Asiento prohibido

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La mayoría de los mortales usamos buses para poder transportarnos hacía nuestro destino; puede ser la universidad, el trabajo o algún lugar para pasarla bien. Algunos viajan plácidamente en sus autos último modelo, cero kilómetros, disfrutando el emocionante y excitante tráfico limeño. Si alguna vez has estado en la av. Javier Prado a las 6 de la tarde, sin duda sabes a lo que me refiero. El tráfico, el cobrador maleducado y los choferes que se creen kamikazes son el pan de cada día. Si a esto le añadimos el aroma que expele de los cuerpos sudosos de algunos que desconocen el jabón y/o desodorante, este viaje puede ser aún más difícil. Siempre he creído que no hay deporte (o en este caso, actividad) más extremo que viajar en bus, sobre todo si vas de pie y sujetándote de las barandas mientras ves como el chofer hace mil y un maniobras para esquivar a todo ser humano o animal que se le cruce en el camino. Podría parecer que un viaje en bus no es nada placentero (sobre todo en hora punta), pero también hay algo más que resulta molesto e incómodo. Cada bus tiene un espacio designado para personas con ciertas características, ya sea un embarazo, un niño en brazos, un adulto mayor o algún tipo discapacidad.

Cada vez que tomo un bus, evito a toda costa sentarme en aquellos asientos de color rojo sin importar lo cansado que pueda estar. Recuerdo los momentos vergonzosos que tuve que pasar no solo a manos de los "discapacitados", sino también de las personas que se creen defensores de este grupo social.

Cuando voy a la universidad o al trabajo, siempre trato de sentarme en los asientos que están casi al final del bus. Me gusta sentarme cerca de la ventana y mirar a través de ella, claro sin descuidar mis cosas porque la delincuencia está a la orden del día. No siempre puedo evitar que una persona de avanzada edad, con bebé en brazos, o embarazada se coloque frente a mí esperando que yo me levante y le ceda el asiento. He aprendido a ser respetuoso con las personas, así que no tengo problemas en ponerme de pie y decirle amablemente a esa persona que puede sentarse. Lo malo es cuando viene una persona (con las mismas características) a decirte de manera prepotente que te retires de 'su lugar', o cuando los que están cerca de ti, literalmente, te hacen roche en público. Lo peor de todo es que encima se molestan, y claro uno tiene que verse obligado a mantener la compostura y no ceder porque podría ser peor. Recuerdo que salí con mamá hace unas semanas, ella iba de compras y yo, a la iglesia. Como no había lugar para los dos juntos, nos sentamos uno detrás del otro. Ya tenía los audífonos puestos, así que solo me quedaba relajarme al compás de la música. No pasaron ni dos minutos y una señora que estaba a una distancia muy corta me dijo (de manera poco amable) que me levantara para ceder mi asiento a un señor. Yo sinceramente no me había dado cuenta de ese hombre; tampoco soy de ignorar a las personas. Si veo que alguien de verdad lo necesita, yo no tengo ningún problema en levantarme; después de todo, siempre hay personas que te dan las gracias o te regalan una sonrisa. No me quedó de otra que levantarme y ceder el lugar a un señor que no parecía tener más de 60 años, no estaba lisiado, no tenía un bebé en brazos, ni mucho menos estaba embarazado. Sentí un gran fastidio porque la señora no dejaba de decir cosas al aire; yo ni le presté atención. Solo atiné a calmarme, respirar hondo y concentrarme en la música que estaba escuchando. Luego pude sentarme y continué con mi viaje tranquilamente.

En otra ocasión, un anciano hizo un escándalo en el Metropolitano porque un joven no le cedió el asiento. Creo que el joven debió levantarse, así sea por roche. Sin embargo, el señor lo insultó e incluso lo agredió físicamente ¿Es necesario llegar a los golpes? ¿Y todo por un asiento? Muchas veces la educación queda relegada a un tercer o cuarto plano.

Lamentablemente hay personas que reclaman algo como suyo cuando ni siquiera cumplen los requisitos mínimos. El asiento reservado es para personas con alguna discapacidad, adultos mayores, embarazadas y personas con niños en brazos. No es para personas 'cansadas'; ni siquiera es para mujeres porque hasta donde sé el ser mujer no es una discapacidad. No quiero generalizar pero casi siempre son las mujeres quienes gritan "¡asiento para la señora!" o "¿Acaso no hay caballeros?", como si los únicos que tuvieran que dar el asiento son los hombres. Es por esto que evito los asientos de color rojo; son prohibidos para mí. En todo caso, prefiero sentarme en la parte final del bus o sino quedarme de pie.

Es mejor evitar pleitos, pero si ya te los ganaste, al menos intenta llevar la fiesta en paz.

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