge en su mundo a través de historias cortas donde comparte experiencias divertidas e interesantes. De igual manera, reflexiona sobre temas aparentemente comunes pero con un estilo particular, brindando así una lectura ligera. Esta...