El joven de cabello largo

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Cuando somos jóvenes queremos adueñarnos del mundo, hacer lo que nos plazca e imponer nuestras reglas. Hay quienes quieren tener tatuajes, ropa de marca, salir con la chica más bonita del salón, hacer barbaridades con el cabello, o solo teñirlo. Y aún cuando todo eso puede parecer genial y divertido, no siempre podemos alcanzar tales cosas, al menos cuando eres joven y dependiente de tus padres. Siendo sincero, nunca me gustaron los tatuajes, piercings, ni siquiera teñirme el cabello. Sin embargo, había algo que siempre quería hacer y que nunca pude porque era preso del sistema educativo de aquél entonces (y que de paso, sigue siendo el mismo).

Recuerdo que cuando estaba en el colegio siempre debía tener el cabello corto, y no me refiero a un corte cualquiera, sino a uno cadete (sí, cual postulante a la Policía). Es un corte bastante particular porque apenas y te deja un poco de cabello. Sin exagerar, tuve que soportarlo parte de la primaria y toda la secundaria. La verdad nunca me gustó tener ese corte pero debía hacerlo si es que no quería ganarme una notificación para mí mamá, y un demérito, que era algo así como una papeleta pero que en lugar de pagarla te la descontaban de tu nota de conducta.

Ya que me cortaba el cabello con mucha frecuencia, cada 2 meses para ser exactos, no me quedaba otra que acostumbrarme. Si algo me gustaba de tener el cabello así, era que podía irme al colegio sin peinarme. ¡Quién se peina si no tienes qué peinar! Eso es exactamente lo que diría un calvo.

Pasaron los años, y ya para quinto de secundaria, tenía pensado lo primero que haría cuando todo termine. No una carrera, no un año sabático, ni siquiera un tatuaje, decidí dejarme crecer el cabello. Fue una idea totalmente descabellada, por así decirlo. Si bien no era como una marca de tatuaje, o una cicatriz de piercing, o un daño permanente en el cabello, la idea era un tanto alocada. Mamá se sorprendió con esto pero no le molestó que lo intentara. Después de todo, ella siempre decía que el cabello se corta y listo.

Sin embargo, mi cabello no creció apenas dejé el colegio. De hecho, la idea se concretó luego de ingresar a la universidad. Recuerdo claramente que todos en casa me cortaron el cabello siguiendo aquella tradición familiar que traumaba a tantos cachimbos indefensos. Tras ese incidente, decidí dejarlo crecer sin importar que se vea bien o mal; eso era lo de menos. Claro que con el pasar de los meses, ya no me sentía tan seguro ni cómodo.

Mi cabello comenzó a crecer sin ninguna dirección aparente, y como no me había cortado ni siquiera las puntas, el cabello crecía como podía. Víctima de mi propia decisión, mis amigos empezaron a ponerme apodos bien crueles como Mafalda, Camilo Sesto, José Luis Perales, ¡IVAN CRUZ!, con ese sí se pasaron. Ya no era tan genial tenerlo así y no solo por lo que me decían ellos, sino también porque me tomaba más tiempo lavarme el cabello. Recuerdo que pasaba varios minutos frente al espejo tratando de encontrar el peinado “perfecto” y evitar que se mueva; en ese momento entendí por qué las chicas se demoran tanto arreglándose.

También me sentía incómodo porque en una ocasión mientras regresaba de la universidad hacia mi casa (yo iba de pie), un señor se atrevió a rozarme la retaguardia. Cuando volteo para mirarlo, él solo atinó a decir: “Disculpe, señorita”. Esa la fue la gota que derramó el vaso.

Luego de un tiempo de tenerlo así, decidí que ya era hora de cortarlo. Tal vez no me quedaba bien, o me hacía más joven de lo que parecía, pero en verdad me gustaba mi cabello largo, sobre todo cuando corría y sentía el viento en él, algo así como publicidad de shampoo.

Cuando uno crece, y no me refiero a la  estatura, va dejando ciertas cosas ya sea por responsabilidades o porque ya no van con uno. Yo todavía dejo crecer mi cabello, pero ya no como antes.

Pensaba que nadie quería verme feliz con mi cabello largo, y a veces nos portamos así. Nos encaprichamos creyendo que merecemos tener lo que queremos, pero cuando nos chocamos con la realidad nos damos cuenta de que ciertas cosas no van con nosotros. Siempre es bueno escuchar a las personas que nos aprecian y estiman, no porque tengan que darnos órdenes, sino porque ellas buscan lo mejor para nosotros.

Algún día tendré mi cabello largo perfecto, así sea lo único que haga. ¡He dicho!

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