CAPITULO XLIX

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En la segunda semana de mayo, las tres muchachas partieron juntas de Gracechurch street con dirección a Hertfordshire. Al llegar seca de la posada donde tenía que esperarlas el coche del señor Bennet, vieron enseguida como una prueba de la puntualidad del cochero, a Catherine y a Lydia que estaban al acecho en el comedor del piso superior. Habían pasado casi una hora en el lugar felizmente ocupadas en visitar la sombrería de enfrente, en contemplar al centinela de guardia y en aliñar una ensalada de pepino.

Después de dar la bienvenida a sus hermanas les mostraron triunfantes una mesa con todo el fiambre que puede hallarse normalmente en una despensa de una posada y exclamaron:

-¿No es estupendo? ¿No es una sorpresa agradable?

-Queremos convidarlas a todas- dijo Lydia-; pero tendrán que prestarnos el dinero, porque acabamos de comprar el nuestro en la tienda de ahí enfrente.

Y, enseñando sus compras, añadió:

-Miren que sombrero me he comprado. No creo que sea muy bonito, pero pensé que lo mismo daba comprarlo que no, lo desharé en cuanto lleguemos a casa y veré si puedo mejorarlo algo.

Las hermanas lo encontraron feísimo, pero Lydia, sin darle importancia, añadió:

-Pues en la tienda había dos o tres mucho más feos. Y cuando compre un raso de un color más bonito, lo arreglaré y creo que no quedará mal del todo. Además, poco importa lo que llevemos este verano, porque la guarnición del condado se va a Meryton dentro de quince días.

-¿Si, de veras?- exclamó Elizabeth satisfechísima.

-Van a acampar cerca de Brighton. A ver si papá nos lleva allí este verano. Sería un plan estupendo y nos costaría muy poco. A mamá le apetece ir más que ninguna otra cosa. ¡Imaginen si no, que triste verano nos espera!

"Si- pensó Elizabeth-, sería un plan realmente estupendo, y muy propio para nosotras. No nos faltaría más que eso. Brighton y todo un campamento de soldados, con lo trastornadas que ya nos han dejado un mísero regimiento y los bailes mensuales de Meryton".

-Tengo que darles algunas noticias- dijo Lydia cuando se sentaron a la mesa-.¿Qué creen? Es lo más sensacional que puedan imaginarse, una nueva importantísima a cerca de cierta persona que a todas nos gusta.

Jane y Elizabeth se miraron y dijeron al criado que ya no necesitaban nada. Lydia se rió y dijo:

-¡Ah! Eso revela su formalidad y discreción. ¿Creyeron que el criado me iba a escuchar? ¡Como si le importase! A que oye a menudo cosas mucho peores que la que voy a contarles. Pero es un tipo muy feo; ,me alegro de que se haya ido, nunca he visto una barbilla tan larga. Bien, ahora vamos a las noticias, se refieren a nuestro querido Wickham, son demasiado buenas para el criado, ¿verdad? No hay peligro de que Wickham se case con Mary King. Nos lo reservamos. Mary King se ha marchado a Liverpool, a casa de su tía, y no volverá. ¡Wickham está a salvo!

-Y Mary King está a salvo también- añadió Elizabeth-, a salvo de una boda imprudente para su felicidad.

-Pero es bien tonta yéndose si le quiere.

-Pero supongo que habrá mucho amor entre ellos-, dijo Jane.

-Lo que es por parte de él, estoy segura de que no, Mary nunca le importó tres pitos. ¿Quién podría interesarse en una cosa tan asquerosa y tan llena de pecas?

Elizabeth se escandalizó al pensar que, aunque ella fuese incapaz de expresar semejante ordinariez, el sentimiento no era muy distinto al que ella había abrigado en otro tiempo y admitido como liberal.

Orgullo y Prejuicio Jane AustenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora