Capítulo XXIII

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*Astrid*

Me niego a creer una sola palabra que salga de la boca de Anastasia. Es imposible que mi padre asesinara a mi madre sin razón alguna. No pienso hacerle creer a mi hijo que su abuelo, con el que jugó todas las tardes, era un asesino. No es el recuerdo que alguien tenga de Fernando Romanov.

Pero el que hizo esto, lo pagará y lo pagará caro. Con su vida.

Michael Levinson. Juzgado por el asesinato de Fernando Romanov.

Esta noche será su ejecución y no me iré de Francia hasta ver su cabeza rodar y mirar sus ojos sin vida.

Nicholas me acompaña a caminar a los jardines mientras Dante se queda cuidando de Ricardo. Necesito distraerme de todo. Es demasiado.

-¿Cuál sería el propósito de Anastasia al decirte eso?

-No lo sé, pero no creo una sola palabra de lo que dijo.

Nicholas es al único que confío en decirle todo, él me comprende, Dante solo me juzga de que soy muy sensible o de loca. Nunca ha tenido que pasar por las situaciones que yo he tenido que vivir.

-Siento no haber podido estar aquí para ti cuando más me necesitabas. –dice Nicholas deteniéndose y tomándome de las manos mirándome directamente a los ojos.

-Si no fuera por ti, Rusia hubiera tenido una guerra civil. Necesitamos a todos los hombres posibles...

-¿Qué planeas hacer?

-Iremos a guerra. Anastasia Neufeld se arrepentirá de blasfemar sobre mi padre.

-¿No crees que es algo extremo?

-No voy a dejar que manche el recuerdo de mi padre, no ahora.

-Prepararé a los hombres.

-No será sencillo, juntos Irlanda y Alemania, son indestructibles.

-España y Rusia de la misma manera. Además, yo los lideraré.

-No. –digo cortante- No puedo perderte.

-No lo harás, solo ganarás. –dice sonriendo.

-Mañana por la mañana partimos a Rusia y los planes empezarán de inmediato.

-Sí, mi reina –dice haciendo reverencia.

Seguimos caminando por los jardines sin decirnos una sola palabra. No es un silencio incómodo, sino todo lo contrario. Me siento apoyada, querida, indestructible...

****

Las estrellas iluminan el cielo nocturno, el frío viento golpea nuestros rostros mientras todos se reúnen alrededor del acusado.

Al otro lado del patio trasero, veo a Leda junto con Anastasia, susurrando y sonriendo. Sienten mi mirada sobre ellas y voltean hacia mi dirección. Leda dice algo al oído de Anastasia haciendo que deje de verme, sin embargo, la cruel sonrisa no se borra de sus labios.

Desvío mi mirada hacia los guardias que traen arrastrando a Michael Lenvison. Un enorme nudo se forma en mi garganta y siento mi corazón presionando mi pecho.

Dante está a mi lado, tomándome de la mano, apoyándome.

-Llévate a Ricardo de aquí. –le digo sin despegar la mirada en el acusado.

-Quiero estar aquí a tu lado. –replica.

-No quiero que mi hijo vea esto. –digo enojada.

Me mira disgustado y suelta mi mano. Carga a Dante entre sus brazos y se alejan de ahí.

Ponen a Michael de rodillas.

El verdugo levanta el hacha.

En un abrir y cerrar de ojos, el chico pierde su cabeza de un preciso corte en el cuello.

La sangre sale sin parar formando un charco bajo el cuerpo inmóvil del asesino de mi padre.

Pensé que me haría sentir mejor el verlo morir, que sentiría un alivio al mirar sus ojos sin vida. Pero no. No puedo dejar de pensar en su familia...

No hay vuelta atrás. Se escucha el llanto a lo lejos y al buscarla con la mirada, puedo ver a lo lejos a una señora y a una chica un poco menor que Michael. Su familia, su madre y su hermana.

Entonces viene a mi mente, el mismo grito que escucho en mis sueños. Mi grito. Sigo sin poder asimilarlo por completo, solo es un sueño, pero se siente tan real. Veo a mi madre morir ante mis ojos.

Me doy la media vuelta y vuelvo a la comodidad del castillo. Las muertes no acaban aquí.

Falta una guerra que planear. 

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